Domingo, 24 de marzo de 2013 | Hoy
SALí › : A COMER EN PASCUAS
Por ernesto oldenburg
Buen pique en Palermo Hollywood
La Pescadorita abrió hace dos años en la misma esquina donde se fundó la primer Dorita, parrilla emblemática porteña hoy replicada en varios puntos de la ciudad. En esta nueva propuesta, Sebastián Valles –su creador– se olvidó por un momento de la carne patria para zambullirse de lleno en el fondo del mar. Trajo desde Ibiza al chef argentino Mariano Arriaga, radicado desde hace décadas en las Baleares para formar la misma dupla exitosa que arrasó en el primer Azul Profundo, allá por los ‘90. Juntos, concibieron un menú ciento por ciento marino con fuerte acento español, que hoy despacha una entrenada brigada de cocina.
El secreto de La Pescadorita radica en la calidad de los insumos de mar, que reflejan su frescura en cada plato de la carta. Para empezar, muy buenas rabas ($ 45 la media porción) y langostinos jumbo, rebozados y fritos ($ 80), acercan la brisa marina a esta ochava turquesa, decorada con vestigios de nuestra costa atlántica. Camareros jóvenes de ambos sexos atienden con informalidad en el salón ídem. Depositan en la mesa verdadero pimentón de Alicante, dulce o picante, según el capricho del cliente. También hay sal Maldon y buen aceite de oliva, para alinear las preparaciones personalmente, a último momento. Justo lo que exige el Tataki de Atún Rojo ($ 145), tan apreciado y cada vez menos disponible en restaurantes de Buenos Aires.
La carta revisa otras preparaciones no tan sofisticadas pero igual de sabrosas, como el pulpo grillado ($ 320 para dos), mariscos con pastas secas o pesca blanca en papillote. Pero la paella aquí es cosa seria. La Pescadorita rescata con altura este manjar mediterráneo, tan vapuleado en la gastronomía local. Elaborada al pie de la letra, como lo exige la tradición, llega al centro de la mesa para ser compartida entre dos o más comensales ($ 240 para dos), que se pelean por zamparse el “socarrat”, ese fondo crocante del final, una exquisitez.
Una buena carta de vinos acompaña esta travesía marina. Diseñada por Aldo Graziani, reconocido somelier local, hay etiquetas para acompañar un almuerzo ligero o ejemplares de alta gama para descorchar durante noches de lujo. Y variedades de cerveza, por supuesto, que tan bien acompañan todo lo que provenga del océano.
Los mediodías ofrecen un menú con entrada, plato, bebida y café por $ 78. Y los postres llegan a buen puerto: frutales y helados, limpian la boca como una ducha después del chapuzón que nos revolcó por la arena.
Para aprovechar durante la vigilia y visitarlo todo el año, porque los pescados no son exclusivos de Pascuas y el verano.
La Pescadorita queda en Humboldt 1905. Teléfono:
4773-0070. Horario de atención: martes a sábado,
mediodía y noche; domingo, noche.
Zarpar a Italia en Puerto Madero
La Parolaccia celebra un cuarto de siglo en nuestra ciudad con nueve locales esparcidos entre Capital y Gran Buenos Aires. Entre ellos, el del Mare (frente a la Aduana), que mantiene el perfil de la marca, fuertemente consolidado entre el público local.
Campari con naranja (el famoso Garibaldi) de bienvenida o bien para esperar mesa, en aquellos momentos candentes durante los cuales más de doscientas personas ocupan el salón. La panera llega bien surtida, de calidad. A veces sirven boquerones para empezar. Todos detalles que levantan el ánimo y el humor cuando se sale a comer afuera.
Más allá de la carta clásica, varias promociones trascienden el menú, como el menú ejecutivo ($ 65 de lunes a viernes;
$ 72 los sábados al mediodía), con entrada, principal y postre, sin bebidas ni servicio de mesa. El mismo suele ofrecer parrillada y paella y no sale domingos ni feriados. Para esos días, en cambio, aparece el menú Promoción Aniversario, que acompaña una bodega nacional: a un valor de $ 145 en efectivo, incluye tres pasos con bebidas, una botella de vino cada dos personas, café, petit fours y cubierto, vigente los mediodías y por la noche.
