Dom 24.03.2013
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CINE > LA MEMORIA DEL MUERTO, DE JAVIER DIMENT

HEAVY MENTAL

› Por Mariano Kairuz

Vale preguntárselo cada vez que se estrena una película de terror argentina: ¿por qué se hacen tan pocas? Una teoría bastante instalada entre los estudiosos del cine norteamericano argumenta que los períodos de crisis –guerras, quiebra económica, sacudones sociales de toda laya–- inspiran una producción alta y fructífera de cine de género. Ahí están Vietnam y los increíbles films de los ‘70, sus locos con motosierras, montañeses caníbales, miembros de sectas y poseídos. Si efectivamente existe esa correlación, ¿cómo es que el cine argentino no produjo una verdadera, sólida, profusa antología de espantos nacidos de los infinitos espantos de la realidad nacional del siglo XX?

La respuesta siempre llega vaga y trunca, a través de producciones a veces buenas pero aisladas y la ebullición encantadora pero a menudo amateur que presenta año a año el creciente evento Buenos Aires Rojo Sangre. Entre mucho cachivache habilitado aparentemente más por las posibilidades del video (o sea, de filmar barato), se destacan cada tanto raros avatares genéricos hechos con profesionalismo, con ideas, con eficiencia técnica, con buenas actuaciones. Un caso fue el de la comedia negra Diablo, de Nicanor Loreti, que a fines del año pasado redescubrió a Juan Palomino para quienes alcanzaron a verla. Esta semana que viene, el jueves, “solo en cines”, será el turno de La memoria del muerto, de Javier Diment. Una rareza que empieza con una pesadilla lyncheana en la que Gabriel Goity se abre el cráneo en una pileta vacía.

Una película fuerte

Apenas después de la violenta muerte introductoria, tenemos a un grupo de personas reunidas en la casa de la viuda. Son, presuntamente, allegados muy queridos del difunto que, presuntamente también, lo correspondían en su afecto, y el siniestro propósito por el que fueron convocados no tarda en revelarse. Sin arruinarle mucho el postre a nadie, se puede contar que se trata de un sacrificio ritual que el muerto dejó detallado con el objetivo de que se lo traiga de vuelta desde el más allá. De pronto, los deudos se encuentran con que no pueden, o al menos no les conviene, dejar la casa.

“Un poco como en El ángel exterminador, de Buñuel”, dice Diment, citando las influencias que ayudaron a darle forma al segundo estreno en cines de su carrera como director. Porque Diment tiene una película previa, un documental con partes ficcionalizadas titulado Parapolicial negro, que habría merecido un mejor estreno y mejor suerte que la que tuvo con el público. Parapolicial negro era, a su manera, otra película de terror (una basada en esos terrores reales de los que se alimenta la ficción). Al menos en las partes en las que entrevista a Ana Gil Calvo, la viuda de Eduardo Almirón Sena, uno de los agentes reclutados por López Rega para la Triple A.

La memoria del muerto se basa en una idea argumental de un amigo de Diment, Martín Blousson. “Me gustó mucho –cuenta el director– que se mueve dentro del esquema de la película de terror que podía estar habitada por una serie de dramas psicológicos, familiares y personales extremos.” Era, dice, “un juego que me gustaba mucho, que me recordaba a muchas novelas góticas del siglo XIX, como Melmoth el errabundo, de Charles Maturin, en la que un caballero entra en una cantina para refugiarse de una tormenta y se encuentra con tres extraños y cada personaje tiene una historia para contar”.

Justo cuando Diment escuchó esta idea de su amigo, se enteró de que estaba cerrando el concurso de óperas primas del Incaa, así que no durmieron por dos días, y se encerraron a darle forma al guión. “Resultó, y cuando nos llamaron para defenderlo, me encontré con que el jurado había visto un trabajo previo mío, El propietario, un telefilm de terror erótico que había filmado para Canal 7, para el ciclo 200 años, que el canal había aceptado producir y luego no emitió porque les parecía demasiado fuerte.”

El telefilm trataba el tema del abuso a las mujeres y, según confiesa el propio Diment, era efectivamente un poco fuerte. Cuenta que no lo editaban porque la sala de edición del canal es abierta y no querían que nadie preguntara qué era esa cosa tremenda. “Era heavy metal –asegura–. La cosa es que a la gente del jurado que tenía que juzgar mi presentación en el Incaa no le caía tan bien la idea de la violencia explícita y el sexo gráfico, pero finalmente yo quería filmar una de terror que fuera apta para mayores de 13, así que lo aprobaron. Nos volvimos a juntar con mi otro coguionista, Germán Val, y también con Nicanor Loreti e hicimos una reescritura general. Principalmente, hicimos más adultos a los personajes, porque a mí mucho no me interesan los típicos slashers adolescentes, me aburren, y porque quería trabajar con actores profesionales, con mis amigos, y no con chicos de la tele. Creo que uno de los grandes problemas del cine de terror que se hace acá a veces es que las actuaciones son un desastre.”

Los ojos de Lola

Así que ahí están, entre otros, reunidos alrededor del espectro de Goity, Luis Ziembrowski, Jimena Anganuzzi, Ana Celentano, Lorena Vega... y Lola Berthet. Es decir, la viuda. Y una figura clave en una película en la que se cruzan otras influencias: mucho gore, pero en especial “algo del terror psicológico de los ‘70, algo de Suspiria de Argento”, los travellings desenfrenados hacia la casa de Evil Dead de Sam Raimi, y también, dice Diment, “algo de la intimidad enrarecida de Cassavetes, en especial de Faces”. En este cuadro de cine-cinéfilo, Berthet es, proclama, su Bette Davis. “La Bette Davis de Qué pasó con Baby Jane, la de las películas de Aldrich. La de los primeros miedos que tuve frente a una pantalla. Esa mirada rara que hay en ella, y que fui descubriendo en Lola cuando empezamos a trabajar en un personaje secundario, y que terminó por convertirla en la protagonista; un personaje capaz de un amor profundo que cuando uno toma distancia se convierte en un narcisismo exacerbado y enfermo, y luego de nuevo en amor. Esa ambivalencia.”

Los ojos de Lola Berthet, entonces, llegarán a los cines el próximo jueves, tras pasar por el festival de Mar del Plata y por varios de los principales festivales internacionales del género, como Sitges, el Fantasia de Montreal, el Fantastic Fest. “En Fantasia se dio en una sola función, pero tuve dos grandes devoluciones en Internet: al mismo tiempo, dos personas presentes en la sala escribieron sus opiniones sobre la película. Uno decía que era la mejor película del festival, le encantó el suspenso, la actuaciones, los efectos, la fotografía. El otro dijo que era la peor, le puso un cero, y justificó su evaluación con las mismas cosas: suspenso, actuaciones, efectos. Qué sé yo, a mí me parece que es uno de esos momentos increíbles que te da hacer cine.”

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