Domingo, 9 de diciembre de 2007 | Hoy
MúSICA > EL REGGAETóN SEGúN PRINCESA
Sus padres son uruguayos, y ella descubrió los ritmos afro cuando escuchó a su abuelo tocando candombe. Durante un tiempo formó parte de una banda de reggae, hasta que decidió seguir su propio camino, y se dedicó al reggaetón, el ritmo centroamericano que es excluyente en las pistas de baile del mundo. Sólo que ella le da su toque: en su debut Algo para decir elige el “reggaetón consciente”, con letras que vayan más allá del perreo y las rimas hot de Daddy Yankee.
Por Juan Andrade
Aunque no la vea, para Princesa la tierra siempre está. Pueden encontrarla subida al escenario de una disco, bailando, cantando y agitando frente a un público que busca afanosamente pisar sin el suelo. Pero, en momentos así, ella parece recordar que debajo de varias capas de concreto y asfalto, a unos pocos metros se encuentra un elemento básico que se remonta a los orígenes de la especie. Su soundsystem incluye DJ y bailarinas, pero también tambores y proyecciones de imágenes y paisajes con mucho verde y naturaleza. Ella lo explica así: “La puesta en escena es todo lo que uno quiere transmitir. Cuando me preguntan por mi estilo, digo que es ‘reggaetón consciente’. El ritmo está buenísimo para bailar, pero para mí es importante que las letras sean conscientes. Por eso me gusta lo del afro, porque tiene que ver con la raíz del planeta. Y la energía de los tambores y del canto afro me conectan con la tierra, que está ahí nomás, debajo de la pista”. Su discurso, sin embargo, no se agota en el esencialismo: “Beyoncé es rhythm & blues comercial, lo pasan en MTV. Pero tiene una raíz, llevada al mundo de hoy. No digo que haya que cantar sólo afro o volver a la selva. Las cosas evolucionan. La tecnología no es el diablo”.
De todas formas, hubo de transcurrir cierto tiempo antes de que Valeria Goberna se convirtiera en Princesa. Entre los cinco y los veinte años, su vida se asemejaba a un playback permanente con pasitos de baile pulidos frente al espejo, mientras Madonna o Michael Jackson sonaban de fondo. Hija de padres uruguayos, descubrió su debilidad por los ritmos afroamericanos escuchando a su abuelo tocar candombe. Durante una temporada que pasó viviendo en comunidad en El Bolsón, se pasó el invierno grabando sus experimentos vocales combinados con una kalimba y una caja de ritmos en un portaestudio que alguien había dejado por ahí. A la vuelta conoció a Alicia Dal Monte en un taller de percusión afro y le mostró un tema terminado. Y la ex Actitud María Marta la invitó a formar parte de su nuevo grupo, Alika & Nueva Alianza. Princesa participó en el disco Sin intermediarios y giró por el circuito local y por lugares como México y Panamá. Hasta que un día decidió abrirse y encontrar su propio rumbo: “Me encanta el reggae, pero me empezó a faltar el baile, que junto al canto es lo que yo tengo para dar”.
LA VOZ DE LA CONCIENCIA
Fue por 2003 cuando la chica con alias de majestad pop empezó a registrar algunas canciones de su autoría. Guillermo Canale, más conocido como DJ Nim, se entusiasmó con el material y terminó produciendo su debut como solista para el flamante sello Bomboclap Records. Las programaciones de hip-hop, dancehall, raggamuffin y reggaetón de Algo para decir subieron las pulsaciones de los corazones bailarines. Y a medida que se fue abriendo paso en fiestas y pistas alternativas, la voz cálida y visceral de Princesa dejó de ser uno de los secretos mejor guardados del under. “Aunque soy de acá, cuando canto no digo ‘yo’ sino ‘i’. Y hablo de ‘tu’ en lugar de ‘vos’. ¿Por qué? Porque así es el arte, mi manera de expresarme”, aclara. Hoy se la puede escuchar cantar sobre asuntos que rozan lo sentimental, lo espiritual o lo político en decenas de remixes que la tienen como protagonista excluyente, en manos de gente como Marcelo Fabián o Villa Diamante. “Es cierto, hay temas míos por todos lados. Al principio algunas versiones me gustaban y otras no. Pero después pensé que estaba buenísimo, porque es una manera de expandirme como artista de los ámbitos en los que me muevo a otros nuevos”, analiza.
El primer disco, dice Princesa, fue fundamental para abrirse camino y darse a conocer (chequear www.myspace/princesavale). Por estos días está trabajando en su sucesor que, espera, le permitirá cosechar lo sembrado. ¿Cuánto tendrá de ‘reggaetón consciente’? “Mucho. El reggaetón está cada vez más presente en mi música. Lo que me hizo flashear fue la onda latina, porque la salsa y la bachata están ahí, mezcladas. Pero bueno, una persona que baila reggaetón y lo único que escucha es ‘mueve la cadera’ o ‘qué linda que est á nena’, entra en la inconsciencia total y toma birra hasta quedar del cráneo. Podés bailar y tomar cerveza, pero una letra consciente te cambia un poco de frecuencia.”
A la hora de posicionarse dentro del tablero de un género que en los últimos años extendió su radio de influencia desde Centroamérica hacia el resto de la aldea global, se confiesa admiradora de las líricas de Vico C y Don Omar. “No se zarpan, no mandan cualquiera. En cambio, Daddy Yankee no me gusta para nada. El chabón está en la cima, pero en la cima de no sé qué. Espero que no se caiga, porque se va a golpear feo”, arriesga entre desafiante y burlona. Por su carácter, Princesa puede criticar sin ambigüedades ciertos tics de tribus como la del reggae: “Ellos dicen que Babylon los oprime, pero se arman su propia Babylon con sus reglas y sus empresas. Entonces siguen en lo mismo, sólo que se visten de otra forma y se les enreda el pelo”. Pero si bien es cierto que semejante reflexión actuó como disparador de una de sus nuevas letras, también lo es que evita la bajada de línea: “Trato de dejarlas abiertas, y que entren más por el lado del corazón que de la mente. Está en el baile, el cuerpo, las células, el ADN, la información. Tenemos que regenerarnos, para sacarnos un montón de chips implantados que ya no nos sirven para nada. Es como cuando bañás a un perro, que se sacude para todos lados. Bueno, bailando te sacudís todo eso de encima”.
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