Domingo, 26 de mayo de 2013 | Hoy
MúSICA > YES, GIGANTE DEL ROCK PROGRESIVO, EN BUENOS AIRES
Aunque muchos críticos y cierta parte del público consideren que el rock progresivo es casi un fósil o un estilo vergonzante, lo cierto es que aquellas bandas que reinaron en la primera mitad de los ’70 necesitan ser revalorizadas –algo que, de a poco, fueron haciendo muchos músicos, desde Mars Volta hasta Gustavo Cerati, que en su disco Bocanada sampleó a los holandeses Focus–. Entre todos ellos, Yes es el único grupo que sigue en pie, tocando –sin Jon Anderson, el cantante original, que ya no quiere estar de gira–, con un público cautivo y una postura militante en la defensa de su música. Esta semana estarán en Buenos Aires y antes del show Radar charló con Alan White sobre sus 41 años con Yes, su malestar cuando lo tratan de dinosaurio y cómo fue tocar con John Lennon y George Harrison antes de tener su propio supergrupo.
Por Sergio Marchi
“¿Para qué quieren nuevos grupos? Todos saben que el rock alcanzó la perfección en 1974. ¡Es un hecho científico!” La frase, proferida por Homero Simpson cuando descubre el paso del tiempo y el envejecimiento de la música con la cual creció (además del propio), refleja irónicamente el sentir de muchos amantes del rock de los ‘60 y los ‘70, que con la llegada del punk y las nuevas olas guardaron el morral infestado de patchouli en el armario. De todos modos, la frase de Homero Simpson es discutible por otras cuestiones. ¿No habrá sido 1973 el año de la perfección? ¿Cuál era su parámetro? ¿A qué se refería con perfección?
El 25 de mayo de 1973 se editó Tubular Bells, el debut de Mike Oldfield, que contenía una secuencia de piano inquietante que se había dejado escuchar en El exorcista, obra maestra del terror de William Friedkin protagonizada por la niña prodigio Linda Blair. Era el primer lanzamiento del sello Virgin y llegaría a vender 16 millones de copias. Se lo consideraba la cumbre del rock progresivo (no confundir con progresista, variante que no ha sido patentada de momento); era diferente de todos y prefiguraba el concepto “ambient” que tres años después desarrollaría Brian Eno.
Es verdad que 1974 pareció marcar un tope en el concepto progresivo, un rock que mezcla todos los estilos y los desarrolla ocupando todo el espacio necesario, y más precisamente en su variante sinfónica, donde la salsa de preferencia es la música clásica. Relayer, un álbum simple de Yes, en el que intentaban superar la partida de Rick Wakeman suplantándolo por el suizo Patrick Moraz (que provenía de The Moody Blues), marca un rebaje: el disco contenía tres temas. El anterior, el mastodóntico Tales From Topographic Oceans, incluyó sólo cuatro, siendo un doble. ¿Cuál de los dos era el más perfecto para Homero Simpson?
Lo mismo pasó con Genesis, el otro gigante del sinfonismo, que tocó el cielo con Selling England by the Pound en 1973 y se desbocó con un doble al año siguiente, The Lamb Lies Down on Broadway, que marcó el fin de Peter Gabriel como su cantante. El tanque restante, los paquidérmicos Emerson, Lake & Palmer, chocaron contra su propia máquina en 1973, con su conceptual Brain Salad Surgery, en el que una computadora finaliza el juego: “Soy perfecto. ¿Y vos?”. Al año siguiente, el trío vomitaría un indigesto triple en vivo. 1974 también marcó el final de King Crimson, grupo progresivo puro que sí pareció alcanzar la perfección en dicho año con Red, una refundación del hard-rock que dejó un legado oculto para las generaciones heavy metal por venir. Tan oculto que salvo Iron Maiden (en dosis homeopáticas), hubo que esperar dos décadas para que Radiohead y Tool lo encontraran y le dieran una nueva vuelta de tuerca, cosa que también haría The Mars Volta y Mystery Jets.
