Domingo, 31 de enero de 2016 | Hoy
ESCENAS > ANUARIO
Desde 2010, Georgina Ricci, Lila Siegrist y Pablo Montini editan ANUARIO, una publicación-libro que da cuenta de la producción cultural en las artes visuales de la ciudad de Rosario. Pero llamar a ANUARIO un registro o una colección de textos y miradas tiene gusto a corto: se trata también de un manual de aventuras y una forma de intervenir la escena, un mapa amplio de un presente continuo, donde se intersectan arriesgadas performances con distinguidos sponsors: el pulso de una ciudad intensa que tiene sus héroes, sus pioneros, sus jóvenes atrevidos y sus genios.
Por Leopoldo Estol
Sería ridículo quedarnos un segundo más a ver al autor de Los trenes matan a los autos momificado, como se lo ve a Fontanarrosa a través de las mesas del bar El Cairo. Ni soñar con la fantasía de una doble en el clásico y añejo Hotel Savoy: la última reforma del establecimiento marginó al lumpenaje bohemio y prácticamente lo echó de ahí. Para el compadrito que piensa que se las sabe todas y no tiene idea de quiénes son Noemí Escandell, Rubén Naranjo, Juan Grela o Beatriz Vignoli, este libro será su pasaporte al más allá. Después de todo, ya lo cantó Fito, el más allá no queda tan lejos cuando hablamos de Rosario.
ANUARIO en mayúsculas, algo redondeadas, seguidas de un subtítulo que ofrece una cordial invitación: “registro de acciones artísticas 2014”. Decir que se trata de una surtida colección de textos y miradas es poco, porque también se revelan los tantas veces inasibles vectores de la acción colectiva. Para eso Georgina Ricci, Lila Siegrist y Pablo Montini eligen ir más allá de sus propias obras e investigaciones, coordinan, editan y distribuyen con audacia libros con muy cuidado diseño que informan sobre todo. ¿Cápsulas en el tiempo, tal vez? Más bien, un manual de aventuras para curiosos. ANUARIO es la excusa para intervenir Rosario, su escena, con miles de miradas atentas. Ya desde la solapa nos invita a marcarlo, a escribirlo, porque no se trata de una escritura sagrada, sino mas bien de “un escritorio móvil o un taller en la mochila”. Georgina y Lila son artistas. Lila nos cuenta que el ANUARIO arrancó en el invierno del 2010 cuando se encontró con Georgina Ricci haciendo un seminario en Córdoba. Recalca Lila: “Y, como todo lo bueno e intenso sucede fuera de los encierros, en el horario de las comidas y bebidas espirituosas, entre costillares y achuras a la vera de La Cañada, se nos ocurrió hacer una publicación con cierta periodicidad que diera cuenta de toda la producción cultural de las artes visuales de Rosario.” Cuando volvieron, Lila aprovechó el cumple de su hijo para contarle a Pablo Montini cuya formación como historiador brindaba más herramientas. Montini fue drástico: “Hay que hacerlo ya”.
Una vez aceptada la invitación, cuando se abre el libro es posible recortar las palabras de Beatriz Vignoli, en una entrevista a esta poeta, narradora, crítica, traductora, interrogadora de cultos; aquí define influencias y postula a internet bajo la estrella de una gran proveedora de irrealidad: “Hay un montón de tarados que están haciendo ficción sin saberlo, porque están locos y así producen ficciones que a ellos les sirven como mitos, es decir, como realidad alternativa en la que eligen vivir.” Panorama certero de miles de millones de relatos que proliferan superponiéndose en la mente de quien navega y transita las calles. ANUARIO interceptará a los lectores con su materialidad cálida y sus testimonios.
En Rosario no muy lejos de la Facultad de Arte y sus cátedras, sobre la peatonal donde aún hoy la Chicago Argentina desfila la bonanza de sus cosechas se encuentra el centenario Pasaje PAM donde la gente se conoce charlando, haciendo un taller, comprando algún original o mirando una muestra. Vale destacar también, en esas cuadras céntricas, al Club Editorial Río Paraná, lindo y charlado epicentro para una conjunción potente entre arte y literaturas del delta santafesino. ANUARIO da cuenta de ésto y aquello porque es un mapa amplio de un presente continuo, donde se intersectan arriesgadas performances con distinguidos sponsors. Una brocha atada con alambre a un palo de escoba pintando una vidriera gigante, así aparece Lisandro Arévalo dispuesto a pintarnos la cara si nos descuidamos y su cruzada lo llevará a pintar todas las vidrieras de la ciudad, a la cal. Sí, ese recurso que da cuenta del cierre o el cambio de rubro, Arévalo lo invierte y logra gracias a la gestión de Roberto Echen y el CEC liberar las vidrieras de sus deberes como legitimadoras de mercancías. Imaginemos un escaparate pintado por completo de un blanco expresionista y tentacular donde el paso de un dedo tan anónimo dibuja su fantasía... Con tintes de logia borgeana nos enteramos, husmeando este gran libro, que existen reuniones en las que un nutrido grupo de arquitectos revisa las nuevas estéticas surgidas a partir de las casas del Plan Procrear, o también nos asomamos a bellos textos, un tanto más personales como el de Leticia Obeid que narra la ausencia de su madre en el recuerdo del verano. Recordamos a Flor Caterina, miembro junto a Angeles Ascúa y Matías Pepe de la Hermana Favorita, artífice de una prolífica polinización de tribus y sepultada con apenas 27 años por una tristemente célebre fuga de gas: allá donde se encuentre estará creando algo múltiple y divertido, como era ella.
