Domingo, 13 de marzo de 2016 | Hoy
HISTORIETA > UN HOMBRE NORMAL
Como parte de la muestra Rubén Sosa, de vuelta en casa, se acaba de recuperar la historieta Un hombre normal, una adaptación –hasta ahora inédita en castellano– del cuento “Las hienas” de Enrique Medina. Conocido por su trabajo con Oesterheld, Sosa se exilió en Europa durante la última dictadura, cuando empezaba a dibujar estas tiras, llenas de paranoia y violencia. Celebrada por Georges Wolinski –una de las víctimas de la masacre de Charlie Hebdo–, que la publicó en Francia, es el hallazgo de una muestra que despliega el archivo de Sosa, donado por su familia a la Biblioteca Nacional una década después de su muerte.
Por Juan Manuel Domínguez
“Nunca conocí una historieta más negra, más desesperante que Un hombre normal. Durante varios meses la estuve leyendo una y otra vez, siempre con la misma angustia, dudando si publicarla o no a causa de su realismo.” La frase pertenece a Georges Wolinski, y la escribió para presentar en la revista francesa Charlie Mensuel, en enero de 1978, la publicación de Un hombre normal, la historieta que hoy se exhibe en la Biblioteca Nacional. Una selección de sus páginas forma parte de la muestra Rubén Sosa, de vuelta en casa, que se lleva a cabo en la Plaza del Lector Rayuela y la Sala Leopoldo Lugones, hasta el 30 de abril. Pero la historieta completa por fin se puede leer de este lado del Atlántico ocupando las páginas del indispensable catálogo de la muestra, con prólogo de Alberto Manguel y textos a cargo de Judith Gociol.
Wolinski era el jefe de redacción y fue uno de los dibujantes asesinados en la masacre de Charlie Hebdo. Su frase no terminaba ahí a la hora de describir la obra del dibujante Rubén Sosa, inspirada en un cuento de Enrique Medina (Las hienas, octubre de 1975): “Cuando veo actos sádicos descriptos con tanta precisión generalmente desconfío, pues la mayoría de las veces se insinúa una cierta complacencia, aunque se trate de denunciarlos con violencia. No quiero jugar al juego hipócrita de ciertas revistas que hacen que se indignan de las atrocidades que cuentan para congraciarse con una clientela que nada tiene que ver con usted, amigo lector”.
Un hombre normal es descripta por Gociol, cofundadora del Archivo de Historieta y Humor Gráfico de la Biblioteca Nacional y responsable de la muestra inaugurada el jueves, como una obra a la que hay que leer con la lógica de aquel tiempo. “Sosa estaba escribiendo en caliente. Esa historieta hoy no la hace nadie así. Hay otra metáfora, hay otro procesamiento de lo que pasó. Por eso hay que leerla como si fuera 1976. Por suerte, como Sosa está contando en el lenguaje del policial negro, se puede soportar semejante intensidad gracias al código.”
Es cierto. Un hombre normal es una historieta excepcional, primero, en la obra de Sosa, un dibujante que fue parte de clásicos de la historieta argentina como las revistas Hora Cero, Frontera, donde ya trabajaba junto a Héctor Germán Oesterheld: hicieron juntos una continuación de Ernie Pike. También publicó en El Eternauta, Maribel o Leoplán, y trabajó para editoriales extranjeras como DC, Marvel y Fleetway, y las revistas Vampirella, Alter-Alter o Corto Maltese. Pero no es una obra “excepcional” por distinta, ya que como afirma la viuda de Sosa, Flora Becker, no sólo esta pieza sino casi toda la obra de Rubén tiene un contenido muy dramático de fondo. “Incluso la elección del blanco y negro era algo habitual: la cantidad de negro que usaba Rubén era tal, que las tiras tenían dificultades para ser aceptadas. Después fue blanqueando su obra, porque si no, no hubiera publicado nada. Hasta que empezó a trabajar con el color. No por nada tenía como punto de referencia a Oesterheld. Los temas que prefería eran esos, siempre fueron sus temas.”
