Domingo, 3 de marzo de 2013 | Hoy
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The Embers, más allá de la nostalgia
Uno de los restaurantes más emblemáticos de zona norte y de los años ochenta. Y un caso de vigencia gastronómica: todavía sigue llenándose cada fin de semana, y no sólo de treintañeros y cuarentones nostálgicos, sino también por las nuevas generaciones, que todavía se dejan tentar por sus famosos milkshakes, hamburguesas, hot dogs y aros de cebolla, entre otras delicias de corte norteamericano. Si bien abrió sus puertas en los albores de los sesenta, fue veinte años después cuando tuvo su época de mayor esplendor, desembarcando en Capital Federal con tres sucursales: una en Santa Fe y Callao, otra en Belgrano y la tercera en la peatonal Lavalle.
Hoy The Embers tiene, además de su local de siempre en Acassuso, un sucedáneo en Nordelta, inaugurado hace menos de un año. El ambiente es una mezcla de merendero de película –fotos de Humphrey Bogart, toldo con los colores de la bandera de Estados Unidos– con una dosis de interpretación decorativa muy personal, cuyo máximo estandarte son las –¿mitológicas?– hamacas de caña. Para los que no quieren bambolearse mientras comen, es mejor elegir cualquiera de las dos barras bajas en L, las mesas ubicadas en el subsuelo o bien en la vereda, aunque en este último caso se perderán el frenesí característico del lugar.
La carta es extensa y variada, con platos que salen rápido. Tal vez el más reputado sea el pollo frito en canasta ($ 63), pero también se destacan los waffles y panqueques salados y dulces, el chili con carne ($ 41) y las papas al horno con cebollín, queso y panceta frita ($ 42). Las hamburguesas son compactas, altas y sabrosas. Una buena opción es la que trae cebollas caramelizadas, pepinos encurtidos y queso ($ 38), acompañada con una porción de papas rejilla. A todo se le puede agregar queso cheddar fundido (hay una máquina expendedora).
En cuanto a las bebidas, los batidos y licuados ($ 24) llegan en un vaso bien frío con jarra complementaria que funciona como una suerte de refill. Además, hay Coca Cola con helado de vainilla, ice cream soda y helados batidos con crema y leche. Si queda lugar, el postre obligado es el Banana Split para compartir ($ 50): tres bochas de helado (frutilla, americana y chocolate) sujetas por dos mitades de banana y con lluvia de nueces, galletitas de oblea, cerezas marraschino y salsa de chocolate. El detalle de color son las infaltables banderitas de países en miniatura, un sello de fábrica de la casa.
En resumen: un lugar para llegar con mucha hambre y salir con el corazón contento. Nostálgicos, no abstenerse.
The Embers queda en Av. Del Libertador 14638. Teléfono: 4792-1347. Horario de atención: todos los días, de 8 al cierre.
Eloísa Café, bar de esquina
Antes de convertirse en cocinera y ser dueña de un cálido café en la zona del Congreso, Daniela Luciani era productora de modas en una conocida revista dominical. Un día, el catering de una sesión de fotos se cayó a último momento y ella debió improvisar unas tartas rápidas y algo de pastelería como plan B. Poco después, envalentonada por los pedidos que comenzaron a llegar, cambió la ropa y las últimas tendencias por el horno, estudió en el IAG, inició su servicio de catering y, finalmente, en septiembre de 2011 abrió junto a su marido Nacho Uriburu, también chef, su propio espacio en un edificio del año 1911, el mismo donde también viven.
Ubicado en un local enorme, de techos altos y grandes ventanales, Eloísa es un rincón atípico para el barrio, en el que suelen abundar otro tipo de propuestas, como las cadenas de cafeterías y pizzerías. “Hace varios años que venía persiguiendo a la dueña del local para que me lo alquilara, pero era imposible –rememora Daniela–. Finalmente, la señora lo vendió y con el nuevo propietario sí pude negociar.” Antes de abrir, tuvieron que reciclarlo, un trabajo en el que colaboró toda la familia. “No teníamos plata, así que ayudaron todos, padre, suegro, recuperamos el mosaico granítico original del piso, compramos sillas en el Ejército de Salvación, tapizamos, pintamos.” El resultado es un lugar personal, agradable y en el que dan ganas de quedarse por largas horas. La buena provisión de revistas –ubicadas en una especie de barra contra la ventana– alimenta el ocio.
