Domingo, 21 de octubre de 2007 | Hoy
PLáSTICA
Los paisajes encierran sentimientos tan comunes a todos que casi podrían considerarse clichés. Y justamente de esos clichés es de donde Haby Bonomo destila la esencia de su pintura: el afán de conmover a quien la mira.
Por Natali Schejtman
Las mismas palabras y sentimientos melosos, floridos, inefables o inconfesables que puede despertarnos una vista panorámica inasible es también lo que convierte algunos paisajes naturales en lugares comunes, probados en sus efectos especiales sobre cuerpo y alma. Por eso, dice el artista Haby Bonomo, a él le interesa la irreverencia de llegar al cliché, en donde encuentra algo cercano a una verdad universal relacionada con la belleza y de donde puede sacar un plus de emoción, indagando y desfigurando al modo impresionista escenas de su vida itinerante. También, encontrando estampas desconocidas de lugares remotos, como un tupido diario de un viaje por lo general inclinado hacia el alejamiento de la urbanidad, al menos en su expresión frenética.
En su muestra Olvidos presenta una serie de paisajes que son producto, justamente, de la memoria de esos viajes por América latina, Africa y Oriente, manipulada por la distorsión de una reproducción que no se propone ortodoxa sino movediza, esfumada y con una carga de nostalgia acentuada por la permanente falta de personas y presencia de huellas. Ya en series anteriores se había dedicado a pincelar evidentes restos humanos: rutas, un ring de boxeo o una cama, todo absolutamente vacío y tieso. Además, el catálogo de Olvidos tiene la forma de un conjunto de tarjetas postales realizadas a partir de sus propias obras, en un doble juego entre el viajero que deja testimonio de los lugares que visita y la "industria" del souvenir.
Pero Bonomo, arquitecto nacido en la Argentina y residente hace décadas en París, reivindica para sí una pintura que no tiene especulación, ni clama por segundas lecturas, si bien desarrolló una teoría de los paradigmas: "Está al borde de lo cursi, del cliché, y ésa es una transgresión. Me parece que hay que hablar de lo que uno conoce. Y además yo creo en el romanticismo, en conmoverse y conmover a los demás. En esa cosa un poco de loser aparentemente anacrónico, pero que por ese lado opone bastante resistencia".
Para potenciar el efecto de globito aparte –y la imposibilidad, en definitiva, de agarrar y quedarse con imágenes capturadas por los ojos porque, a diferencia de un cuadro, no son una "cosa"–, ninguno de estos cuadros llega a los bordes sino que se mantienen como viñetas, lejos de la ciudad y fuera de moda.
Olvidos se presenta en el Museo Sívori hasta el 28 de octubre. Infanta Isabel 555. De martes a viernes de 12 a 19, sábados y domingos de 10 a 19.
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