Con estos datos, y sumando a Jethro Tull con su satírico Thick as a Brick (1972), una respuesta a la etiqueta progresiva que algunos críticos le pusieron a su genial Aqualung (1971), se puede colegir que el rock que encarnaba la evolución lógica de la especie original, es decir, aquella que encontró en la beatlemanía su caldo de cultivo, y en la psicodelia la oportunidad de esparcirse como pandemia, en algún punto se detuvo. Tal vez por alcanzar la perfección como dice Homero, o quizá porque su carga vital se había agotado. El punk sepultó sus restos.
Tras ese período, un Cretáceo rockero, el rock progresivo cayó en desuso y no tuvo más actividad. Como un volcán que deja de escupir lava, como un río que se seca o..., no es educado decirlo..., como los dinosaurios, extinguidos para siempre.
Alan White, un baterista que en 1970 tenía 20 años y tocaba con John Lennon (ver recuadro), es hoy el orgulloso percusionista de Yes con 41 años de permanencia en el grupo que, aún en actividad, se presenta en el Luna Park el 30 de mayo. Su mujer, con la que se casó hace nada más que 32 años, no muestra celos hacia la mayor permanencia de la banda en la vida de su marido. Alan White es un británico amable que confiesa que se enoja cuando se habla de Yes como de un brontosaurio. “Sí, me enoja –dice y a la vez se ríe–, pero nosotros seguimos haciendo lo que hacemos; somos felices tocando juntos, creando música y viendo un montón de caras sonrientes en nuestros shows. Ese tipo de comentarios está hecho para que las bandas sufran. La gente que pone esos nombres es porque no tiene otra cosa de la que hablar.”
El rock sinfónico tiene mala prensa. Es poco cool que alguien diga que lo sigue escuchando o que reivindique alguno de sus logros. Es el pasado; rocas incrustadas en el humus musical, fósiles cuyos huesos contaminan el progreso. Gustavo Cerati cometió una herejía bien planeada cuando sampleó a los holandeses Focus para su disco Bocanada. Brian Eno fue el único que sostuvo que “el rock progresivo todavía tiene mucho para enseñarnos”, concepto que aplicó a Coldplay (escuchar “Fix You”). El resto prefiere mencionar a King Crimson, y alejarse lo más posible del pelotón más sinfónico: Yes, Genesis y Emerson Lake & Palmer. Las dos últimas bandas se disolvieron con el tiempo y las variaciones; Yes queda entonces como el último dinosaurio en pie. Y su baterista muerde.
“Yo creo que la música progresiva siempre ha sido buena –asegura Alan White–, porque exige las capacidades de escucha de la gente que quiere aventura dentro de la música, en vez de quedarse pegada a la misma clase de cosas una y otra vez. Y realmente tiene una confección muy artística. La música es una forma de arte y la música progresiva encaja mejor en esa definición por su variedad: tiene diferentes climas, distintas partes, y letrísticamente tiene mucho para decir. Siempre pensé que es necesario difundir esta clase de música, porque escuchar progresiva te hace trabajar más con tu oreja que relajarte y mover la patita, que es algo muy común y no requiere esfuerzo alguno.”
Yes no presenta nada nuevo, pero el anzuelo es irresistible para sus fans: presenciar la reproducción en vivo de tres álbumes decisivos. “The Yes Album tiene muchos de nuestros hits radiales; Close to the Edge es como un hito dentro de la historia de la música progresiva, y Going for the One es una parte importante dentro de la carrera del grupo (N. del R.: vuelve Wakeman a Yes, que intenta simplificar su música) con una pieza llamada ‘Awaken’, que es la que más me gusta tocar”, explica White. Una duda: ¿Yes es sinfónico o progresivo? “Ah, una etiqueta para Yes... Realmente no me gustan las etiquetas o nombres para bandas como Yes o para la música en general. Nosotros hacemos lo que hacemos: buena música de Yes, que es muy diferente de todas las demás y tiene su propio estilo. Podríamos llamarlo rock progresivo-sinfónico.”