Pero no es lo único: los jugos y batidos son una de las especialidades de la casa. Llegan en vasos de medio litro –se pueden pedir en plástico para llevar– combinando mango, ananá, arándanos, frutillas, pera, zanahoria y más, a preferencia del cliente (entre $ 26 y $ 32). Para acompañar hay fresquísima pastelería: budín de naranjas o de limón y yogurt ($ 12), scones ($ 8), galletitas de avena y pasas ($ 9) y pound cake con chocolate ($ 15), una torta tradicional sajona. Todo a base de buena calidad de ingredientes, incluso en los detalles: por ejemplo, el chocolate que usan para los frappucinos es marca Fénix, una de las más reconocidas a nivel local.
Al mediodía, además de sandwiches y las tartas con masa casera, siempre se prepara un plato del día a un precio conveniente ($ 32). Pan de carne con papas al romero, arroz con pollo y crema de champiñones o milanesas de peceto con puré son algunos de los platos que alternan.
La atención, como todo el lugar, irradia calidez y familiaridad. Hacía falta un lugar como Eloísa en Balvanera.
Eloísa Café queda en J. D. Perón 1900. Teléfono: 4374-2863. Horario de atención: lunes a sábados de 8 a 20.
Top It, yogur bajo cero
Poca grasa, menos de 100 calorías, rico en calcio, en vitaminas, en proteínas y en cultivos activos para mejorar las defensas. El yogur helado se suele presentar como el pariente saludable del helado, aquel que puede comerse sin culpas ni remordimientos. Con este mensaje como caballito de batalla, logró posicionarse en los últimos tres años como una alternativa liviana al clásico cucurucho (aunque ahora también haya helados light), y sumar cada vez más adeptos. Entre todos los lugares para probarlo, Top It, en Palermo Viejo, es uno de los mejores.
De moda en los ochenta, el yogur helado fue redescubierto y relanzado a mediados de los 2000. Primero en Corea del Sur bajo la marca Red Mango, poco después en California con la cadena Pinkberry, que puso el producto en boca de todos –en especial, de las celebridades de Hollywood: Paris Hilton, Megan Fox y Leo DiCrapio se confesaron fanáticos– y hoy tiene más de 100 locales en Estados Unidos. Desde entonces, muchas nuevas marcas copiaron el modelo de negocios, sumando opciones orgánicas y kosher.
El local de Top It, blanco, inmaculado y veraniego, abrió sus puertas a fines de 2010. La dinámica es simple: primero se elige el yogur helado, que puede ser natural o de un sabor especial que va rotando (el de estos días es sandía, pero antes hubo maracuyá, frambuesa, durazno y avellana) y luego llega la hora de optar por la cobertura o los “toppings”, hasta sumar tres ingredientes. ¿Qué hay? Frutas recién cortadas, nueces, granola, goji berry, mantecol, chocolate amargo, castañas de cajú, dulce de leche, obleas, que se pueden potenciar con una buena salsa de maracuyá o de frutos rojos. El yogur, ligeramente ácido, no empalaga ni da sed, como sí suele suceder con el helado.
Las combinaciones posibles son muchas y los que son indecisos pueden confiar en las sugeridas por la casa, como la de mango, frutilla y nuez o la de ananá, almendra y miel. El vasito de dos vueltas cuesta $ 19; el de cuatro, $ 25 y el kilo, $ 68 (sin toppings). Otros productos de la carta son el Yogurshake ($ 28), una especie de batido de frutas y yogur helado, y el Vértigo, que alterna capas del producto con frutas y cereales ($ 27).
Ubicado sobre la bicisenda de Gorriti, Top It es un buen lugar para llegar pedaleando y hacer un alto en alguna de las reposeras que se acomodan en la vereda. Además del local de Palermo, tienen dos bocas de expendio más en microcentro, en los locales de Open Kitchen sobre la calle Reconquista. Es apenas el comienzo. Si cuentan con la suerte de sus predecesores en el país del Norte, les queda mucho futuro por delante.
Top It queda en Gorriti 4721. Teléfono: 4833-2260. Horario de atención: domingos a jueves de 12.30 a 20, viernes y sábados de 12.30 a 0.30.
Fotos: Pablo Mehanna
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