Autodefinido “rey de la cultura pop”, Doug the Pug (en criollo, “Doug, el perro carlino”) lleva meses y meses cosechando reconocimiento en redes. A punto tal que el can suma más de 6 millones de seguidores en Instagram, Facebook, Twitter y Snapchat, ha hecho apariciones en festivales de música (Lollapalooza, Billboard Hot 100 Music Fest), ha estelarizado clips de bandas como Fall Out Boy o, por caso, pronto lanzará un libro de memorias llamado, sí, sí, Doug the Pug, cual compendio de sus mejores aventuras. Escrito, de más está aclarar, por su humana: la diseñadora gráfica y relacionista pública Leslie Mosier, que ha convertido a su mascota en fuente interminable de ingresos, marca registrada y estrellita con merchandising oficial (lo básico: tazas, remeras, buzos, pins, gorros…). Mientras, para conservar los laureles, el pobre Doug no cesa de posar para fotos, filmar videos, aguantar el sinfín de disfraces que impone la citada dueña. Quien, en los últimos días, ha vuelto a poner a su bicho en el centro de la escena con una ocurrencia que ha delirado a fans de diversas las latitudes: la parodia canina de Stranger Things, protagonizada en distintos roles por el elástico perrito.

Así, emperifollado con pelucas de ocasión, vestiditos o gafas –según el rol–, el carlino canalizó su Millie Bobby Brown (léase, Eleven), su Gaten Matarazzo (Dustin), su Shannon Purser (Barb), su Winona Ryder (Joyce), por mencionar unos pocos personajes de la altamente valorada serie de Netflix, que ya promete segunda y misteriosa temporada para el año próximo; “más oscura y extraña”, según sus creadores, ambientada ahora en el ‘84, con nuevas referencias (Cazafantasmas, Indiana Jones y el templo maldito, Karate Kid y Gremlins, entre ellas). Habrá que esperar hasta entonces para ver si el festejado Doug vuelve a encarnar a la troupe retro sci–fi con… bueno, la total indiferencia que lo caracteriza. Y la ternurita total que genera, eso también hay que decirlo.