Sábado, 30 de abril de 2016 | Hoy
Por Santiago Rial Ungaro
Y al tercer día, o capaz al segundo, o capaz incluso al otro día de que se confirmara su fallecimiento, El Artista Conocido Como Prince, “resucitó”: si hasta hace apenas unos días buscar y escuchar por YouTube alguna de sus muchísimas grabaciones o perfomances en vivo (bastante a menudo aún mejores que las originales) era un misión imposible, su muerte terminó con el espionaje que censuraba minuto a minuto a cualquier atrevido que quisiera compartir su música sin su consentimiento. La consecuencia es una magnífica avalancha musical que tiene algo de bendición global: una revolución púrpura que incluso supera el furor virtual generado por las muertes de Lemmy Kilminster o David Bowie. Y es que aunque algunos se hayan divertido analizando lo nefasta que podría haber sido su influencia en el rock nacional la verdad es que Don Carlos García Moreno se merece un enorme reconocimiento cultural como divulgador de su obra, al margen incluso de su también impresionante discografía: la irrupción de Charly en Hola Susana a mediados de los 80, disfrazado de Batman y aullando: “¡Escuchen a Prince!”resultó providencial y mejoró la calidad de vida de una generación. Y es que si en los 80 Prince logró acaparar la atención del mundo con una música que no sólo sintetizaba lo mejor de la música negra (desde James Brown a Miles Davis, pasando por George Clinton, Sly & The Family Stone, Jimi Hendrix o Duke Ellington) también asimiló, en la época de Around the World in a Day, a The Beatles, algo inusual en un artista negro –él se resistía a reconocer esta influencia. El video de la entrega de los American Music Awards de 1985, compitiendo nada menos que con Michael Jackson es una buena introducción al personaje: da gusto ver la estudiada y majestuosa arrogancia con la que recibió todos los premios acompañado por The Revolution y su guardaespaldas Lawrence Gibson; pero a diferencia de muchas otras figuras excepcionales del espectáculo, y más allá de las inevitables especulaciones sobre su muerte, el Príncipe se murió en forma, y su vacío solo parece poder llenarlo su propia obra. Su improbable disciplina para lograr ser una celebridad y a la vez lograr tener una enigmática (e inspiradora) vida privada; su carácter a la vez místico y sexópata; la creación de sus estudios-parque de diversiones Paisley Park; sus millonarios derroches en pos de la libertad creativa total; su visita a una disco a Lanús en su única visita al país; sus múltiples intentos de convertirse en otra persona (llámese Camille, O{+>, o detrás de proyectos como The Time, Apollonia Six, Sheila E,,The Bangles, Deschanel, Stevie Nicks, Chaka Kahn y muchísmos más) son ahora todas buenas excusas para escuchar una de las obras musicales más fascinantes y actuales del siglo pasado y de lo que va de este. YouTubealo y escuchalo toda la semana y vas a comprobarlo: nada se compara con Prince Roger Nelson, el caprichoso y genial principito púrpura.
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