Domingo, 3 de marzo de 2013 | Hoy
VALE DECIR
“Es silencioso acá”, dice Bratislav Stojanovic al referirse a su vivienda. Imposible dudar de su palabra, en tanto su “casa” no incluye ruidos molestos o vecinos pesados. Claro, están duros y, en honor a la exactitud, hechos polvo. Ocurre que el serbio de 42 años lleva 15 años viviendo en una tumba abandonada del cementerio de la ciudad de Nis, tras quedar en la ruina en los ’90 y dejar de trabajar como obrero de la construcción. Por suerte, los fantasmas no le preocupan: “No les tengo miedo a los muertos; ellos no pueden lastimarme. Los vivos sí”.
“Como otros sin techo me robaron en distintas ocasiones, decidí encontrar un lugar donde nadie me molestase; ni siquiera la policía”, explica quien inicialmente dormía a la intemperie de la necrópolis, pero, para paliar el frío, decidió mudarse a una tumba vacía. Y aunque las autoridades locales le han ofrecido una plaza en una residencia de ancianos, Stojanovic prefiere su residencia actual. Con ayuda de algunos transeúntes y revisando tachos de basura, dice, se las ingenia para tener alimento, cigarrillos y ropa.
“Si no encuentro por ahí una casa abandonada que pueda usar, siempre vuelvo aquí. Este es mi lugar seguro”, cuenta quien vive con un colchón, unas mantas, unas botellas de plástico, velas recolectadas de otras tumbas y “algún cráneo dando vueltas”. Por suerte, no pierde el humor (negro): “Si muero por la noche, estaré en el lugar correcto”.
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