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Domingo, 9 de diciembre de 2007

HUMOR > EL ESPAñOL MIGUEL BRIEVA: LIBRO Y MUESTRA

El mundo como supermercado

Dios decide cerrar la Tierra porque no es rentable y pone todo en venta: ya no queda nada que no tenga un precio y no hay precio que alguien no esté dispuesto a pagar para tener lo que quiere. Mientras, hasta Bambi y Mickey supervisan la guerra contra las guerrillas y la condición humana ha sido aislada en un laboratorio. Frente a ese escenario, el español Miguel Brieva se ha dedicado a dibujar viñetas en las que captura el sinsentido en el que parece haber caído el mundo. Una muestra en el Centro Cultural de España y el flamante libro Dinero son una manera de consuelo, o camaradería, en medio de la desazón.

 Por Mariano Kairuz

Todo está a la venta: en el mundo según el dibujante español Miguel Brieva (Sevilla, 1974) no hay cosa o persona, esencia o abstracción que no pueda ser cuantificada y convertida en una mercancía con un valor preciso de compra-venta. En las desesperanzadas viñetas de Dinero (Revista de poética financiera e intercambio espiritual) la gran oferta del momento es el planeta Tierra, y Dios –un hombre de negocios, mayor de edad; saco y corbata y aspecto de burócrata– parece haber puesto de remate todos sus contenidos, y a la Humanidad en liquidación total. El Dios de Brieva ha inventado el capitalismo como podría haber inventado casi cualquier otra cosa (por ejemplo, “un nuevo deporte acuático, mi próximo proyecto”), pero desde que lo puso en acción todo en el mundo funciona en torno a ese único sistema operativo.

Con influencias declaradas de Robert Crumb y del humorista gráfico español El Roto (así como una ecléctica selección de referentes visuales y literarios en la que se funden Terry Gilliam y los Monty Python, Jonathan Swift, Duchamp, Gombrowicz), Brieva se lanzó al mercado por su cuenta con Dinero, una revista autoeditada en la que compiló, por insistencia de sus amigos, las ilustraciones que llevaba haciendo por años en un cuaderno como puro hobby. Ilustraciones que giran casi exclusivamente en torno al papel del dinero como centro gravitacional de nuestras vidas; el consumismo, la publicidad, el avance tecnológico indetenible. A lo largo de las páginas del primer tomo que compila tres números de aquella revista (recién publicado en Argentina), un billete impreso accidentalmente con el símbolo que representa al infinito provoca un caos financiero universal; mientras las fuerzas de la ciencia positivista consiguen aislar en un laboratorio las partes insondables de la condición, la autoestima y la conciencia humanas. Todo es capitalizable, todo es comercializable: las cosas más inútiles se transforman en productos de primera o segunda necesidad y la publicidad nos vende hasta aquello que no sólo no necesitamos sino que no queremos (el kit de “Alójese usted mismo una bala en el cerebro”). Los niños son programados mediante sofisticadas pistolas de rayos para convertirse en cretinos iguales a sus padres pero más temprano en sus vidas y con mayor eficiencia. “Los servicios de inteligencia de los Estados Unidos y Disney firman un acuerdo por el cual Bambi y el Ratón Mickey supervisarán personalmente la lucha antiguerrillas en América latina.” Los multimillonarios hacen sentadas públicas por sus derechos; el comunismo es un pintoresco objeto retro. Dios cierra la Tierra porque no es rentable y un pequeño burrito llamado Smuffy se confiesa culpable del 97 por ciento del mal que asuela la Tierra.

Nada nuevo, todo vigente y en expansión.

