“Para que la peste negra regrese en toda su gloria y nos asesine a pura úlcera y tumor, se necesitan tres cosas: un portador, un transmisor y un patógeno. Aunque sea demasiado pronto para entrar en pánico, un nuevo estudio revela que la ciudad de Nueva York tiene dos de los tres componentes necesarios para hacer un muy, muy buen episodio de Criminal Minds”, ¿bromea? el sitio de noticias Jezebel, no sin antes recomendar que la gente “disfrute como si fuera 1346”. Visto y considerando que la histórica plaga alcanzó su punto máximo de destrucción en el ’47, la carcajada muere... en la garganta. ¿Lo concreto? En palabras de Matt Frye, entomólogo de la Universidad de Cornell, parcial responsable del hallazgo y coautor de la investigación que fue recientemente publicada en The Medical Journal of Entomology: “Tenemos los roedores que pueden servir como reservorio de la plaga, y tenemos la pulga que puede transmitirla a la gente; sólo falta el patógeno”.

Vale mencionar que fue “la pulga de la rata oriental” —como se conoce una particular especie de parásito externo— la que inquietó a los researchers, en tanto ésta puede servir como vector o agente de transmisión para, sí, la peste bubónica, al igual que el tifus o una infección bacteriana llamada tularemia. Y aunque los estudiosos aclaran que la misma fue encontrada en sólo una de las cinco locaciones residenciales donde fueron recolectadas las más de 100 ratas analizadas, piden precaución —no así miedo—. Después de todo, el estudio es el primero en su tipo en casi 100 años (según la revista Newsweek, desde la década del ’20 que no se estudiaban los parásitos de las ratitas que por Nueva York se pasean); ¿quién sabe si la convivencia no comenzó hace ya un siglo? ¡Y sin plaga! Por lo pronto, los fanáticos del cine catástrofe y los films de epidemia repasan estrategias; los alarmistas paniquean, y las ratas siguen sin flautista (de Hamelín). ¿Habrá bubónica? ¿O bubónico es el miedo?