Domingo, 14 de febrero de 2016 | Hoy
FOTOGRAFíA > LENA SZANKAY
La nueva instalación fotográfica de Lena Szankay, Rompecabezas, que puede verse en el Centro Cultural Recoleta y que acaba de inaugurarse en Frankfurt, habla de la formación política de la fotógrafa, que pasó su juventud en Berlín y con su forma no convencional de exhibir –el espectador incluso se puede llevar una foto–, es un cuestionamiento al valor de la imagen en un tiempo donde todos sacamos fotos.
Por Cristina Civale
Tres mesas en zigzag con fotografías tomadas desde un celular protegidas por vidrios. En la pared que recibe al visitante una gigantografía del monumento a Colón. A los lados, ganchos colgados en las paredes desde donde cuelgan a su vez fotografías con escenas de la vida cotidiana porteña que el visitante puede llevarse.
Así está armada, en una triangulación perfecta, la instalación fotográfica de Lena Szankay, Rompecabezas, que puede verse en el Centro Cultural Recoleta y que acaba de inaugurarse en Frankfurt luego de un paso exitoso por Berlín. El rompecabezas de la fotógrafa se arma no solo en cada uno de los espacios donde se exhibe, se arma también alrededor de dos países y tres ciudades. Esos países tienen que ver con la historia de la artista que pasó casi toda su juventud en Berlín.
En el statement ploteado en la pared de Recoleta, Szankay dice algo así como que desde que volvió a Argentina (en 2008) no pudo despegarse de lo político. Sin embargo estuvo en Berlín cuando se derribaba el muro, fue una asistente activa al Love Parade que llenó la ciudad de cuerpos sudados y amor en las calles. Ella misma reconoce que su mirada política se fue forjando en esos tiempos, incluso afirma que su primera muestra, una serie de fotografías en blanco y negro sobre el cuerpo, eran un asunto político como también lo fueron sus registros de los cambios radicales que vivió en la ciudad donde ya no había una pared kilométrica que la dividiera en dos y sus fotos sobre el evento del amor en las calles, el registro de un movimiento juvenil de música tecno fue otra expresión política.
Lo que despista sobre esta declaración es el corpus de obra que se instaló en el medio de su partida de Berlín y esta instalación donde rompe hasta sus propios estándares de exhibición. “Yo llegué a la Argentina ya arriba de los 40 años, y me presento en la escena local con trabajos de cierta época específica de mi vida. Con ello se tiene una percepción algo parcial de mi cuerpo de obra. Mucho de lo anterior no se conoce”, explica Lena y justamente en esas muestras netamente porteñas, más allá de su laboriosidad, se percibía un titubeo, algo inacabado, algo que estaba a punto de brotar pero no brotaba. Es como si con Rompecabezas Szankay hubiese por fin encontrado su voz, mejor su mirada, y ya sin vergüenza se atreve a exponerla. “La muestra Antes del Show que acabo de exponer en Berlín –explica– señala que Rompecabezas, surge de fotografías que hice en el 2005, cuando aún vivía en Alemania. Fue cuando el presidente argentino Nestor Kirchner visitó la Embajada Argentina junto con Cristina Kirchner a quienes tuve a medio metro de distancia mientras yo estrenaba cámara digital. Allí, o sea hace 10 años, comenzó a gestarse esta muestra”.
En Rompecabezas hay un desafío al espectador, no hay fotos colgadas en la pared en un paspartou para ser contempladas, la instalación rompe el canon expositivo y obliga a quien la visita a mover el cuerpo para ver que hay bajo los vidrios de las mesas, obliga a tomar decisiones –si llevarse una foto o no, o cuál elegir o cómo mirar de este modo tan poco usual– o qué mirar. La gigantografía de la estatua de Colón es lo que mantiene al espectador en su zona de confort meramente contemplativa pero para Lena no es una imagen elegida al azar, como nada de esta propuesta. “Me interesa abordar el tema de lo monumental y el culto a la personalidad. Todo tiene que ver con el poder de turno y sus emblemas y sus símbolos –explica–. No importa qué partido sea, o qué intereses se defiendan. Se repiten las estructuras. Cuando cayó la RDA se comenzaron a derribar las estatuas de Lenin y la izquierda puso el grito en el cielo. ¿Cómo se podía negar la historia de esa manera? Era un acto de venganza del ganador de la Guerra Fría. El hecho de presenciar cómo de a poco se iban borrando los símbolos de una era y las marcas físicas de un pasado doloroso (el muro en ese caso) me sensibilizó durante la discusión de la estatua del navegante genovés. También creo que es una imagen esteticamente atractiva, y por eso la elegí”.
Dos ideas se tensan en esta instalación que se diferencia de todo lo exhibido en estos días en Buenos Aires. Rompecabezas hilvana dos conceptos que palpitan en esa puesta tridimensional. Uno es el cuestionamiento al valor de la imagen en un tiempo donde todos sacan fotos, donde las fotos circulan por las redes, donde se pueden descargar hasta el infinito y girar por numerosos dispositivos. Rompecabezas se instala con exactitud en su contemporaneidad y toda ella es una inquisición sobre cómo exhibir hoy en tiempos en los que la fotografía se puede hacer con un electrodoméstico. Rompecabezas instala una pregunta obvia pero nunca antes formulada. A esto suma la tensión en la que pone al espectador a moverse más allá de la contemplación pasiva. Desacraliza las imágenes expuestas sin ponerles valor en dinero, las regala porque el valor es otro. Una ofrenda, una invitación a pensar sobre el arte. Una nueva pregunta que exige en estos tiempos una respuesta. Szankay puso a los espectadores a prueba. “Ellos reaccionaron como yo me imaginé –afirma–. Cuando hay una relación táctil con un objeto, el ser humano reacciona: los vi acariciar la superficie del papel, los vi oliendo las copias, y sobre todo, los vi decidiendo qué imagen se querían llevar o no a su casa: elegían, ponían prioridades. Eso me gustó mucho. Era mi meta”. Estas fotos sacadas con el celular, funcionan como fotos investigadas de un archivo de un diario de una época determinada que pretenden formar –entre todas las piezas–, una imagen completa, total de una época donde la tensión política se estiró hasta casi romper el hilo frágil que la sostenía. “Son pequeñas piezas del rompecabezas –remata Lena–, piezas que encajan la una en la otra, al mismo tiempo que el nombre alude también al tema del espacio mental que ocupa el tema en mi propia cabeza”. Todas estas inquisiciones constituyen decisiones políticas. Advierten el momento exacto en que una etapa del arte se ahoga y hay que expresarlo con decoro pero con inteligencia. Pero sobre todo hay que atreverse a exponer el quiebre y hacer pausa hasta que otro aire redima del ahogo.
Ahora ya se intuye pero el tiempo seguramente confirmará que Rompecabezas se convierte en una de las muestras más inquietantes y felizmente perturbadoras de los últimos tiempos.
Rompecabezas se puede visitar en la sala 9 del CC Recoleta, Junín 1930, hasta el 28 de febrero.
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