Domingo, 26 de mayo de 2013 | Hoy
Por Juan Pablo Bertazza
No hay pruebas concluyentes de que la lectura sea una experiencia interactiva. Se escucha hasta el hartazgo, y queda muy bien decirlo (como que leer es bueno y fotocopiar libros es malo), que el lector completa el sentido de lo que alguien antes sugirió –preescribió– en un texto. Quizá Pierre Menard, autor del Quijote. Tal vez algunos experimentos surrealistas. Poco más. Y sin embargo, Arlt en dos, la exposición al cuadrado sobre Roberto Arlt que hasta septiembre se puede ver (mejor dicho: presenciar y mejor dicho aun, vivir) en el Museo del libro y de la lengua, constituye una prueba contundente de que sí, leer es una experiencia interactiva.
Mientras la obra de Arlt acaba de entrar en el dominio público y como si fueran las dos caras de una moneda (o de la luna), esta muestra se divide en dos sectores: “Locópolis” y “Cross a la mandíbula”.
“Locópolis” está dedicada exclusivamente a dos de sus novelas más emblemáticas: Los siete locos y su continuación, Los Lanzallamas. Además de experimentar el martilleo constante de las frases más representativas de sus personajes (con “rajá, turrito, rajá” a la cabeza) y el testimonio permanente de diversos críticos refiriéndose a estas obras (Beatriz Sarlo y Ricardo Bartís, entre otros), esta parte de la muestra logra que el espectador deje de serlo y se convierta en un lector constructivo.
En sintonía con aquella idea de Borges según la cual el primer ejercicio de la crítica debería ser ordenar una biblioteca, un primer juego nos propone elegir, según nuestra opinión, a los siete protagonistas más importantes de esas novelas. Ya que estamos, el que encabeza por robo el ranking es Erdosain, de quien se ofrece un juego de la vida basado en sus inefables vicisitudes existenciales y, por qué no decirlo, neurosis. A esta altura de la muestra, y sin que te hayas dado cuenta, ya estás totalmente adentro de los dos libros, encarnando –es literal– a los personajes a partir de un juego de espejos y máscaras gracias al cual podemos ubicar nuestros ojos en medio de los rostros de Erdosain, El Astrólogo, El Mayor o el Rufián Melancólico durante una de sus reuniones conspirativas. Mientras tanto, aparecen expuestas las ediciones de los libros que leen sus personajes, algunas cartas de tarot y hasta una maqueta que reproduce en miniatura la escena de la colegiala en banco de plaza seducida por Erdosain: un enorme universo metaliterario que nos deja al borde de la locura. Pero lo más atractivo es un panel totalmente cerrado en cuya pared se incluyen una serie de pequeños orificios a partir de los cuales podemos pispiar la habitación donde estuvo secuestrado Barsut: en cada uno de los orificios tendremos una perspectiva, un ángulo distinto –cada lectura es una reescritura– de elementos emblemáticos de ese ambiente como el revólver, un bolso lleno de dólares, las manchas de sangre en el piso.
En esta especie de gigantesca maqueta arltiana, los hallazgos se reproducen en los lugares menos pensados. Por ejemplo cuando, al retirarnos de Locópolis, y al subir la escalera hacia la segunda parte de la muestra, observamos escalón por escalón los hechos más destacables de la biografía de Arlt, desde su nacimiento en el barrio porteño de Flores el 2 de abril de 1900 hasta su muerte en 1942 y la póstuma publicación de su última aguafuerte, El paisaje en las nubes.
La segunda parte de la muestra, “Cross a la mandíbula”, más clásica, menos sorpresiva que la primera, igual invita a adentrarse en las otras caras de ese cubo mágico que es Arlt: sus influencias a partir de un mural plagado de afiches de películas como Metrópolis, y la injerencia del expresionismo en la Buenos Aires descripta por sus novelas; tapas de la revista El Gráfico sobre la célebre pelea entre Firpo y Dempsey. Una máquina de escribir Remington ubicada en el centro de un amplio escritorio, a cuyo lado sobresale de un perchero una hipnótica corbata negra, da en el blanco del clima. Enfrente, una máquina de imprenta nos retrotrae al backstage de su obra: periodismo vertiginoso y tremendamente literario en las páginas de El Mundo, donde era considerado una verdadera estrella; las ediciones de sus infinitas aguafuertes y de sus obras de teatro que, misteriosamente, terminaron desplazando la producción de sus novelas.
Roberto Arlt es, sin lugar a dudas, uno de los escritores más leídos por una crítica literaria que no deja de restaurar su lugar tantos años negado. La muestra Arlt en dos demuestra que también, todavía, puede ser uno de los escritores más vividos por los lectores.
La muestra Arlt en dos propone un paseo interactivo por aspectos de la vida de Roberto Arlt y en especial de sus novelas Los siete locos y Los lanzallamas. Se la puede visitar de martes a domingo de 14 a 19 en el Museo del libro y de la lengua. Las Heras 2555. Gratis.
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