Domingo, 10 de abril de 2016 | Hoy
Por Martín Pérez
Cuando Serge Gainsbourg se enteró hacia fines de los años 70 que algo llamado reggae estaba sucediendo en Jamaica, allá fue para su enésima reinvención. A través de Chris Blackwell, el dueño del sello que editaba a Bob Marley, su producción había contratado al baterista Sly Dunbar y el bajista Robbie Shakespeare, la base rítmica mas requerida del mercado. Sólo había un problema: como el inglés de los jamaiquinos era muy cerrado y el de los franceses no era lo que se podía denominar académico, estrella y músicos no lograban entenderse. El clima en el estudio comenzó a espesarse, porque además los jamaiquinos no profesaban el menor de los respetos profesionales hacia sus empleadores, hasta que a Gainsbourg se le ocurrió intentar encontrar algún puente musical. Cuando preguntó qué música francesa conocían, los músicos se rieron y contestaron que eran de Jamaica, por lo tanto no conocían ninguna música francesa. Sly Dunbar agregó, queriendo seguramente ser hiriente: “La única canción francesa que conocemos es una en la que hay una mujer dando grititos y suspirando”. Fue entonces cuando Serge sacó pecho, anunció que esa canción era suya y todo cambió. “Todo el mundo en Jamaica había escuchado esa canción”, le contó Dunbar a Sylvie Simmons, autora de la primera biografía en inglés de Gainsbourg. “No lo podíamos creer”, agregó quien terminó grabando no uno sino dos discos de reggae con el gran mito de la música francesa de la segunda mitad del siglo pasado, el primero de los cuales es el que tiene la famosa versión reggae de La Marsellesa.
En el flamante London Paris, 1963-1971, el compact que Universal acaba de editar en Argentina coincidiendo con los 25 años de la muerte de Serge Gainsbourg –y que además sorprendentemente sería el primero, asegura el sello, en editarse oficialmente en el mercado local–, el período jamaiquino no está incluido. Tampoco lo está la primer etapa de su carrera, más vinculada a la chanson francesa. Como su nombre lo indica, el disco reune las grabaciones que Gainsbourg realizó en Londres, en la segunda mitad de los sesenta y apenas empezados los setenta. Claro que con eso alcanza para ser algo así como un grandes éxitos, abarcando sus temas mas conocidos y por lo tanto también “Je t’aime... moi non plus”, una grabación que no sólo se escuchó en todo Jamaica, sino que el mundo entero supo de su existencia a fines de los sesenta, y si no lo hizo fue porque estaba prohibido hacerlo, lo que incrementaba las ganas de escucharlo. Todo parece indicar que la férrea censura imperante en la dictadura argentina previno a la licenciataria de Polydor de intentar editarla localmente, pero en Brasil lo intentaron, y los tanques terminaron dentro de la fábrica de vinilo de la discográfica, secuestrando toda la edición.
Tal como lo asegura la leyenda, el tema fue escrito por Gainsbourg para Brigitte Bardot, después de que la primera cita entre ambos acabase en una frustración. Al día siguiente, Brigitte lo llamó por teléfono y le dijo que lo perdonaría sólo si le escribía la más hermosa canción de amor que pudiese imaginar. El músico le dedicó dos: “Bonnie and Clyde” y “Je t’aime... moi non plus”. La versión original de la canción, a dúo con la actriz, se grabó en París, pero la que conoció el mundo fue su segunda versión, junto a la que sería el amor de su vida, Jane Birkin, y se grabó en Londres. Antes de Jane, Gainsbourg se la ofreció a Michelle Faithfull, que declinó la invitación. “Desearía haber aceptado”, confesó Faithfull, muchos años después. “No se por qué me negué, pero por entonces recién estaba empezando mi relación con Mick Jagger, y debo haber pensado que a él no le hubiese gustado. Tal vez era demasiado joven, y todavía tenía mucha verguenza”.
La época londinense de Gainsbourg llegó justo después de que el pop británico de los años sesenta tomase por asalto el mundo. “Cuando llegaron esos chicos con las guitarras eléctricas pensé que todo había acabado para mí”, confesó alguna vez el francés, que por entonces ya pasaba los treinta, y no escribía temas sobre el amor adolescente sino sobre literatura francesa, con títulos como “Le rock de Nerval” o “La chanson de Prevert”. “Pensó en regresar a la pintura, y escribió su obituario pop, el decididamente anti twiist “Requiem pour un twisteur”, cuenta Sylvie Simmons en su biografía. Y agrega: “Pero entonces lo pensó nuevamente, y decidió empezar a grabar en Inglaterra”. Es en esa primer reinvención sonora de la que abreva el compilado London Paris, que arranca con “La javanaise”, de 1963, pero cuyo eje son las grabaciones de la segunda mitad de los sesenta, que a pesar de tener un sonido más contemporáneo e internacional, no dejan de contar siempre con un acompañamiento de cuerdas, sin dejarse contagiar por el beat británico del momento.
Siempre más cercano a Bacharach que a los grupos pop, perviertiéndolo a la manera en que siempre lo hizo Lee Hazlewood con la hija de Frank Sinatra, el repertorio de aquellos tiempos de gloria incluye clásicos como “Initials B. B.”, “69 année érotique”, “Comic strip” o “L’anamour”, pero también rarezas como las rescatadas recientemente por la compilación Le cinema de Serge Gainsbourg, instrumentales realizados para el cine como “La horse”, “Roller girl” o “Breakdown generique”. Se toma la libertad, incluso, de agregar la versión de “Bonnie & Clyde” junto a Brigitte Bardot, pero que fue grabada en un estudio parisino. El resultado es un Serge Gainsbourg auténtico aunque concentrado en esos años sesentistas, tal vez el más celebrado por su nuevo público de raices rockeras y anglosajonas, que después de relegarlo en su momento al cajón de los músicos de sus padres, supo recuperarlo en un consumo que alguna vez pudo ser irónico, pero hoy le reserva un lugar ganado por derecho propio dentro de la gran historia de la música pop del siglo pasado.
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