Domingo, 15 de noviembre de 2015 | Hoy
CINE > SINUOSOS Y DORADOS MéDANOS
CINE Hace doce años un grupo de jóvenes de Médanos –provincia de Buenos Aires– armó un centro cultural en la ex estación de tren del pueblo: recibían visitas de artistas como Marcelo Pombo, Alfredo Prior, Francisco Bochatón y Leo García. Una vez al año hacían el festival Estación primavera y cuando se terminó algunos de los involucrados –Ueno, Iasparra, Stecconi, Portillo y Domínguez Bedini– decidieron hacer un documental. Sinuosos y dorados médanos es una película a diez manos enamorada de una forma de producir, autogestiva e independiente.
Por Mercedes Halfon
“Nuestra organización es más como la de un circo”, dice Fernando Mariani, un agitador cultural bonaerense, protagonista junto a Francisco Drisaldi de una de las movidas de pequeña escala más grandes que se recuerden en nuestro país. Todo comenzó hace aproximadamente 12 años en la localidad de Médanos –suroeste de la provincia de Buenos Aires– donde un grupo de chicos y chicas jóvenes decidió nuclearse “para que las cosas pasen” y formar el Centro Cultural Médanos, un galpón en la antigua estación de tren donde se hacían todo tipo de manifestaciones –talleres, recitales, muestras, lecturas de poesía, teatro– para el pueblo entero, que a su vez dialogaban con lo más interesante de la escena indie argentina. Muy pronto empezaron a viajar hasta ese páramo de nombre poético artistas visuales como Marcelo Pombo, Alfredo Prior y músicos como Francisco Bochatón y Leo García, para intercambiar experiencias con los locales en ese árido paisaje. Así fue como en esas oleadas de artistas que llegaban para el festival autogestivo Estación primavera –que se hacía una vez al año y cuyos modos de financiación a veces eran tan disparatados como la rifa de un chancho asado cielo abierto–un grupo de porteños se convirtió en figurita repetida, trabó amistad, de alguna manera enamorados de esa forma de hacer y producir desde un margen que no se siente margen sino centro de su propia órbita.
Ellos son los exquisitos fotógrafos Guillermo Ueno, Ignacio Iasparra, Bruno Stecconi, Marianela Portillo, y el excéntrico poeta y performer Nicolás Domínguez Bedini, que de tanto ir a Médanos y sentirse parte de esa arena, de ese modo de hacer relajado pero a la vez socialmente comprometido con su entorno, decidieron hacer algo definitivo con todas esas experiencias que les pasaban allí: un documental. Así nace Sinuosos y dorados médanos, una película filmada a diez manos, relatada a ocho voces, donde lo que se ve es una superposición de miradas tan entrenadas en detectar lo maravilloso del mundo, que no sorprende que los resultados sean tan brillantes.
El detonante fue enterarse que en 2013 se realizaría el último festival Estación primavera. Así es que este segundo circo, el circo de los “sinuosos” documentalistas, fotógrafos y poetas, un grupo formado un poco espontáneamente, como dice Guillermo Ueno “en realidad no se sabe quién empezó a convocar, siempre tuvimos ganas de hacer algo juntos”, decidió viajar a filmar. Y el proceso, como relata Ignacio Iasparra, fue de gran intensidad: “Filmamos casi todo en cuatro días muy intensos dejándonos llevar con absoluta libertad por lo que veíamos estando allí. Lo único que fue pensado de antemano fueron las entrevistas con los involucrados. Había cosas generales que pensamos en filmar pero nada estaba específicamente guionado, fue lo más parecido a la libertad, con todo el riesgo que eso implica.” Es singular que las cuatro cámaras que miraban todo eso fueran de fotógrafos, aunque para ellos este cambio de registro no fue una dificultad, como cuenta Bruno Stecconi: “Creo que las diferencias entre filmar y fotografiar tienden a desaparecer. Cualquier persona hoy en día puede relatar algo con su cámara. Hay que luchar contra esos lugares estancos que se tratan de generar, en donde las disciplinas no se comunican”. Marianela Portillo agrega: “Filmar para mi es una liberación de la fotografía, es estar en un terreno nuevo lleno de interrogantes, que me da la libertad necesaria de andar persiguiendo la cosa sin saber bien qué.”
Y así se los ve incluso en la película. Escenas grupales, donde los integrantes del colectivo ViAjo – que fue en lo que derivó en Centro Cultural Médanos cuando dejó de existir materialmente para convertirse en algo más cambiante, con apariciones y acciones variables en distintos momentos del año, con nuevas incorporaciones como Pato Novo, Juan Cruz Iglesias y Pichi Gómez– se encuentran en sus lugares de trabajo, o en sus livings, caminando, o encontrándose con sus amigos del colectivo Sinuosos. Si bien hay un recorrido por las acciones que se hicieron en los doce años de actividad del grupo, el documental no pretende ser narrativo, ni cronológico, ni exhaustivo. Es más un “reaccionar a la vida” a la manera de Jonas Mekas, un filmar como reacción a esa forma de hacer arte y política de los medanenses, que tanto los conmueve. Tal como escriben en el texto que presenta la película: “Creemos haber encontrado un lugar donde la vida fluye de la manera que queremos.” El documental entonces, se contagia de ese fluir.
Hay hallazgos poéticos y visuales: un bosque tan repleto de garzas blancas que parecieran estar siendo generadas naturalmente por la vegetación; una siesta en la que lo único que se mueve es el “sapito” que vuelve tornasolada la luz de la tarde mientras riega plácidamente un terrenito; un caballo pastando que se acerca tanto al lente que lo empaña con una exhalación; la encantadora casa de lanas que Francisco Drisaldi heredó de su tía, que parece salida de una novela de Manuel Puig y a la que el sobrino quiere llamar Muito abrigado. Médanos se deja ver en las voces y los cuerpos de los kioskeros, los adolescentes, los niños, los perros y las gitanas que lo pueblan, son capturados por unas cámaras sinuosas, doradas, que en su anarquía dejan entrar destellos de belleza e inocencia.
El colectivo ViAjo – cabe aclarar que es el apócope de los más famosos atractivos de Médanos: las vías y el ajo– fue y sigue siendo un ejemplo de compromiso y autogestión situada en un pueblo y su gente. Y los sinuosos, como observadores y cómplices de ese proceso, generan una película que es también un manifiesto sobre hacer arte: de forma colectiva, festiva, a pura voluntad, sin concesiones estéticas, porque más que centrarse en el resultado, en los objetos, lo que importa es cómo el lenguaje del arte puede transformar la vida de las personas que lo hacen y lo reciben, por fuera de cualquier circuito. Como cierra Guillermo Ueno: “De existir la experiencia artística ésta debería ser algo totalmente vital, entonces lo que algunos llaman obra tendería a disolverse. A nosotros en particular nos apareció esta potencia que fue encontrarnos con esta gente en un lugar tan remoto. Algunos lo llaman arte relacional pero a mí no me cierra ni un poquito la idea. Como somos torpes y necesitamos todavía del entretenimiento del arte cubrimos nuestro amor con películas, libros, fotos pero esperamos algún día poder evitar tal malentendido y entonces, al estar en Médanos con nuestros amigos de acá, de allá y de todas partes, no necesitar de nada más.”
Sinuosos y dorados médanos se proyecta el miércoles 18 de noviembre a las 20.30 en el Cultural San Martín, sala 2. Entrada: $30.
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