“La propuesta ha causado sensación en Internet y no sorprende: ¿Quién no elegiría, una vez muerto, poder convertirse en nutriente para su árbol favorito y acabar ‘siendo’ un ejemplar lustroso de esa especie vegetal siempre perenne? ¿Quién no preferiría ‘ser’ una sequoia o un roble que brota de la tierra en lugar de yacer bajo la misma? ¿Qué hay, en definitiva, más simbólico que volver a la tierra al morir y que nuestros allegados nos recuerden a través de algo vivo?”, se ensueña poéticamente la periodista española María Garrido, de El País, al dar por bueno (¡buenísimo!) el proyecto Cápsula Mundi. Una flamante idea de los diseñadores italianos Anna Citelli y Raoul Bretzel que ha revolucionado las redes desde comienzo de mes. Con sobradas razones... Después de todo, no todos los días surgen vainas orgánicas que invitan a introducir cuerpos sin vida en posición fetal, amén de ser enterrados en dichos recipientes ovalados, biodegradables, con una semillita de árbol encima. ¿La intención? Que el cuerpo en descomposición sea nutriente y alimente a la potencial flora, creando —en conjunto— un precioso cementerio sagrado.

“Con su aspecto, este tipo de cementerio ya no será arquitectura de superposición espacial sino contacto con la tierra; árboles de diferentes especies formando frondosidades. Un nuevo lugar para rendir culto a los antepasados, un bosque sagrado”, resume la web de un proyecto que, de momento, permanece en potencial. Porque, como explican sus autores, la actual legislación italiana no permite este tipo de entierro. Entierro que, de aprobarse, revolucionaría “los modos de morir”, permitiendo permutar lápidas por eucaliptos, algarrobos o robles. Y, hete aquí lo interesante: cambiaría en 180 grados la despedida actual. Porque, en vez de arrebatar madera de ejemplares varios con el fin de armar ataúdes, dejaría que sus variantes crecieran en paz. En un auténtico jardín de paz, y de sombra, aire fresco, hojitas invernales; todo el combo.