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Sábado, 11 de octubre de 2014

ASESINO POR NATURALEZA

HISTORIETA Una de las sorpresas del año es un tomo de doscientas páginas firmado por Agustín Graham Nakamura. De ascendencia japonesa pero nacido en Río Negro, formado en la industria audiovisual y actualmente instalado en San Pablo, Nakamura dejó la animación y los storyboards para presentar en Comicópolis el sorprendente Zero Point, una dinámica historia de asesinos a sueldo ejecutada de manera deslumbrante, deudora de Akira, el Ridley Scott de Lluvia negra y Chuck Norris.

 Por Andrea Guzmán

Un joven asesino a sueldo que quiere dejar de serlo. Un maestro despiadado en una ciudad asolada por la mafia. Una chica terrible y triste. Entre influencias de las películas exploitation de los ’80 y la animación japonesa que el autor admiró en su infancia, transita la sorprendente Zero Point, primera novela gráfica de Agustín Graham Nakamura. Publicada en un contundente tomo por la editorial Agua Negra, se trata de un clásico policial cuya particularidad es la indecisión entre la narración del comic occidental y algunas características del manga japonés, y que luego de su presentación en Comicópolis se ha posicionado dentro de los más vendidos en la Argentina, preparando el lanzamiento de su edición brasileña. “Me gustaba la idea del manga, más allá de los aspectos técnicos y el subgenéro de acción que desarrollé, por su capacidad de involucrar al lector y los temas accesibles y cotidianos que toca. En Japón es un género tan exitoso porque mucho de lo que no se dice en la vida diaria tan conservadora se dice en el manga. Es un lugar en el que la gente hace y logra cosas que en la vida real no”, explica su autor.

De ascendencia argentino-japonesa y criado en la provincia de Río Negro, y por lo tanto más cercano a los dibujos animados de televisión que a la tradición historietística local, Graham Nakamura se inició precozmente en el mundo de la publicidad. Su interés paralelo se orientó siempre al dibujo y a partir de ahí su carrera siempre fue bastante cercana a lo audiovisual. Fue ilustrador, dibujante de storyboards –lo que se hace manifiesto en el lenguaje tremendamente cinematográfico de su ópera prima–, diseñador para películas de directores como Pablo Trapero y estudiante de animación en Japón. Ahí mismo, además de perfeccionar su técnica, dirigió Fear, un inquietante cortometraje basado en un dibujo de su adolescencia que ganó variados premios y fue exhibido en Estados Unidos, Corea e Italia.

Radicado en San Pablo, Nakamura recuerda que se pasó la adolescencia viajando de Viedma a otras provincias para conseguir historietas. En esta mixtura de culturas y viajes eternos entre ciudades, se puede encontrar bastante del carácter de su obra, particularmente en el retrato de sus metrópolis y en la apariencia de sus personajes: contemporáneos pero inubicables. “Mi mamá es de ascendencia japonesa, así que en casa había todo tipo de referencias a su cultura”, explica. “Así que cuando me fui para allá no fue tan impactante. Lo más duro fue la enseñanza, muy rigurosa. Es gente muy organizada, muy pacífica y también muy contradictoria. Porque tenés la cultura occidental que se filtra por todos lados, todo el tiempo, y choca de lleno con una cultura propia, que es totalmente diferente, muy estructurada, correcta y seria.”

En el comic conviven influencias y filtraciones de ambos mundos, quizás en la prolijidad de su dibujo y en la precisión de sus planos de acción y violencia que localmente siempre lo han acercado al estilo oriental, pero el desarrollo de un arco argumental es más bien europeo. “Es gracioso, porque acá desde chico me decían que lo que yo hacía era manga. Pero cuando llegué allá los japoneses lo consideraban totalmente dibujo extranjero. Creo que también tiene que ver con un antecedente histórico en la historieta argentina muy fuerte y muy particular que no se dio en ninguna otra parte del mundo”, agrega. Lejos de ser un problema, en este mix de voces hay una construcción de identidad potente y original, que se mezcla en su vibrante ópera prima con la corriente clásica de la narración y el cuidado realismo de su técnica.

Graham Nakamura recuerda que cuando vio Akira en su temprana adolescencia quedó tan impresionado que no pudo dibujar durante meses, y también aclara que hay mucho más de animación que estrictamente de manga en el lenguaje que utiliza. Como un revival del género de acción, Zero Point aparece como rareza en la producción de la historieta argentina actual. Entre la elegancia de su dibujo, una elocuente violencia y diálogos a punta de one liners, la obra de Nakamura sumerge al lector en una ávida lectura de 200 páginas de la vida de Bird, un joven talento del asesinato que está a punto de hacer su último trabajo. En adelante, chicas hermosas con personalidades demoledoras, gatos y, por supuesto, tiros, explosiones y litros de sangre abundan en la historieta que además coquetea con nostalgias cinematográficas eclécticas, a la vez de Ridley Scott, Takeshi Kitano y Chuck Norris, algunos de los favoritos del autor, que para el próximo año ya prepara Wonderland, un volumen de –apenas– 80 páginas compilando algunas historietas que viene dibujando desde los 18 años. “Siempre quise hacer algo que me divirtiera, con una narración bien construida, estructuralmente clásica y sin muchas pretensiones”, explica. “Cuando era niño, todas las películas que veía en la tele eran de detectives que andaban en autos Ford Mustang en el Bronx, asesinos muy cool y algunas cosas muy cliché características de la época. Algo de lo que vi en ese tiempo está un poco plasmado en Zero Point.”

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