Comer a la carta implica tener criterio para compartir, pues las porciones son abundantes. La cocina lleva la sangre italiana de la casa, siendo las pastas un punto obligado del menú. Tanto la pasta lisa seca como la rellena garantizan una elaboración propia. Los Ravioli ripieni di mare e monti
($ 81) contienen un relleno de verdeo, portobello, camarones, crema y demiglace, y los Spaghetti frutto di mare rebozan moluscos, bivalvos y crustáceos.
La Merluza negra es un hit ($ 149): sale con crema de langostinos y hongos secos, acompañada de una guarnición a la carta, como espinacas a la crema, sugerencia del servicio entrenado.
La lista de vinos tradicional recorre las bodegas locales más reconocidas, etiquetas que acompañan a la perfección un menú acorde. Con los postres pasa lo mismo. De buena factura, no salen de lo común, como el Tiramisú o el omnipresente Volcán de chocolate. Despiden con lemoncello artesanal y recuerdan que allí los cumpleaños personales se celebran todo el mes, plagado de descuentos. Porque La Parolaccia es un lugar todo terreno, apto para todo público y momento: almuerzos de negocios, en plan familiar o salida en pareja, para comer bien sin altas pretensiones gourmet.
La Parolaccia di Mare queda en Alicia Moreau de Justo 1170.
Teléfono: 4343-0038. Horario de atención: todos los días,
de 12 al cierre.
Mar del sur
Bastión del sur especializado en pescados y mariscos, con marcado acento gallego. Fue fundado en 1956 por Félix Estrada, quien bautizó Félix a secas lo que concibió como una posta de arrabal. Con los años, el bodegón portuario devino en clásico por lo intachable de su trayectoria, siempre fiel a los productos más frescos del mercado. En algún momento su cocina se concentró en el mar, impronta que mantiene en la actualidad. Hoy su menú ostenta la friolera de 154 platos de pescados o frutos de mar y, desde hace pocos años, es manejado por un grupo societario japonés.
El salón dividido en sectores contiene apenas 60 comensales, con mobiliario vintage y tapizado de botellas de vino y licores del mundo. La firma de Soldi recuerda que era uno de sus habitués, al igual que Astor Piazzolla, quien lo consideraba el mejor restaurante de pescados del mundo. Félix atesora tantos platos como anécdotas. Faro culinario enclavado en Avellaneda, atrae clientes de sitios tan dispares como Zárate o La Plata. Esto lo afirma Omar Riomayor, histórico encargado que forma parte del plantel madre de Félix, con Alfredo Joda y Javier Martínez como maestros de cocina y Ricardo Scrosoppi y Julio García al frente del salón. Gastronómicos de raza, todos coinciden en recomendar la variadísima Degustación de mariscos calientes ($ 280, para tres o cuatro personas), entre otras elaboraciones.
Un apartado de la carta tienta con filetes de pescados frescos al gusto, orientando al cliente a optar por salsas como la Verde, a la Manteca negra o las más típicas Gallega o Vizcaína. El valor oscila según el tipo de pescado: entre los $ 60 (lenguado, abadejo), hasta los $ 150 (merluza negra), pasando por los $ 85 (salmón rosado o chernia). Una buena elección es el bacalao noruego, a
$ 50, con ajo y perejil, una delicia.
Crustáceos más extravagantes como la célebre Langosta al Termidor ($ 225) o la Centolla (con tagliattelles a la crema azafranada, $ 90) también figuran entre las recomendaciones.
También es extenso el listado de vinos, con un amplio abanico de espumantes nacionales y champagne francés. Los postres son los clásicos de siempre, que coronan una experiencia que sólo se vive en aquellos restaurantes que mantienen intacta su categoría con el paso de los años. Sin embargo, cabe destacar que todos los pescados se trabajan fileteados, una exigencia impuesta por el comensal porteño, tan aprensivo al espinazo. Y es una pena, siendo las espinas eso que otorga sabor a la pieza.
Félix Clásico queda en Freire 794. Teléfono:
4228-5874. Horario de atención: martes a
sábado, mediodía y noche; domingo, mediodía.
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