Domingo, 22 de mayo de 2005 | Hoy
TARAS > LA SOCIEDAD DE QUIENES CREEN QUE LA TIERRA ES PLANA
Por Sergio Kiernan
Para entender ciertas cosas es mejor pensar como un niño. Entonces: si un señor está parado en el Polo Norte y otro señor en el Polo Sur, ¿por qué el señor del Polo Sur, que está parado abajo, no se cae? Si usted farfulla que es por la gravedad, es porque le han hecho el shampú y lo programaron para creerse cualquier pavada, como que la Tierra es redonda. La respuesta verdadera es que nuestro amable planeta es plano y redondo como un viejo longplay, que el señor del Polo Norte en realidad está parado en su centro y el del Polo Sur en algún punto de su borde. Y que por eso no se caen.
La teoría de la Tierra plana es un caso más de literalismo bíblico, con su consecuente estela de paranoia. En 1849, el inglés Samuel Birley Rowbotham publicó un panfleto de 16 páginas llamado “Astronomía Zetética: Una descripción de varios experimentos que prueban que la superficie del mar es un plano perfecto y que la Tierra no es un globo”. Rowbotham se pasó los siguientes 35 años editando panfletos, escribiendo artículos y dando charlas, y entre otras cosas buscó cada referencia bíblica a la forma de nuestro planeta. Como todo tipo con una agenda propia, el inglés mezcló lo metafórico con lo descriptivo y sus dos citas cardinales y favoritas eran Isaías 40:22, hablando del “círculo de la Tierra”, y Ezequiel 7:1, con “los cuatro rincones del mundo”. Este es el tipo de frase que pronuncia cualquier pajarón –un político, por ejemplo– pero como están en la Biblia para Rowbotham eran verdaderas literalmente. Y no importa que en una el mundo sea circular y en otra cuadrado: lo que vale es que en ninguna es un globo.
Pero en la segunda mitad del siglo XIX ya no alcanzaba con el argumento de la fe y el planista inglés también los buscó científicos, basándose en informes de la Armada que tabulaban a qué distancia mar adentro se ven los faros. Rowbotham tomó un 1,5 por ciento de los casos que indicaba que los faros todavía se veían a mayor distancia de la posible si el planeta fuera redondo, y descartó el 98,5 que lo dejaban como un ganso. La combinación fue irresistible y Rowbotham murió feliz de ver su Sociedad Zetética Universal con una filial extranjera, por supuesto en Nueva York.
En su versión breve, el modelo plano explica que nuestro planeta no es tal sino apenas una gran planicie en el piso de una gran burbuja en un universo sólido, probablemente de piedra. Esta vasta caverna está iluminada por dos globos brillantes, el Sol y la Luna. El astro rey queda reducido a petardito: tiene apenas unos 50 kilómetros de diámetro. La Luna se gana un ascenso, ya que no es un cascote que refleja la luz solar sino que tiene iluminación propia, aunque de baja intensidad. La Luna desaparece regularmente no porque se interponga la Tierra sino porque se le cruza un cuerpo opaco todavía desconocido. Y si se hace de noche cada día de nuestras vidas es por un abstracto problema de perspectiva que los planistas ni se molestan en explicar.
Como la Tierra no es redonda, cómodamente no tiene arriba ni abajo. El Polo Norte está en el centro del disco, con los continentes acomodados exactamente como en el logo de las Naciones Unidas, coincidencia que alegró a los planistas y les hizo pensar que, secretamente, las grandes potencias están de acuerdo con ellos. La Antártida simplemente no existe: como saben los planistas, después del mar perimetral viene una pared de hielo que en realidad nadie cruzó porque tiene 50 metros de alto.
Pero los de la Tierra plana no usan demasiado tiempo en explicar cómo es la Tierra, ya que su pasión verdadera es decirles mentirosos a los científicos. Para eso, les echan mano a conceptos de los tiempos del fundador, como el del éter. Un ejemplo: si la Tierra se mueve en el espacio, debería irse frenando gradualmente por la resistencia del éter. Pero los mismos científicos afirman que la Tierra no se frena nada. Los planistas señalan la contradicción y denuncian una mentira: los científicos resolvieron el problema diciendo que en realidad no existía el éter y que el espacio sideral es un inmenso vacío. Esta idea “absurda” no puede ser, ya que ¿cómo haría la luz para moverse en el espacio si no tiene sustento? ¿Por qué la atmósfera terrestre no se disipa en el espacio, si todo alrededor está vacío? Los planistas, se ve, nunca escucharon hablar de Einstein –que demostró que la luz no es una onda como el sonido y no necesita ni de aire ni de éter para moverse– y niegan de plano la existencia de la fuerza de gravedad.
En el fondo, dicen los planistas, la conspiración es para negar la divinidad de Cristo. Como claramente dice la Biblia, Cristo resucitó y subió al cielo, se fue exactamente para arriba. Pero si la Tierra es redonda, afirman estos sectarios, no hay realmente arriba ni abajo, porque todo es espacio. Entonces, Cristo no pudo ir para arriba, no exactamente. Por alguna razón, los planistas sienten que esto disminuye la divinidad de Cristo...
La SZU perduró malamente en el siglo XX, todavía editando folletos y tratando a Colón de farsante –el almirante genovés habría sido en realidad un aventurero ruso, que sabía que la Tierra es plana pero mintió para sacarles plata a los reyes católicos–. En 1956 su presidente Samuel Shenton la renombró Sociedad Internacional de la Tierra Plana, justo a tiempo para encontrarse con una novedad inesperada: el programa espacial. Shenton era un veterano y cuando algún periodista jocoso le hizo una nota y le mostró una de las primeras fotos del planeta desde el espacio, se limitó a comentar que “es simple ver cómo una foto como ésta engañaría a un ignorante”. La SITP se dedicó a desmentir ferozmente que existiera un programa espacial, creó el mito de que el alunizaje de la Apolo 11 fue producido en un estudio de Hollywood con guión de Arthur C. Clarke –el de 2001 Odisea del Espacio– y todavía hoy jura que el taxi espacial es una farsa de miles de millones que jamás voló.
El último presidente de la Sociedad fue Charles K. Johnson, nombrado heredero por Shenton a su muerte, en 1971. Johnson vivía en California con su mujer, la australiana y también planista Marjory, que se ofendía si le decían que venía “de allá abajo” porque Australia viene a quedar apenas más hacia el borde de una Tierra que no tiene arriba o abajo. La pareja tenía costumbres como vivir casi en medio del campo, no usar luz eléctrica y gritarles a los que fuman. Pero tenían cierto talento para la publicidad y multiplicaron por diez los asociados, hasta llegar a los 3000 y en lugares tan distantes como la India, Arabia Saudita e Irán. En 1995, la cabaña de los Johnson se quemó con lo que se perdieron todos los archivos de la Sociedad. En 1996 se murió Marjory y en 2001 su marido, lo que dejó a los planistas sin liderazgo.
Lo que queda de esta ideología sobrevive en sitios como www.theflatearthsociety.org, que reúne buena parte de los boletines editados por Johnson e intenta ser un punto de reorganización de la Sociedad, y en www.lhup.edu/~dsimanek/fe-scidi.htm, el curioso sitio de Donald Simanek, verdadero coleccionista de disparates pseudocientíficos.
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