La misma Becker cuenta sobre la historieta que leída hoy implica una pieza crucial: una reacción, furiosa, frente a la violencia en la Dictadura. Sosa dibuja la vida diaria de un torturador parapolicial con un surrealismo rabioso, pero lúcido. Sus viñetas, sus ritmos, sus experimentaciones con la página son realmente extraordinarias por el salvajismo y la modernidad que transmiten. “Rubén la empezó a dibujar pocos días después del golpe del 76”, recuerda Becker. “Llegó a contactarse con Enrique Medina, por el cuento original. Ellos se conocían de la ACE, la Asociación de Cine Experimental, que frecuentaban en los ‘60. Rubén empezó a dibujar esto con todos los riesgos que te podés imaginar. Dibujó los primeros dos capítulos basándose justamente en el cuento de Enrique. El 1° de noviembre viajó a Italia para participar en el festival de historietas de Lucca, y llevó consigo los dos primeros capítulos. Tuvo mucha aceptación. Una semana después me llamó y me dijo ‘Yo no vuelvo.’”
Como bien cuenta Becker, la obra fue publicada y continuada ya con Sosa en el exilio tanto en Francia y en Italia con seudónimo: Vito Scrima (Sosa) y Foster (Medina). A pesar de saber de su nombre y sus colaboraciones, Gociol descubrió Un hombre normal en todo su esplendor, su potencia, y su valentía cuando recibió el primero de los tres envíos de la familia de Sosa. “Querían donar más de 500 trabajos de Sosa, donde por ejemplo hay una historieta de los Beatles junto a Oesterheld, para que estuvieran en Argentina. Ayudó mucho que la familia del dibujante Eugenio Zoppi nos hubiera donado antes su obra. Como Eugenio había sido maestro de Rubén, les cerraba que estuvieran juntos. En ese material apareció completa Un hombre normal y ahí fue donde decidimos hacer algo más. Fue la misma Becker quien la tradujo al castellano.”
Gociol describe que la obra y versatilidad de Sosa iba desde “la típica tapa de El Tony donde se veía a una mujer y un hombre con un arma, hasta trabajos políticos o por ejemplo, Down, una historieta sobre una mujer drogadicta dueña de unas imágenes absurdas, muy poderosas. En los 60 trabajó mucho la estética pop, de la época, pero su obra fue hacia la creación de imágenes muy adelantadas a su momento.”
Un hombre normal es prueba de esa capacidad gráfica: cubos compactos con seres humanos, personajes que se funden en otros, cientos de líneas negras por viñeta, un aire febril, de delirio que mezcla Gustave Doré con el documental político y el noir. Es una obra única, que Sosa quiso continuar a su vuelta al país en el 2005, contando en It-Alien, la historia de un alien exiliado que vive en Italia. Falleció a los 68 años, en el 2007, llegando solo a publicar el primer volumen, Tigres de Papier. Las palabras de Sosa, dichas a Mariano Chinelli, hablando sobre sus alumnos enojados frente a su intención de usar como modelo bulones y herramientas en lugar de flores, definen perfectamente sus creaciones: “Tratar bulones y herramientas como flores. ¿Por qué no? Lo ‘romántico’ no está en el objeto elegido (flores, paisajes o hierros) sino en nosotros mismos. Es determinante el modo en que se observa el objeto real así como el que emerge lentamente de la hoja desprendiéndose del otro hasta volverse autónomo. Ese sos vos, no el objeto en sí. Enseñar a observar es enseñar a descubrir nuestra sensibilidad y explorarla.”
La muestra Rubén Sosa, de vuelta en casa se exhibe hasta el 30 de abril en la Biblioteca Nacional, Aguero 2502. La historieta Un hombre normal fue editada de forma completa como catálogo de la muestra.
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