Domingo, 3 de abril de 2011 | Hoy
TEATRO > LOTE 77 CUMPLE 150 FUNCIONES
Forjada y estrenada durante el conflicto de la 125, ambientada en un corral de ganado y un baño de hombres, Lote 77 cumplió 150 funciones y una serie de viajes por Latinoamérica desgranando los secretos de la iniciación masculina en el campo. Y lo consigue con crudeza, pero también con lirismo.
Por Mercedes Halfon
El peso y la musculatura, el pelo y su corte, el desempeño como semental, la cantidad de hembras que se fecundan. Ser un varón es sorprendentemente parecido a ser un toro. O eso percibió poéticamente Marcelo Mininno cuando empezó a concebir lo que terminó siendo Lote 77. Y la metáfora fue fructífera: después de cuatro temporadas, ocho mil espectadores, ciento cincuenta funciones en total, Lote sigue en cartel, genera reflexiones diversas y viaja por Latinoamérica como una de las mejores propuestas teatrales que ha dado el Off de Buenos Aires.
La obra se estrenó en plena crispación por el conflicto de las entidades agropecuarias. Mientras la resolución 125 dividía aguas en el terreno de la política, y los dirigentes rurales con las venas del cuello hinchadas llamaban a cortar rutas, en un galpón del barrio del Abasto se estrenaba este trabajo que, a través de la retórica del campo y las ideas y costumbres que recubren el faenado del ganado en nuestro país, se animaba a poner en crisis arraigados presupuestos localistas. Si en ese 2008 la pregunta que se destilaba de los televisores era hasta qué punto el campo era el corazón de lo argentino, Marcelo Mininno y su equipo les dieron una dimensión provocadora y vital a esos tironeados simbolismos. Se preguntaron: ¿Cómo un hombre se construye en varón? ¿Del mismo modo que un novillo se vuelve toro o termina sus días como carne al asador?
Mininno explica que el origen de Lote 77 está cerca de experiencias suyas muy íntimas e inarticuladas en relación con el campo y la masculinidad, que fueron tomando forma a través del trabajo con los actores Andrés D’Adamo, Lautaro Delgado y Rodrigo González Garillo. El cuenta: “Puedo recordar algunas cuestiones que pulsaban en mí en aquel entonces acerca de mi propia identidad. Una sensación de profundo reconocimiento en la figura de mi padre junto a sus tareas rurales. Más concretamente tengo una imagen de un video casero donde juntos castramos un ternero: la cámara panea rápida la espalda de mi padre y por detrás me alcanza a mí intentando tumbar al ternero. El salta y mi cuerpo golpea con el del animal que, en un descuido, logro apoyar de costado contra mi rodilla para acostarlo sobre la tierra del corral. Inmediatamente me arrodillo sobre él. La pierna izquierda sobre el cuello y la pierna derecha detrás del lomo del ternero inmovilizado. Yo, en la cinta, busco la mirada aprobatoria de papá. En un acto casi de revelación, ante aquella imagen pensé: ¿Quién era el ternero, quién el padre y quién el hijo? ¿Qué intenta sostener una estructura que legitima ese triángulo entre quien es castrado, el que enseña a castrar y el que aprende?”.
Es por todo eso que la obra encontró su espacio ficcional en un corral de ganado que también oficia de baño de hombres. Tres ex compañeros de primaria coinciden ahí y repitiendo esos gestos que los llevaron a ser quienes son, hacen un repaso de su historia personal. Tanto el corral como el baño público son terrenos que les permiten desnudarse. Aunque ellos, claro, no lo hagan literalmente. Lote 77 está hecha de un lenguaje teatral poético, en el que las palabras de cada uno de estos hombres son dichas para crear un sentido fuera de la escena. Se le exige al espectador un trabajo de reconstrucción del sentido, del mismo modo que los personajes lo hacen con sus propias identidades, pensándose a sí mismos arriba del escenario. Cada uno cuenta sus rituales de iniciación en la masculinidad: dejar a una chica embarazada y huir, un encuentro furtivo en un mingitorio escolar, aprender a afeitarse con un padrastro ocasional, salir a conseguir trabajo para proveer un hogar. Lejos de la proeza varonil o el chiste soez, los aprendizajes de los hombres son incómodos, dolorosos, dejan una marca en la piel. Como meterse en una estructura de hierro demasiado estrecha.
Y es curioso que una obra que habla sobre la masculinidad y el campo en estos términos sea ya una veterana del Off. Una de esas obras que ya no son ningún secreto y cuya recomendación de boca en boca ha traspasado las fronteras del Abasto. Es que si bien las problemáticas de género son un tema recurrente y hasta un nicho como el del stand up en el teatro de Buenos Aires, los discursos sociales acerca de los hombres permanecían inexplorados. Tal vez esto responda a que, por ahora, y más allá del teatro, los discursos sobre lo masculino son aún los menos permeables a la reflexión. Lote 77 no pretende dejar al descubierto las trampas en las que los varones hétero caen por la sobreabundancia de representaciones que los muestran como protagonistas de propagandas de Axe. No es una cátedra del macho ni del antimacho. Es más bien un poema sobre hombres y vacas. Un poema que, de tan abierto, necesita seguir escribiéndose en quienes lo miran. Por muchas funciones más.
Se puede ver los viernes a las 23.30, en el Teatro del Abasto, Humahuaca 3549. Entrada: $ 40.
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