Domingo, 3 de marzo de 2013 | Hoy
Dicen los expertos que entre el 20 y 30 por ciento del plástico que se produce en el mundo termina su vida útil flotando en el mar. A la alarmante cuestión contaminante se suma un tema nada menor: al no desintegrarse en su totalidad, es consumido accidentalmente por la fauna marina. El problema fue expuesto con un elocuente caso en la 5ª Conferencia Internacional de Desperdicios Marinos, en Honolulu, el pasado 2011.
¿Cuál es una de las principales víctimas? La tortuga marina. En un inquietante informe presentado en aquella ocasión, unos científicos contaban cómo habían capturado un ejemplar verde que había tragado tanta, pero tanta polución que salvó su vida sólo tras defecar plástico durante un mes. Rescatada en 2009 de la costa de Melbourne Beach, en Florida, Estados Unidos, la tortuga parecía tener problemas para digerir alimentos. Entonces, tras administrársele un laxante, el animal desalojó un gran pedazo de plástico del tracto intestinal. Sometida a un tratamiento de dosis periódicas, la tortuga procedió a excretar 74 objetos extraños en los siguientes 30 días.
Según detallaba el estudio, entre los desperdicios del ejemplar analizado se encontraban cuatro tipos de globos de látex, cinco tipos diferentes de cuerdas, nueve de plástico blanco, cuatro de plástico duro, un pedazo de alfombra y dos bolas. Al parecer, confundiéndolo con comida, es habitual que la tortuga de agua trague esta forma de material. De hecho, según el Marine Turtle Newsletter, el 75 por ciento de las tortugas marinas ha tragado alguna vez plástico. En general confunden los pedazos de plástico con aguas vivas, una de sus comidas favoritas. Una vez dentro de ellos, el plástico va taponando el aparato digestivo hasta bloquearlo totalmente, impedirle comer y producirle al animal una muerte por hambre lenta y dolorosa.
Por ahora, el caso de mala ingesta no parece tener fin: mientras en 1960, menos del 1 por ciento de los desechos mundiales solía ser de plástico, hoy por hoy la cifra ha ascendido al 80 por ciento. Así que, si va a la playa, levante esa bolsita. Incluso a quienes no les importa el animal, pueden pensar en la cantidad de aguas vivas que una tortuga viva podría comer.
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