Domingo, 28 de junio de 2015 | Hoy
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PERSONAJES La nueva estrella queer de Orange Is The New Black, Ruby Rose
Por Micaela Ortelli
Esta belleza ya era muy conocida en Australia, donde nació. En 2002, cuando tenía 16 años, fue finalista en un reality de modelos organizado por la revista Girlfriend. Al tiempo participó de otro para convertirse en VJ de MTV, cosa que logró. Fue figura en la tevé abierta, posó desnuda para Maxim como parte de una campaña para PETA, es la cara de Maybelline desde hace años. El público de su país supo enseguida que es gay –o genderfluid, como le gusta definirse–; alguien la escuchó hablar de su novia en una fiesta y se lo contó a los chimenteros. La VJ lesbiana de MTV fue noticia durante un rato largo. Diez años atrás parecen prehistoria.
El año pasado Ruby Rose no llevaba mucho viviendo en Los Angeles cuando un director de cine la rechazó para un papel importante, argumentando que no podía interpretar a la chica sexy alguien que se parece a Justin Bieber. En ese momento Ruby se encontró con el tiempo y los recursos para filmar un video terapéutico que venía imaginando desde hace años. “Break Free” lo llamó, y sobre una canción de Butterfly Boucher mostró a una mujer de tacos y ropa ajustada, pelo largo, pestañas postizas y maquillaje en todo el cuerpo, que se deshace de todo y libera una piel habitada por Jean Michel Basquiat y la tortuga Leonardo, entre muchas otras criaturas y leyendas. Una chica hermosísima que se recorta el pelo de la nuca prolijamente, peina con un jopo, arremanga la camisa, y fumando un cigarrillo mira a cámara como Robert De Niro en Taxi Driver: “Are you talking to me?”. Como la idea es que el video se pueda leer también de adelante para atrás, ahí Ruby se venda el pecho y usa un pene de plástico, que por eso no debería tomarse literal, aunque hay días en que se siente más masculina que en otros, dice.
Dos días después de publicar “Break Free”, Ruby Rose tenía 200 mil nuevos seguidores en Facebook. En seguida la convocaron al casting para la nueva temporada de Orange Is The New Black, la serie más vista de Netflix –que contabiliza 60 millones de suscriptores alrededor del mundo–. Jenji Kohan, su creadora, es detectora de tendencias y ya había transgredido con Weeds, que trata sobre una viuda que empieza a vender marihuana. En OITNB (abreviatura de los fans) la protagonista es Piper Chapman, una chica de buena familia que terminó presa por haber viajado con dinero de narcotráfico, idilios de su novia de la temprana juventud Alex, ahora en la cárcel con ella (la serie es un hit: las actrices fueron tapa de Rolling Stone este mes). Kohan dice que esa historia fue la puerta para hablar de otras menos marketineras, que dejaban tocar cuestiones de inmigración y género –o racismo y xenofobia–, por ejemplo. En la serie, situada en la cárcel de Litchfield, están retratadas las comunidades negra, latina y oriental, y hay una reclusa trans; de hecho, Laverne Cox, que interpreta a la estilista Sophia, se convirtió en la primera actriz trans nominada a un Emmy y en tener su escultura en cera en el Madame Tussauds.
Cuestión que la aparición de Ruby Rose en el sexto capítulo de la nueva temporada –online desde hace dos semanas– fue furor: su nombre se googleó cientos de miles de veces en los últimos días, aparecieron compilados de GIFs (Ruby puede levantar una sola ceja, Ruby tiene la boca de Angelina) y una cantidad de mujeres en Twitter dijeron que se harían gays por ella, o que su existencia las hacía dudar de su heterosexualidad. Las chicas del blog feminista Jezebel no alientan ninguna ola de Adeles; advierten a las pakis que no se entusiasmen, que considerar atractiva a Ruby Rose no las hace abiertas, y mucho menos gays –como si fuera algo en lo que uno pueda convertirse, sólo personas lógicas–. La usuaria de You Tube Terri Strange sugiere encerrarla en una escotilla hasta que le salgan arrugas. Para Terri, Ruby le haría mal al feminismo porque es una figura tan sexualizada como cualquier chica de revista; a su descargo lo vieron más de 25 mil personas porque Ruby misma lo tuiteó indignada.
A la chica del momento la crió su madre en Melbourne. Vivieron de prestado y de la caridad de una iglesia y salieron adelante. El único gesto que le reconoce al padre –violento, aparentemente– es su segundo nombre, en honor al boxeador Lionel Rose. Cuenta Ruby que de niña dormía boca abajo para que no le crecieran los pechos, y que un día, de adolescente, se animó y se rapó. En la escuela la insultaban y se burlaban de ella; un compañero llegó a decirle: “Nunca le pegaría a una chica. Pero vos no sos una chica”. Otra vez terminó en el hospital porque le pegaron en la cabeza con una silla. Volvió a dejarse el pelo largo, trató de no llamar la atención hasta terminar el secundario. Dice que la vida para ella empezó entonces. Cuando ganó un premio a la Personalidad Femenina del Año se lo dedicó a los compañeros que la atacaron con las sillas: “¿Dónde están ahora?”, preguntó.
Ella hoy es tapa de revistas, DJ o invitada en las fiestas más cool, it girl. Está comprometida con Phoebe Dahl, la nieta de Roald. Todo lo que postea es celebrado y replicado por miles. Grabó una canción y un video con Gary Go, y por lo pronto, lo de OITNB recién empieza porque todavía se desconoce la historia de su personaje, Stella Carlin. En el taller de costura de Litchfield se está confeccionando una línea de lencería cara –trabajo por el que las reclusas reciben pocos centavos– y a Piper se le ocurre empezar a traficar bombachas usadas, negocio en el que Stella se involucra. Piper no es una lesbiana definida (tenía novio cuando la metieron presa), pero en su momento se enamoró de Alex, hembra fuerte y sensual que le puso pimienta a su vida tan normal. Con esa experiencia, Piper no tarda en darse cuenta de que la nueva reclusa, la chica tatuada de acento casi cockney que lleva su androginia como si fuera la única forma de ser, le gusta. Uno de sus primeros diálogos se hizo GIF: “Pf, mujeres”, dice Stella sobre un comentario entre obvio y tonto de Piper, que pregunta entonces: “¿No te considerás dentro de esa categoría?”. Stella responde: “Sí, pero sólo porque mis opciones son limitadas”. Piper se la queda mirando. Como usted, como todo el mundo.
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