Domingo, 9 de octubre de 2011 | Hoy
SALí
Por Martin Auzmendi
La esperanza de los Ascurra, vermouth y good show
Buena parte de Villa Crespo quedó transformada tras la llegada masiva de los outlets: grandes locales se abarrotan de gente durante el día, para luego cerrar de noche y hacer de sus calles un paisaje repetido de cortinas metálicas oscuras. Entre esa desolación nocturna, hace dos meses abrió una esperanza luminosa, la de los Ascurra. Los responsables son María y Pablo Rohde y Martín y Juan Beraldi. A los cuatro los une el apellido de su abuela por el lado materno, Ascurra. “Como familia, nos gusta comer y viajar, y la comida que ofrecemos es parte de lo que hemos probado en esos viajes”, cuenta María, docente, estudiante y, algunas noches, anfitriona. El lugar está armado por una barra mostrador de madera, una mesa alta construida con restos de puertas, sillas pintadas con dibujos y, al fondo, mesas con manteles coloridos y en cuadrillé. En una pared de azulejos blancos está escrito todo lo que se puede comer y beber, a modo de gran carta.
Reivindicando los aires de cantina, como bajada al nombre del bar sumaron las palabras “Vermouth Bar”, tradición que reivin dican y que define su horario habitual: La esperanza de los Ascurra abre a las 18, ofreciendo una copa o un trago para todos aquellos que comienzan a dejar sus respectivos trabajos. Hay vermouths y amargos, cerveza tirada y vinos, todo acompañado por raciones que se exhiben en la barra. Estas raciones se sirven en porción completa, por la mitad o en formato tapas, lo que permite armar una verdadera picada con muchas y buenas opciones: morrones asados, berenjenas en escabeche, jamón crudo cortado a cuchillo, gambas picantes o una rica tortilla de papas. Del lado caliente, preparan una excelente lasagna de vegetales, milanesa napolitana y albóndigas con tuco con receta de la abuela. Todo con precios amables, con combinaciones que llenan el estómago partiendo de los $41.
El fútbol corona el gusto por lo nacional y popular en la familia, en el recuerdo de su abuelo, de Mataderos y Chicago, y en una foto de la hinchada de Racing. La pasión se mantiene y se comparte, pero cambia de forma: fútbol por arte parece ser la propuesta, con exposiciones de dibujos y pinturas en las paredes y próximas noches de domingo con música, invitados, amigos, comida y bebidas a modo de pequeñas fiestas de fin de semana.
En los barrios la esperanza nunca falta, aunque parezca dormida. Aunque la deban despertar los jóvenes, mirando al frente y rescatando la historia de sus abuelos.
La esperanza de los Ascurra queda en Aguirre 526. Horario de atención: miércoles a domingos de 18 al cierre. Teléfono: 2058-8313.
Boteco do Brasil, la alegría cruza fronteras
“A veces estoy con gente con plata, y termino extrañando lugares sencillos, como éste. Acá me siento en casa”, cuenta Leila, detrás de la barra de su boteco. Abierto hace dos meses, el ambiente recupera el espíritu de los clásicos botecos brasileños, parte de la cultura popular y la bohemia que vio nacer el samba de Cartola y Noel Rosa y las melodías de Caetano o Chico Buarque. “A gente se fala, a gente se ve”, dice a su vez María, despidiendo a unos clientes. Así son los botecos, bares simples donde los habitués se encuentran, sin cita previa, dejando que sea el azar el que arme los cruces de las distintas rutinas individuales.
Al frente de este boteco está Leila, nacida y criada en el litoral de San Pablo, y se suman Fernanda, carioca, y María, de Salvador de Bahía. Las tres llegaron a Buenos Aires hace algo más de 15 años y trabajaron en distintas actividades, hasta juntarse en este proyecto.
