“Coleccionar recuerdos de cualquier tipo puede ser un juego peligroso”, comenta el sitio Konbini en referencia al síndrome de Diógenes, aquel que algunos definen –no sin cierta poesía– como “acumular y acumular hasta quedar sepultado por una vida llena de vacíos emocionales”. “Rápidamente puede pasar de ser dueño de algunas rarezas interesantes a protagonista de un reality show de mala calidad”, agrega la web al introducir gran novedad gran: la próxima inauguración de Magnificent Obsessions: The Artist As Collector, muestra que recala en las curiosas obsesiones de artistas famosos, primera en su estilo según los organizadores, que podrá verse desde el 27 de febrero en la galería londinense Barbican. Y es que, a cantar de los curadores, si bien la costumbre de sumar (demasiadas) cositas peculiares es popular en el mundo, es especialmente común dentro de la comunidad creativa, con escritores, pintores o músicos acopiando cachivaches por demás.

Este es el nicho específicamente explotado por esta muestra, a disposición hasta el 25 de mayo, que incluye desde los tarros de galletas que Andy Warhol cuidaba (y acumulaba) como tesoros hasta las estrafalarias tapas de vinilos recogidas por el Dr. Lakra (aka, Jerónimo López Ramírez), reconocido tatuador y artista visual. Y qué decir de la variopinta serie de postales que el fotógrafo británico Martin Parr ha sabido recolectar. O las eclécticas máscaras del escultor y pintor francés Arman. O las decenas y decenas de netsukes (delicadas esculturas japonesas) que el ceramista Edmund de Waal reúne. O, para el caso, el gabinete de aves tropicales e insectos metódicamente clasificados de mister Damien Hirst, siniestro en su afición. “Así como los desechos arrastrados por el mar hasta una orilla hablan de la existencia de una persona, este tipo de colecciones es una suerte de mapa de vida de alguien. Algo profundamente personal, que dice mucho”, profirió el otrora Young British Artist. Visto y considerando que también suma calaveras, ¿qué va a hacer? ¿Chillar?