Domingo, 4 de febrero de 2007 | Hoy
DERROCHES > EL AGUA, BIEN DE LUJO EN LAS VEGAS
Se regala en botellitas de diseño, llena piletas con capacidad de tres millones de litros y lagos artificiales tan profundos que allí pueden hundirse barcos; simula lava de volcanes, danza entre rayos y luces, y hasta tiene su teatro propio, el “O”, una compañía del Cirque Du Soleil que cuenta con 80 artistas que actúan dentro, sobre y por encima de 5,5 millones de litros. El agua escasea y por eso Las Vegas, ciudad de la ostentación, la exhibe en todo su valor.
Por José Montero
La ciudad del pecado, del juego y de los casamientos express se levanta en medio del desierto de Nevada, en un mundo donde escasea el agua potable y se vaticina que las próximas guerras serán por la posesión de las reservas acuíferas. Por eso, el agua se ha convertido en el nuevo símbolo del lujo, la ostentación y el derroche en Las Vegas.
Para destilar opulencia, a Las Vegas ya no le bastan los hoteles de 4000 habitaciones, los pisos de mármol, las luces, las mujeres hermosas y las réplicas de maravillas europeas. Tiene que demostrar que le sobra aquello que al mundo le falta. Como en inglés tirar manteca al techo no significa nada, ellos tiran agua.
El Red Rock es uno de los resorts más nuevos y queda en las afueras de Las Vegas. Lo llaman hotel boutique porque su diseño es un poquito menos grasa que la media y porque tiene apenas unos 500 cuartos. La habitación simple cuesta 270 dólares la noche y eso no incluye el desayuno. Todo se cobra aparte. Pero, junto a la recepción, en una mesa, siempre hay decenas de botellitas de agua mineral gratis para los huéspedes o para cualquiera que pase. La pileta de natación, grande como la de Parque Norte, pero mejor, se mantiene a disposición de los pasajeros en cualquier época del año, con una fuente en el centro, aunque sea enero y la temperatura de 10 grados no invite a darse un chapuzón.
El agua envasada como obsequio o gentileza también se ve en los hoteles-casino de Las Vegas Boulevard, avenida principal más conocida como The Strip.
Bajo un techo que simula ser el cielo y que cambia de color con la iluminación, creando atardeceres imposibles, en el Venetian los turistas pueden dar un paseo en góndola por los canales remedados de la ciudad italiana.
Un volcán apócrifo entra en erupción cada hora, por las noches, en la explanada del hotel Mirage. Como el fuego no es suficiente atracción, lo hace sobre hectolitros de agua que circula por cascadas. Detrás de la conserjería hay una pecera de casi veinte metros de largo, y si paga aparte puede ser entrenador de delfines por un día en los estanques ubicados en los jardines secretos del establecimiento.
En el Treasure Island, los dobles de riesgo están cansados de tirarse al agua desde los palos de los barcos piratas que se enfrentan a cañonazos cada noche en un show gratuito. El lago artificial tiene una profundidad considerable, ya que uno de los navíos termina hundido y desaparece bajo la superficie.
Muchos hoteles tienen restoranes donde sólo se sirven frutos de mar, y si va a comer a Spago, en el clásico Caesar’s Palace, puede contemplar un poco más allá cómo la gente tira monedas en una copia a escala de la Fontana di Trevi, y le servirán agua mineral importada de Noruega, en una botella con forma de cilindro.
Sin embargo, el mayor exponente de vanidad acuática quizás sea el Belaggio. Este hotel tiene una enorme alberca que representa, supuestamente, el Lago di Como en Italia. A cada rato se ofrece allí un espectáculo diferente de aguas danzantes con luces, rayos láser y música. Los chorros alcanzan una altura de un edificio de diez pisos, y el sistema de grifos, de punta a punta, tiene un frente de cien metros, lo cual deja a las viejas aguas bailarinas de Interama a la altura de un bebedero seco de Parque Patricios.
Tanta fascinación por el líquido tienen en el Bellagio que construyeron un teatro exclusivo para el espectáculo O, que suena como eau, agua en francés. El show es de una de las tantas compañías del Cirque Du Soleil y cuenta con 80 artistas que actúan dentro, sobre y por encima de 5,5 millones de litros de agua. Es una sucesión de números teatrales y circenses que van de la interpretación callejera a la ópera. Las entradas cuestan cien dólares.
Con igual valor para los tickets, en el hotel Wynn ofrecen Le Rêve, obra del mismo creador de O. Cuando dejó el Cirque Du Soleil, Franco Dragone, un italiano que creció en Bélgica, se puso por su cuenta y ahora es amo y señor en Las Vegas.
Para Le Rêve le construyeron una sala circular con capacidad para 2000 espectadores. En el centro, una pileta redonda un poco más modesta, de 3,8 millones de litros, con plataformas que suben y bajan, fuentes que emergen del fondo y vuelven a esconderse, fuego, palomas, tres payasos de blanco que ponen gorras de baño rojas a todos los pelados del público y mucho más.
Hay 75 artistas y las disciplinas mezclan teatro aéreo al estilo de De la Guarda, danza, acrobacia, fuerza física, música en vivo, clavadismo desde 20 metros de altura, natación sincronizada, un poco de Mundo Marino pero sin orcas y hasta buceo, porque algunos intérpretes se sumergen y no vuelven a aparecer por varios minutos. Los hombres actúan completamente afeitados de pies a cabeza. Por una cuestión hidrodinámica, será. O tal vez sea una decisión artística. Porque las mujeres llevan complejos vestuarios y hasta pelucas, y nadan igual.
En dos momentos del show, desde el techo caen aguaceros dignos del huracán Katrina, pero todo está tan calculado que casi nadie en la platea se moja. Sólo los japoneses que se sientan en primera fila, pero sus localidades incluyen toallones gigantes para que se cubran y se sequen. Ellos, chochos, muertos de risa.
Acostumbrado a las piscinas sindicales o de clubes, el espectador argentino no puede dejar de hacerse algunas preguntas: ¿los artistas se harán la revisación médica?, ¿quién pasa el barrefondo?, ¿los toallones son para llevar?, ¿está calentita?
Le Rêve se presenta como “una colección de sueños imperfectos”, pero quizás esa definición le quepa mejor a la ciudad. Las Vegas fantasea con un mundo donde el agua sobra. Los pronósticos, en cambio, anticipan para la humanidad, y en especial para los países pobres, la pesadilla de la sed.
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