Domingo, 22 de febrero de 2015 | Hoy
VALE DECIR
El displicente Eustace Tilley, como bautizara la venerable revista norteamericana The New Yorker al dandy con sombrero de copa, monóculo y apática mirada (más preocupado por una mariposa que por cualquier otro asunto) que acompaña a la publicación desde su número primero, está de fiesta. Ocurre que este mes la publicación cumple nueve décadas de críticas, ensayos, poesía, icónicas viñetas, relatos cortos y periodismo de investigación; sin olvidar los míticos comentarios urbanos acerca de la vida social en Nueva York. Ni las firmas memorables, dicho sea de paso. Desde Hannah Arendt cubriendo el juicio contra Adolf Eichmann en 1961, hasta Truman Capote haciendo una ligera —aunque irresistible— crónica de su encuentro con Marlon Brando en un hotel de Kioto, muchas plumas contribuyeron a ensalzar la extensísima historia del medio, incluidas las de Raymond Carver, John Cheever, Roald Dahl, Woody Allen, Seymour Hersh o Dorothy Parker. Por eso es que sobran los motivos para (auto)homenajear calidad, perseverancia y lo que The New York Times definiera como “un estilo ingenioso, a menudo absurdo, y conscientemente erudito”.
Pero, ¿cómo se celebra un nonagésimo cumpleaños? “Cuando el editor de la revista, David Remmick, me pidió que pensara posibles maneras, sabía dónde debía comenzar: con la portada de la primera edición, de febrero del 1925, creada por Rea Irvin”, explica Françoise Mouly, directora de arte del semanario, refiriéndose al almidonado Tilley, que “estableció de manera efectiva el tono de la revista”, y que más tarde fuera “parodiado, subvertido y deconstruido en cada aniversario”. Lo demás, agrega, fue sencillo: pedirles a los colaboradores habituales (Anita Kunz, Kadir Nelson, Barry Blitt, Peter Mendelsund y el italiano Lorenzo Mattotti, entre otros) que, usando técnicas distintas (pluma y tinta, óleo, arte digital, collage), recreasen a un Eustace del siglo XXI para demostrar que está tan vivo y vigente hoy como lo estaba nueve décadas atrás. Son nueve tapas para celebrar noventa años. Y aunque en algunas versiones sigue chequeando mariposas, en otras se lo ve claramente obsesionado con esa mariposa del nuevo siglo, llamada celular.
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