OJOS DE VIDEOTAPE ESTRENOS DIRECTO A VIDEO
Los necios de la costa este
En la huella del juvenilismo problemático de Salinger, Burr Steers mezcla autobiografía y ficción y dispara contra su propia clase: la aristocracia del Este norteamericano.
A 52 años de su aparición, El cazador oculto sigue resistiéndose a ser filmada, pero la figura (o la sombra) de Salinger no deja de engendrar guionistas/directores que apuestan a renovar Hollywood desde ese espacio de límites más bien difusos llamado “cine independiente norteamericano”. El caso más conspicuo de los últimos tiempos vendría a ser el de la dupla Wes Anderson-Owen Wilson: Rushmore (aquí conocida como Tres es multitud) y Los excéntricos Tenembaum. El más reciente es el de Igby goes down, la película de Burr Steers que esta semana sale directo a video con el título poco atinado de Las locuras de Igby. Dice Steers que su guión fue concebido originalmente como una novela, influenciado por sus lecturas juveniles de La conjura de los necios (John Kennedy Toole), la novela y los cuentos de Salinger, por supuesto, y algunos films de principios de los años 70, “películas viscerales que hablan de lo que es ser joven y tener todas estas cosas enormes adentro y ninguna manera de expresarlas, de cómo eso lleva a la destrucción”.
No hace falta que Steers lo diga: todo aquél que se asome a su película sin información previa enseguida se descubrirá buscando cuánto hay de Holden Caufield en Igby Slocum (Kieran Culkin, hermano menor de Mi pobre angelito Macaulay). Igby es un adolescente errante, recién despedido de la escuela militar en la que lo depositó su madre –la siempre ausente, egocéntrica Mimi (Susan Sarandon), ahora enferma y postrada en su lecho de muerte–, que intenta encontrar un lugar entre un padre esquizofrénico (Bill Pullman) y un hermano mayor veinteañero, cínico y rapaz republicano con la mira en Wall Street (Ryan Philippe, el de Juegos sexuales, la versión teenager de Las relaciones peligrosas), y busca en vano refugiarse en un padrino y supuesto protector (Jeff Goldblum), que en realidad encarna en sí mismo ese mundo que el protagonista siente tan ajeno.
Pero la cuestión tal vez no sea tanto cuánto hay en Igby de Holden Caulfield como del propio Steers. Sobrino de Gore Vidal (y de Jackie Onassis), director debutante con algunas experiencias aisladas como actor secundario (Pulp Fiction, Los últimos días del disco, Desnudos en Nueva York), frecuentador asiduo de las salitas del off-Broadway, Burr Gore Steers confiesa a los 38 años que hay unos cuantos elementos autobiográficos en el protagonista (él mismo fue expulsado de un liceo militar), pero que lo que comparten autor y personaje es, básicamente, el mundo de pertenencia: una aristocracia algo rancia y ligada al poder político. Aquello contra lo que Igby se está rebelando, dice el autor, es “el privilegio del Viejo Dinero”, “la riqueza y la demencia de varias generaciones de la aristocracia de la costa Este norteamericana”. Un mundo quizás emparentado con el que describía trece años atrás Metropolitan, de Whit Stillman (otro hijo de una familia política neoyorquina).
Steers, que se negó durante años a convertirse en el último eslabón de una “familia de escritores y personas que se llaman a sí mismas escritores”, se entregó por fin a su destino de narrador de la Costa Este tras la muerte de su hermano, víctima del sida. Ninguna afinidad, pues, con la Costa Oeste, esa parte de los Estados Unidos “donde la gente es muy literal y quiere las cosas de una manera más simple y formulaica”.
Igby fue financiada de manera independiente, con el aporte de los actores y de una banda sonora hecha a base de “donaciones” de Coldplay, Badly Drawn Boy, los Dandy Warhols y Beta Band. Tras el discreto éxito delque gozó en su país, Steers se apresta ahora a adaptar Lightning of the sun, la novela de Robert Bingham que considera “el libro de mi generación: gente con dinero, en sus treinta y pico, que ha visto evaporarse la década que va de los 20 a los 30 años”.