Alan White es absolutamente consciente del desprecio que despierta el estilo que Yes encarna dentro de la prensa musical. “No sé por qué el estilo tiene tan mala fama, porque el rock sinfónico tiene influencias de áreas muy diferentes de la música, incluyendo la clásica y el jazz. A nosotros nos gustan muchas cosas; escuchamos clásica, jazz, rhythm & blues, rock, y lo que hacemos es una combinación de todos esos estilos en una sola banda. En nuestras canciones, además, incluimos muchos detallecitos vocales que tienen que ver con la armonía de los arreglos que hacían los Beach Boys. Yes es una combinación de muchísimos estilos muy diferentes entre sí.”
Hay gente más pappista que Pappo, que se queja del “nuevo” Yes, que no incluye entre sus filas al cantante emblemático del conjunto, Jon Anderson, revelando otra arista de sus seguidores: su reticencia al cambio. “Jon realmente no quería volver a salir de gira –clarifica White–; yo sigo siendo amigo de él, y hablamos de vez en cuando. ¿Quién sabe? Quizás algún día pueda volver y hacer algunos shows especiales con el grupo. Es un capítulo a futuro. Alguna gente sigue pensando que Jon era lo mejor de Yes, sí, pero John Davison, que está ahora en su lugar, es realmente excepcional en el escenario y como cantante. Tiene una presencia espectacular y un amplio rango vocal.”
¿Se puede hablar de un renacimiento del rock progresivo? Tal vez sí, porque el género se fue revalorizando con el reconocimiento de bandas como Porcupine Tree, Spock’s Beard, Dream Theatre, Mars Volta, la vigencia de Rush, el incansable trabajo de Steven Wilson (ex Porcupine Tree), quien tocó hace poco en El Teatro de Flores. Lo que no resucitó es el rock sinfónico, que quedó como cliché de tiempos perimidos, salvo la flagrante imitación de Marillion en los ‘80 al Genesis con Peter Gabriel. Sin embargo, Yes sigue en posesión de una audiencia cautiva que causaría la envidia de muchas bandas. “Tenemos fans incondicionales en todo el mundo –se enorgullece Alan White–, que realmente creen que lo que hacemos y lo que decimos a través de nuestra música. Recién terminamos una gira de siete semanas y la respuesta de la audiencia ha sido fantástica. Todos disfrutamos mucho tocar de nuevo estos tres discos, y el público pareció encantado. Y además el grupo está sonando extremadamente bien.”
Por otro lado, la remasterización de los viejos catálogos es un éxito para las discográficas, como lo han probado los casos de The Beatles y Pink Floyd, a los que con menos publicidad se han sumado Genesis, Yes y Emerson, Lake & Palmer. Las ediciones de material inédito en DVD ayudan y mucho al público joven que no pudo ver a aquellas leyendas, y a la audiencia lejana como la Argentina, que devora horas y horas de material en vivo también en YouTube. Si bien al rock sinfónico no le ha llegado, todavía, la hora del documental, será inevitable que eso ocurra.
Lo único que falta para un nuevo amanecer es que viejos y nuevos fans salgan del closet y se animen a defender los aciertos del género y a no quedarse callados ante los errores y el paso del tiempo. Después de todo, el tan cool estilo krautrock no es más que una variante alemana del rock progresivo más aburrido, coloreado con un gris berlinesco que siempre queda bien, y casi de la misma edad del rock sinfónico. Eso no quiere decir estar obligado a deglutir un triple en vivo, o un doble plagado de seres de luz que nos invitan a un mundo mejor. Sin embargo, la vigencia de los textos de J. R. R. Tolkien a través del cine, o el aire medieval de la saga de Harry Potter, quizá resulte en una generación adolescente intentando desentrañar Tarkus, para horror de sus padres y beneplácito de sus abuelos. Pero a no temer: la elefantiasis es tratable.
Yes toca el próximo jueves 30 a las 21
en el Luna Park, Avda. Madero 420.
Entradas desde $ 250.
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