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Jueves, 1 de enero de 2004

REALITY POP GAMBERRO

La vida leninista

¿Quién se acuerda de los ganadores de los reality pop? Y en cambio, ¿cómo pasar por alto el carisma del “gamberro” Carlos Silberberg? El chico no fue un primero como se debe; ese título se lo birlaron Pablo y Luli, dos solistas melódicos que pasaron rápidamente al olvido. En cambio, el primer dúo “rockero” (junto a Pato) de la historia de las academias de cantantes acaba de editar su disco solista, un paso esencial para la prueba de fuego: el CD propio no es aquí el premio del reality sino el inicio de una carrera. El gamberro Carlos, de brillo propio, exageradamente inteligente para sus 17. Dice que él mismo eligió al Lenin que luce en la remera con la que posa en la portada del disco, que el propio Lenin era “un gamberro” y que “ya fue eso de andar discriminando” a figuras de la historia de la tapa de los discos. El resto de esta crónica es breve y ascendente: el productor Afo Verde los proclamó como sus favoritos, les compuso estribillos a medida, como el pegadizo “...así cambié mi dirección...”, y dejó que el chico cool (Carlos) agregara condimentos: el look levemente darkie, los arreglos importados de su propia banda de garage... Y, claro, la carita del prócer soviético.
El gamberro es el ídolo mayor de miles de fans desesperadas por sus signos personales de belleza: la mirada levemente estrábica, la altura apenas excedida propia del desgarbado, la mínima barba tipo Rasputín. El medioevo ruso se cruza con la era soviet en una imagen que prefiere siempre un argumento estético a cualquier otra sospecha. Poco importó la identidad política de ese rostro en la remera, y –de última– siempre está Pato al lado como compensación ideológica: trae su pasado de aprendiz en la Maldita Policía para ahuyentar el mote de “zurditos”. Carlos, el mismo que miraba la saga de los Posptars con el leve rencor del desplazado (también se presentó, y de hecho su mellizo Pablo es un Mambrú), el mismo que creyó que nunca aceptaría reproducir los pasos de “una coreo”, ahora reclama algo de apertura mental. “Hay que sacarse de encima los prejuicios, como aquellos que preguntan si de la tele pueden salir músicos. Yo también lo pensaba, pero ¿por qué no aprovechar el medio?”

El rey
Misma atracción ejerce Pablo Tamagnini, ex Operación Triunfo, que quedó relegado en la premiación detrás del rionegrino Claudio, pero que ahora llena solito estadios y vende más discos que el resto gracias a su marca coreográfica: el movimiento frenético de cintura al ritmo de un verso que se vuelve insistente: “A mí me dicen que soy el rey...”. Pablo se apartó de la saga del reality, dejó atrás el melódico sajón y la canción pegajosa latina y se volcó a la cumbia, como experto bailarín de cuarteto que es. El resultado: una marca personal entre tanto clon de Ricardo Montaner y Christian Castro.

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