Otra de las historias que emergen es lo que le ocurrió a Fabricio Caiazza cuando formaba parte del peculiar colectivo local llamado Cateaters, o “comegatos” en inglés. Su provocadora propuesta para la 1° Semana del Arte Rosarina convidaba en plena peatonal a los transeúntes a que “aprovechen la señal de cable del vecino”. Era una apuesta sencilla que buscaba subvertir el orden cristalizado. Nadie sacaba provecho de la situación más que unos vecinos dispuestos a compartir señal y así, pagar menos. Rosario/12 lo contó así: “El lema de la intervención urbana fue ‘Enganchate a compartir’, que estuvo compuesta por un stand, sitio web, piezas gráficas y merchandising representando a una supuesta empresa de televisión por cable autoinstalable, la única de la República Argentina”. Pueblo chico, no podía faltar la reacción de una proveedora del servicio, la companía Multicanal, a quien no le resultó nada simpática la propuesta, por lo cual el artista fue demandado penalmente. Lo atrapante es lo que pasó luego, la velocidad de reacción del medio artístico local. El Macro, el museo fundando por Fernando Farina con el aval del ex gobernador Hermes Binner, pide la donación de esta perspicaz obra conceptual para que forme parte de su colección. Así la sarcástica propuesta quedó legitimada a ojos de la justicia y se desligó al artista del apriete empresarial.
Un personaje no muy conocido fuera de su tierra al que ANUARIO le dedica un merecido capítulo es Rubén Naranjo, quien vivió los sesenta con rock irrumpiendo en una prolija conferencia de Romero Brest, apagando la luz junto a Renzi, Escandell y otros colegas, cantando con toda desfachatez que no le presten atención al pope ditelliano. ¿Por qué? Porque veían a Romero Brest y su movida Popteña como algo demasiado clásico, frívolo y tirado de los pelos. No es difícil imaginar esas tensiones pero no hay que quedarse en el choque, hay que animarse a seguir su labor como profesor, activista y compañero potenciando la Biblioteca Popular La Vigil, institución que nace en el seno de un barrio humilde como conjuro a no saber y al deseo por aprender, haciendo libros que fueron una suerte de Pinacoteca de los genios local, acercándose al barrio primero y luego a la ciudad con una producción escurridiza que no es lujo, porque inspira mezclando poesía con pinturas y textos amistosos, didácticos, necesarios. La pequeña biblioteca creció para transformarse en una escuela, una editorial, un observatorio astronómico y una universidad popular antes de que la dictadura se ocupara de desactivarla. A Naranjo no se lo recuerda como artista sino como gestor porque su camino es el mismo que el de Pocho Lepratti, abatido el 19 de diciembre del 2001 y el de tantos otros: construir con lo que hay, ir sumando esfuerzos, dejándolo todo ahí donde falta calma y una mirada amiga.
En la huella que deja la edición de 5 años consecutivos del ANUARIO, desde el 2010 al 2014, cualquiera que se asome podrá ver una foto estilo viaje de egresados en Bariloche, una foto muy grande de creadoras y creadores, con talento para nombrar lo chiquito y sin temor al roce, a lo raro o a caminar por calles desconocidas. Lo confirman el repaso del taller que coordina Fabiana Imola con pacientes psiquiátricos emancipados del lugar de locos por su instinto para ver y pintar una realidad misteriosa y exuberante. Desde otro barrio, Virginia Masau cuenta cómo, desde el arte, ella se integró en un centro de día del noroeste rosarino. Empezó con desconcierto, sin saber bien cómo generar una dinámica colectiva pero en la medida que volvía, los chicos se seguían acercando. Presentándose, preguntándose cosas, tomando mates y jugando con las palabras. Porque ¡las palabras no eran conocidas por todos! Virginia puso el ojo en lo extraño de la jerga que expresa calle y también vida y muerte. Así se hizo fuerte la idea de hacer un diccionario propio que reparara en el léxico de esos chicos. Palabras como engilarse que remite a cuando alguien se retoba (“¿te engilaste, estás enojado conmigo?”), estar papeado o re pasado de cocaína, el tiki tiki que identifica el sonido de los tiros. Así, algo que empezó con una outsider que quería saber más se transformó en otro libro más. Al cual también hubo que hacerle tapas y darle valor. Porque Rosario tiene unas bibliotecas formidables además de un corazón enorme.
ANUARIO se consigue en anuarioarte.com.ar
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