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Domingo, 29 de diciembre de 2013

FAN › UN ARTISTA PLáSTICO ELIGE SU OBRA FAVORITA: ANDRéS AIZICOVICH Y GOD GIVE ME STRENGHT (ABSTRACCIóN LíRICA), DE DANIEL GARCíA

VAS A CARGAR EL PESO

 Por Andrés Aizicovich

Podría elegir casi cualquier pieza de esa muestra de Daniel García. Fue –lo recuerdo– una tarde lluviosa de fines de verano. Estaba en Rosario y, paseando por la vera del río, me topé con el Centro Cultural Parque España. No sin cierta inquietud, ingresé en esas oscuras salas que asemejan catacumbas medievales, con esos arcos abovedados y ladrillos a la vista, y me dejé perder entre los pasillos. Pensé (lo recuerdo ahora) que hubiera sido precavido deshilvanar un ovillo de hilo desde la entrada, en caso de que me desorientara entre los recovecos, aunque reconozco que esto último puede ser sólo una licencia de mi memoria. Allí, iluminada tenuemente, de forma muy teatral, me encontré con God Give Me Strenght (abstracción lírica). La obra parece tener un tema muy grave, con esas cadenas y el fondo oscuro, denso, pero García hace levitar etéreamente a los grilletes y lo subtitula “abstracción lírica”, como si lo que le interesase fuese la línea y el tema fuese de utilería.

Luego está la seducción pictórica, el oficio con el que García logra ese efecto fascinante de anacronía ilusoria. En su desgaste intencionado, en su caducidad deliberada, con sus rasguños, contusiones, lijaduras, asperezas, la tela se vuelve una epidermis plagada de accidentes geográficos, una superficie que exhibe sus propias cicatrices y documenta las marcas de su experiencia. Es un poco lo que nos pasa a todos. Nacemos con una lozanía prístina y juvenil y a medida que pasan los años nos arrugamos, ostentando huellas y heridas de batalla. Con las vejaciones y tormentos que Daniel García acomete sobre la tela, la topografía de su pintura parece sugerir que nos engañaron con años de neurociencia y que, quizá, la memoria se aloja en la piel.

Los pasadizos de mi memoria me llevan ahora a otro recuerdo; hace unos años entré con Itamar Hartavi a una casa de marcos de Congreso, una de esas tiendas de barrio que enmarcan pero que también venden reproducciones o cuadros anónimos hechos por pintores domingueros. Allí, perdida entre naturalezas muertas, caballos y casitas en el campo, había un cuadro grande que se separaba del rejunte amateur. La imagen representaba una suerte de enredadera de serpientes entrelazadas. Lo mirábamos con curiosidad, hasta que nos dimos cuenta de que era un García original, ahí, escondido en medio de esas pinturas naïf al borde del bochorno. Cuando preguntamos cuánto costaba, el dueño, extrañado por nuestra elección, dijo que nos hacía un descuento porque el cuadro estaba manchado y rasguñado, en muy malas condiciones. Era ese efecto residual, marginal, de la pintura de García lo que, a sus ojos, lo hacía valer menos.

Posiblemente haya, en el precoz envejecimiento de las obras de García, un anhelo de que la pintura opere con la misma lógica sustitutiva que el retrato de Dorian Gray y me pregunto ahora si todos los pintores no persiguieron desde siempre un afán similar. Me da la sensación de que las cadenas de God Give Me Strenght tienen mucho del acarreo del peso de la Historia y que la respetuosa irreverencia de García es una forma de alivianar su carga. Después de todo, los pintores trabajamos con la misma tecnología que usaron Rembrandt y Velázquez, y esto no ha de amedrentarnos, pues no se trata de remolcar en la mochila toneladas de Historia, llevando a rastras la pintura como si fuera un ancla, sino de subirnos sobre los hombros de gigantes para mirar humildemente un poco más allá.

God Give Me Strenght: “Dios dame fuerzas”, parece una imploración, como un canto esclavo, un himno de protesta sobre la experiencia de pintar, una elegía sobre el agotamiento que es producir con tanta tradición sobre la espalda, pero es también un audaz desafío, cuando todo parece languidecer, a redoblar el ímpetu y volver a meterse en la pintura, empantanarse hasta la cintura e intentar, contra todas las adversidades, contra todo pronóstico, seguir caminando.

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