Domingo, 25 de marzo de 2012 | Hoy
MúSICA > FRANCIS ANDREU, TANGO DESDE URUGUAY
A los 16 cantó frente a Adriana Varela y Jaime Roos, que la conminaron a cantar toda la vida. Diez años después, es un torbellino de irreverencia arriba del escenario que tiene a Varela y a Goyeneche como referentes justificados. Desfachatada, carismática y con un fraseo magnético, la uruguaya Francis Andreu está en Buenos Aires presentando su disco. Hay que aprovechar.
Por Mariano del Mazo
Podrían ser las cuatro de la mañana de una fiesta de casamiento, pero son las diez de la noche en Los 36 Billares. No se escucha el Carnaval carioca sino una exultante versión de “Un boliche”, el tangazo de Carlos Acuña y Tito Cabano. La extraña dama –cuerpo de jocketta, electricidad de rock, cicatriz de riña callejera– arenga, pide coros, despliega un stand up lunfardo y finge enojo con alguno del público que priorizó un plato de ravioles al arte. “Che, ¿qué te pasa Buenos Aires? Chicho: ¡aflojá con la pasta!”
Tiene un influjo poderoso: canta como la Adriana Varela modelo ‘90, aquella brisa refrescante que asomó desde el Café Homero y embelesó a un Polaco Goyeneche reconvertido en insospechada estampita de rockers que veían en él, en su veteranía y decadencia, una especie de sabiduría de otros tiempos. Tal vez a su pesar, ese Goyeneche crepuscular marcó territorios. Francis Andreu, uruguaya, 26 años, separada, coleccionista de perros callejeros, fanática de la música tropical, colocadora de cortinas y administradora rural, se mueve sin traumas en ese campo magnético fraseador. Su punto de partida es el que para el glorioso cantor de Saavedra fue de llegada. Es así. No le pidan credenciales tanguísticas a Francis. Es eso: Goyeneche y Varela. No le pidan más nombres. No le pidan que cabecee. Francis Andreu hace un culto de la espontaneidad y el traje que se puso y que las gacetillas ponen en negrita es el de “Francis, la renegada”. El País, de Montevideo, habló de “tango con championes”.
Dicen que todo comenzó a los 16 años cuando cantó frente a la Varela y a Jaime Roos. “Les gustó mucho lo mío... ¡Me obligaron a encarar una carrera!”, dice, después del recital –el show– de 36 billares. Fuma, toma fernet, se ríe, pregunta, arma escenas, copa la parada y queda claro que le sobra eso que a falta de mejor definición llamaremos carisma. Sólo así no suena tan a disparate su vanagloria del desconocimiento. “No sé nada de tango, no me interesa. Yo quería ser agrónoma. Soñaba con tener un tambo. De hecho, me recibí de técnica rural. Mi único conocimiento de orquestas y esas cosas viene de cuando voy manejando la camioneta y escucho los tangos de Clarín, la radio Clarín. Pero nada. Nunca me gustó el tango cantado y menos por mujeres. Hasta que escuché a la Varela. Después me enamoré del Polaco. Y punto. No me vengan con Bajofondo, con Gotán Project, o con esas cantantes con el trémolo exacerbado. Yo soy feliz con la salsa y la plena.”
Se devora el escenario de un bocado y en gestos y actitud hace acordar a la primera Soledad, a aquel tifón festivalero que renovó el público del folklore argentino. Pero la Sole reverenciaba al menos a Atahualpa. ¿El tango se banca tanta irreverencia? Habrá que decir que su disco Francis está muy bien, que allí interpreta con cierta contención, que frasea con gusto y estilo. En vivo es otra cosa. Un derroche de naturalismo. ¿A Francis Andreu hay que verla o hay que escucharla?
Responde para Radar Jaime Roos: “Escuché por primera vez a Francis en la cava del bar Tabaré, de Montevideo. Era una piba de 18 años, acompañada en guitarras criollas por Nicolás Ibarburu y Ney Peraza, integrantes de Contraseña, mi banda de aquellos tiempos. Me exigieron que fuera. Quedé boquiabierto. Se metió al público en el bolsillo al minuto de comenzado el show. Terminó ovacionada. Más tarde me arrimé y la felicité de diez maneras distintas. Le auguré un estrellato inminente. En Montevideo, su público va desde los tangueros vernáculos hasta los rocanroleros de ley. ‘Hay que estar’, dijera mi amigo Pirucho. En vivo es un huracán. No se la pierda”.
De familia bien, estudió en un liceo francés: “Sé más de Napoleón que de Artigas. Toda mi vida es así. Me gusta tomar birra con el cuidacoches y también charlar con el presidente”. La frase no es metafórica: pasa tardes enteras conversando con José Mujica en su chacra. Ahora está hablando en francés con una señora que programa el festival de Avignon y que quiere contratarla. Es una artista ganadora. Su vida, dice, comenzó a cambiar cuando su hermano le acercó el disco Repertorio, de Jaime Roos. “Para mí Jaime es lo más. Me ha dado grandes consejos. Por ejemplo, cuando me convocaron para una publicidad de puchos Nevada no sabía cuánto pedir. Le pregunté a él; sólo me dijo: ‘Valorate’. Y me valoré. Con esa guita me fui a Europa cuatro meses.”
Francis adora la movida tropical tanto como a los perros. Ambos afanes confluyen en una anécdota. “A los 14 me mordió la boca un perro y me dejó esta marca –se señala debajo del labio–. Mi viejo ya tenía pedido un turno con Ivo Pitanguy, una eminencia en cirugías estéticas. Pero ocurre que fui a ver a Rodrigo al Conrad de Punta del Este. Lo esperamos con otras chicas a la salida. Cuando apareció no podía creer su ángel... Increíble. Me miró y me preguntó: ‘¿Qué te pasó en la cara?’. Le conté lo del perro. Tomándome el mentón el Potro me dijo: ‘Te queda espectacular’. Chau Pitanguy.”
Ahora está ahí en el escenario. Canta “A media luz” y como nadie se prende chucea: “¿Falta letra o falta onda?”. Pregunta si Cacho Castaña sigue internado y canta y baila “La pollera amarilla”. Se desliza por un repertorio clásico: “Mala suerte”, “Las cuarenta”, “Pasional”, “Corrientes y Esmeralda”, “Cristal” y “Mariposita”. Siempre a mil. Cuando se baja de la locomotora, uno se pregunta si no acaba de ver el primer concierto internacional de tango chabón.
Francis Andreu presenta su disco los miércoles de marzo y de abril a las 21.30 en Los 36 Billares, Av. de Mayo 1265.
Reservas al 5353-6670 y 4381-5696 o por mail [email protected].
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