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Domingo, 18 de junio de 2006

FAN › UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: JUAN FALú Y “CANCIóN DEL JANGADERO”

Se me vuelve camalote el corazón

 Por Por Juan Falú

Elegí “Canción del jangadero”, de Jaime Dávalos, una canción que escuché mucho siendo niño y adolescente en mi casa. Es una canción que hizo conocida Eduardo Falú, hermano de mi padre, y mi padre que era su hermano mayor la solía cantar en la guitarra.

El poema es hermoso. El jangadero es quien lleva la jangada, los troncos de los árboles que van siendo llevados río abajo, hacia los aserraderos, hacia el lugar donde será procesada la madera, en fin hacia su destino. El jangadero es un oficio en desuso, el río fue sustituido por rutas y camiones, pero sigue siendo un oficio muy poético.

La canción es un poema al trabajo y a la imponencia de las aguas del río Paraná. El poeta es Jaime Dávalos, uno de los más grandes poetas de la canción argentina. El hizo la música y también la letra. Siendo salteño, evidentemente estaba seducido por la magnificencia de ese río que describe tan bien. Soy de Tucumán, un lugar de montaña y de muchos ríos, pero en el noroeste no tenemos aquellos ríos del litoral.

En una parte habla del viaje del jangadero por el río. “Banda, banda, sol y luna, cielo y agua, espejismo que no acaba de pasar, piel de barro, fabulosa lampalagua, me devora la pasión de navegar”, dice. La lampalagua es la víbora más grande de la región. Puede medir cinco, seis y hasta siete metros. Dávalos usa esa figura para describir al río, una “fabulosa lampalagua”, dice.

La canción tiene el misterio de ser mucho más que la suma de una música y una letra, una buena canción siempre es mucho más que eso. Es misterioso. Una excelente música y una excelente letra no dan como resultado una buena canción. Y ésta es una de esas canciones que han nacido para quedarse.

No es de las primeras canciones que canto, pero es de las permanentes. Frente al público, la incorporé hace unos años, pero la he cantado siempre. Recuperé la canción como intérprete en una versión muchísimo más lenta que la original. Como si en los tiempos de vértigo en que vivimos, la canción estuviese haciendo su propia resistencia a fuerza de silencio y frenos a la velocidad. Como si fuera una manera de resistir al vértigo de estos tiempos. Por eso la hago muy lenta. Además, me permite disfrutar la melodía y la letra, y me parece que a quien la escucha también.

“Canción del jangadero” era una canción que mi papá cantaba siempre que hubiera una guitarra. La tocaba él y después me empezó a pedir que la tocara también yo. Habré empezado a los ocho años y calculo que ya a los once me haría tocar en reuniones. Eran reuniones con amigos, con la parentela. Mi padre me estimulaba mucho y por suerte tuvimos momentos a solas con la guitarra. Esta canción me hace acordar mucho a él.

Canción del jangadero

Letra y música: Jaime Dávalos

Río abajo voy llevando la jangada,
río abajo por el alto Paraná.
Es el peso de la sombra derrumbada,
que buscando el horizonte bajará.

Río abajo, río abajo, río abajo:
a flor de agua voy sangrando esta canción.
En el sueño de la vida y el trabajo
se me vuelve camalote el corazón.

Jangadero, jangadero:
mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
con el anhelo del agua que se va.

Padre río, tus escamas de oro vivo
son la fiebre que me lleva más allá.
Voy detrás de tu horizonte fugitivo
y la sangre con el agua se me va.

Banda, banda; sol y luna; cielo y agua:
espejismo que no acaba de pasar.
Piel de barro, fabulosa lampalagua:
me devora la pasión de navegar.

Jangadero, jangadero:
mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
con el anhelo del agua que se va.

Jaime Dávalos (1921-1981) nació en San Lorenzo, Salta, y su destino pareció marcado desde la cuna. Hijo de Juan Carlos Dávalos, empezó a publicar a los 26 años, pero recién salió del anonimato rondando los 40. Corría la década del ’60 y sus libros de poesías y cancioneros se multiplicaban a la par del reconocimiento.

Formó dupla sin igual con Eduardo Falú, otro salteño, y de allí surgieron algunas de las mejores canciones del folklore argentino.

Dávalos fue poeta, cantor, compositor, tocó la guitarra, la caja, el charango y la armónica que nunca faltaba en su bolsillo. Recorrió el país como dibujante, alfarero, titiritero y minero. A fines de los ’60 hasta tuvo un programa semanal en Canal 7, El patio de Jaime Dávalos.

Una de sus últimas apariciones fue en un festival de protesta en el Luna Park contra las prohibiciones y amenazas a la cultura por parte de la dictadura militar. Quebró en llanto mientras recitaba su “Canto a Sudamérica” al descubrir a Viola, Bussi y otros ocupando las primeras filas.

“Zamba de La Candelaria”, “Vidala del nombrador”, “Tonada del viejo amor”, “Por la huella del canto” y “Las golondrinas” son algunas de sus composiciones más conocidas. Una hermosa versión de “Canción del jangadero” fue incorporada al reciente disco de Liliana Herrero y Juan Falú, dedicado íntegramente a Eduardo Falú y a Jaime Dávalos.

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