Fernanda es la encargada de la cocina, heredando el amor por la gastronomía de su madre, y ya con mucha experiencia en el tema: pasó por los fuegos de restaurantes como Devenir, La Mandolina y María Fuló, antes de hacerse cargo de su propio lugar. La carta ofrece los platos que no pueden faltar en un boteco, empezando por los salgadinhos y culminando en sabores bien contundentes. Hay coxinhas ($18), pastel de carne o queijo ($18), empanadinha de camarao ($27) y pão de queijo ($10). Piezas sabrosas y perfectas para acompañar con una cerveza helada o una caipirinha ($25). Y no es un dato menor: en muchos lados se pueden tomar caipis, pero en este boteco, acompañadas de estos petiscos y escuchando samba o pagode, parecen mucho más ricas, sean preparadas con la cachaça de la casa, Velho Barreiro, o marcas como Caranguejo, Pitú, Mucurá o Caribé, que cruzan la frontera en manos amigas.
Entre más opciones, también se ofrece frango à passarinho ($35) y un excelente prato feito carioca ($39) que incluye porotos negros, arroz, carne, farofa, papas, mandioca frita y huevo, puro sabor popular de Brasil. Fernanda recomienda su feijoada ($39), siempre en la carta, que a su vez es el plato principal en el menú de mediodía de los miércoles, cuando se puede probar en promoción por $34, con bebida.
El lugar tiene una pequeña barra y espacio para no más de 30 personas. En las paredes hay pinturas del artista Alexandré Bergué con imágenes coloridas de casas, hombres, mujeres, morros y favelas de Río de Janeiro. Una ciudad que no sería la misma sin la vida bohemia propiciada por maravillosos botecos.
Boteco do Brasil queda en Bonpland 1367. Horario de atención: martes a sábados de 11 a 2; domingos de 11 a 19. Teléfono: 4776-4806.
The Shanghai Dragon, cervezas y pork chops
En Gran Bretaña, beber cerveza en un pub a un precio accesible es considerado un derecho básico del trabajador. Así, como institución pública, el pub reúne no sólo gente, sino también hábitos, códigos y complicidades. A Buenos Aires los pubs llegaron como importación estética de la isla británica, pero mientras que muchos imitaron tan solo algunos clichés, otros respetaron esa tradición social, amalgamada por la sed de los porteños. Entre todos, Gibraltar es uno de los mejores, ya un clásico de San Telmo. Otro buen lugar es Bangalore, que mantuvo el corazón británico pero le sumó aires de una India colonial. Por esto, no es casualidad que el mismo responsable de dar forma a Gibraltar y Bangalore, haya ahora abierto su tercer local, The Shanghai Dragon. En este caso llevó la idea del pub hasta China. No se puede decir que los británicos no hayan llegado tan lejos, porque sí lo hicieron, pero de este cruce de culturas surge algo tan interesante como atractivo. La pinta de cerveza tirada ($20) Gambrinus Stout se combina muy bien con el 5 spice BBQ pork chops (2 costillas de cerdo grilladas y marinadas en barbacoa con cinco especias a $35), la Kingston IPA con el Mongolian Beef (carne salteada en wok en salsa agridulce a $30) y la Antares Honey con el Chicken mustard wrap ($20). Queda claro: en el cruce de culturas no sólo hay mestizaje, también hay diversión.
El ambiente combina materiales nobles: mesas de madera, mármol en la barra y hierro en las ventanas. En el interior, las paredes son rojas y brillantes, la barra ofi
cia de anfitrión y la esquina se abre en grandes ventanas a la vereda, donde esperan mesas para las noches de calor. Para los que busquen privacidad, al fondo hay un living con sillones de capitoné negro rodeados de cuadros con fotos de China y una biblioteca con tomos de la Enciclopedia Británica. La cocina funciona en el subsuelo, donde en un futuro próximo –dicen– habilitarán todo el espacio como salón comedor.
Para beber, si bien el centro de la propuesta son las cervezas, hay más opciones siempre a precios razonables, bajo el mismo sistema que ya mostró su éxito en Gibraltar y Bangalore: las espirituosas (a un promedio de $20) se sirven en medidas estrictas, y cada uno decide si quiere sumar una gaseosa. Para los que llegan temprano hay happy hour (dos pintas de cerveza tiradas al precio de una y media) de 17 a 22.
Cerca de Palermo, pero también de Inglaterra y de China, The Shanghai Dragon ofrece un reducto para beber y comer en paz, soñando con el horizonte más lejano y también con el más próximo.
The Shanghai Dragon queda en Aráoz 1199. Horario de atención: todos los días de 17 a la madrugada. Teléfono: 4778-1053.
Fotos: Pablo Mehanna
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