Domingo, 3 de enero de 2010 | Hoy
VALE DECIR
La ciudad de San Francisco, en Estados Unidos, cuenta con una curiosa atracción: los lobos marinos del muelle 39. Eligieron ese sitio hace veinte años, en 1989, y desde entonces su número fue en aumento.
Como siempre pasa en los países que se creen civilizados, hay que quejarse de los inmigrantes: los pescadores de San Francisco se quejan de los lobos marinos dicen que les invaden los muelles y que les quitan trabajo cuando salen a pescar.
En octubre del 2009 se llegó a la máxima cantidad de lobos marinos, más de 1500 bestias todas tiradas ahí, tomando sol, haciendo lo mismo que hacen en el faro del Cabo Polonio: nada. Desbordaron el muelle 39 a tal punto que se empezaron a distribuir por los lugares vecinos.
El muelle de Hyde Street fue reclamado por Rez, el perro de un pescador que, igual que su dueño, no quiere saber nada con los lobos marinos. “Corre hacia ellos y les ladra. En tierra les gana en velocidad y eso debe ser lo que los vuelve locos”, explicó su dueño al diario San Francisco News. Rez hizo tan bien su trabajo que los mantuvo fuera de ese muelle en particular.
El sitio web de la revista Wired cuenta que de golpe, en diciembre, los lobos marinos se fueron. Todos. No quedó ni uno. Adiós a una de las atracciones turísticas de San Francisco. Adiós a los tours con biólogos marinos para responder todas las preguntas. No hay más lobos marinos en el muelle 39.
En el Centro de Mamíferos Marinos, en Sausalito, donde están los expertos del tema no hay preocupación: se trata de animales migratorios, dicen, que simplemente habrán elegido otro lugar.
¿Qué sabrán los lobos que no cuentan? ¿Vendrá otro gran terremoto a San Francisco? ¿O será que algún intendente, como sucede a veces en Buenos Aires, los metió a todos en una camioneta, les quemó los documentos y los dejó fuera del límite de la ciudad?
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