Las feas artes

Las viñetas de Brieva empezaron como una broma, una pequeña idea para una boutade artística entre amigos, hecha de collages, con dibujos, fotos y publicidades de revistas viejas encontradas en la popular feria de El Rastro cuando vivía en Madrid. En su libro impera la imitación del estilo publicitario norteamericano modelo años ’50 o ’60, con su noción de progreso infinito. Avisos del tipo de los que abundaban en revistas de esos años: “Life, Reader’s Digest, que la gente tiraba, y yo encontraba en la feria en una época de mi vida en que vivía justo enfrente e iba todos lo domingos en busca de material”, le contó Brieva a Radar un par de semanas atrás, de visita en Buenos Aires para la inauguración de una muestra con sus dibujos en el Centro Cultural de España y la presentación de su libro. “Yo en ese momento no sabía que esto es algo que ya hacían los situacionistas: distorsionar la realidad a partir de un material ajeno. Sólo que para nosotros fue más lúdico y casual.” Además de la vieja publicidad —que hoy, con su falsa ingenuidad, ya fue reprocesada como objeto de diseño—, la otra referencia directa a la cultura norteamericana globalizada a la que vuelve una y otra vez Dinero es la de los personajes de Disney: “Se ha usado mucho esto de poner a estos personajes de una manera un poco perversa, como deformaciones de aquel american way of life”, dice Brieva. “Ya lo hacía Robert Crumb hace muchos años. Pero como seguimos en lo mismo, sigue funcionando a la hora de hablar sobre nuestro mundo.”

A pesar de su convicción en el dibujo, Brieva dice que dejó de hacer ilustraciones durante el tiempo que estudió en Bellas Artes. “Es un lugar en el que el comic tiene una reputación bastante baja entre los profesores. Y si bien se aprende de arte contemporáneo, a mí no me interesan ni los materiales tradicionales ni sus canales de distribución. No me parecen reales. El circuito del arte contemporáneo está reducido a una elite, sus subvenciones y becas y el dinero que el Estado destina a cultura. Mientras que con la autoedición hay algo que es mucho más real: si la gente lo compra es porque le gusta lo que haces. Funciona como un chiste: si la gente se ríe, sabes que lo estás haciendo bien.”

Tragar lo que sea

Por momentos, las viñetas de Brieva pueden pasarse de obvias o de cínicas, pero su autor está convencido de que si no ha recibido demasiadas críticas por su retrato impiadoso de la clase media europea es porque “los niveles de cinismo de nuestro mundo hacen que la gente ya se trague lo que sea”. Ese humor salvaje en todo caso, dice, puede ayudar “a reconstruir una conciencia crítica. Mucha gente ha aparcado el pensamiento, y se ha dicho bueno, vale, ya que ha llegado el fin de la historia yo dejo de pensar y me tomo un Cabernet Sauvignon. El posmodernismo es un reprocesamiento de la modernidad justificado por la frustración de una serie de intentos de construir otro mundo, basados en una idea un poco simplista de cómo era el ser humano, o algo así. Muchos intelectuales se han vendido a los grandes medios, tiraron la toalla y sálvese quien pueda. Pero a través de lo lúdico es más fácil reconstruir una esperanza; más al menos que a través de un discurso político convencional, al cual la gente tiene mucha alergia, sobre todo en el Primer Mundo. No en América latina tal vez, donde se impone la realidad, pero en Europa vivimos una irrealidad, un mundo de colores”.

¿Te imponés algún límite en tus dibujos?

—El límite es lo que te hace gracia. Yo no creo que haya ningún límite, pero en el caso de la polémica de las caricaturas de Mahoma, por ejemplo, sabiendo cómo funciona el mundo y los desequilibrios de poderes que hay, es un chiste que yo no haría. Como tampoco lo haría a Bush con una bomba en la cabeza, porque es un chiste malo, los problemas del mundo son más estructurales, no es Bush. Si no el chiste sale en una dirección errónea, la del opresor riéndose del oprimido. Y el humor es gracioso siempre y cuando se dé en condiciones de igualdad.

La muestra Dinero, Consumo Cuidado (Una introspectiva en la obra de Miguel Brieva) se puede visitar hasta el 21 de diciembre en el Centro Cultural de España en Buenos Aires, Paraná 1159. El libro Dinero (Ediciones Ex Abrupto) se consigue en los kioscos de diarios.

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