Domingo, 19 de junio de 2016 | Hoy
Por Diego Brodersen
Con apenas veinticinco años, Shane Black, nacido en Pittsburgh, Pennsylvania, en 1961, se transformó en uno de los jóvenes maravilla del Hollywood de la segunda mitad de los años 80 y principios de los 90. El éxito de Arma mortal, el film dirigido por Richard Donner y producido por Joel Silver conguión original de Black (según sus propios cálculos, escrito en apenas seis semanas) fue inesperado y gigantesco. La historia del detective veterano de raza negra y el joven policía blanco con ánimos psicóticos redefinió el buddy cop film y el policial de acción en la era pre digital, generando tres secuelas en los años subsiguientes y, en tiempo presente, un reboot televisivo en forma seriada que tendrá su estreno en la señal Fox dentro de algunos meses. Ese envidiable debut profesional se transformaría, como suele ocurrir, en una bendición y una maldición envueltas en el mismo paquete, el primer escalón de un vertiginoso ascenso en el mundillo del cine californiano y el primero de una serie de hits que servirían como vergonzoso contraste, sin demoras ni pudores, ante el primero de los fracasos comerciales del futuro. Al tiempo que disfrutaba del éxito de Arma mortal, Black despuntaba el berretín actoral con un papel secundario en Depredador (no casualmente, la remake del film protagonizado por Arnie Schwarzenegger se trasformará en su próximo largometraje como realizador, con fecha de estreno en 2018) y se ponía a trabajar intensamente junto a Fred Dekkeren el siguiente guión, base de la comedia de horror Escuadrón Antimonstruos. Luego de algunas diferencias con la productora Warner Brothers, Black decidió no firmarel libreto de Arma mortal 2: su idea era matar al personaje de Gibson en el final y la empresa, previsiblemente, no quería saber absolutamente nada con sacrificar una de sus gallinas de oro.
El siguiente borrador de escritura se transformaría eventualmente en El último boy scout (1991), una de las películas más subvaloradas de Tony Scott, donde Black refina y re direcciona la idea del film de acción con pareja despareja e incorpora una versión aggiornada del detective privado con problemas personales de toda índole. De hecho, la trama se pone en movimiento luego de que Joe Hallenbeck (Bruce Willis en su etapa de estrellato post Duro de matar) descubre que su mujer lo engaña con su mejor amigo y colega. La otra pata del bípedo protagónico, un ex jugador de fútbol americano en las malas interpretado por Damon Wayans, incorpora a la trama el crimen que deberán resolver juntos, luego de que su novia (una jovencísima Halle Berry) es asesinada a sangre fría en las calles, cruce casual que Black volverá a utilizar veinticinco años más tarde como uno de los puntos de partida de Dos tipos peligrosos. En 1993, John McTiernandirigió El último gran héroe, basada en un script de Black y David Arnott, parodia del cine de acción con varios niveles de lectura en el cual los lugares comunes del género se transforman en la fuerza motriz de su comicidad y genio. La película fue un imprevisto fracaso de crítica (salvo excepciones) y público que comenzaría a encender señales de alarma en la escueta carrera del joven guionista. Si el guión de El último boy scout fue vendido por casi dos millones de dólares, un precio altísimo en aquellos tiempos, ese record sería superado cinco años más tarde cuando otra de sus historias, la base de El largo beso del adiós (1996), fue adquirida por el doble de ese valor. El film de Renny Harlin no alcanzó siquiera a recuperar el costo del presupuesto de producción en el mercado norteamericano, dando inicio al comienzo de un largo período de ostracismo. “Lo cierto de esos ‘años perdidos’ es que sí estuve trabajando, sólo que de manera menos prolífica y con algunas complicaciones. Fueron trabajos hechos para mí mismo, de reescritura”, confesó Black en una entrevista reciente con el periódico británico The Telegraph. En lo personal, se convertirían en años problemáticos, incluido un consumo constante e importante de alcohol: “Si tu carrera está en una etapa floja y tu vida no va del todo bien y estás triste todo el tiempo y además bebes un montón, deberías considerar la posibilidad de que haya una conexión en todo eso”. Hollywood no perdona.
Pero, en ciertas ocasiones, sí ofrece segundas oportunidades, aunque tal vez sean muchas menos en la vida real que en la pantalla.Ese regreso fue lento y requirió paciencia y constancia. El primer paso fue, además, su debut como realizador, con un film de presupuesto de moderado a bajo que, en la Argentina, ni siquiera tuvo un estreno comercial en salas, relegado al entonces importante mercado del directo a video. Con el título local Entre besos y tiros, Kiss Kiss Bang Bang fue también un retorno al terreno de los relatos detectivescos y al buddy film. Para el casting Black optó por contratar a un actor considerado, por aquellos años, un riesgo en potencia: el ex Brat Pack Robert Downey Jr., quien venía de atravesar un período de graves problemas con el abuso del alcohol y las drogas y de pasar un año y medio en la cárcel. Luego de esa producción casi artesanal –en comparación con la clase de proyectos en los que había estado involucrado–, Black se tomó otro tiempo sabático hasta su regreso a las grandes ligas con la reciente Iron Man 3, un film a priori absolutamente impersonal que, sin embargo, el realizador logró transformar en una creación personal, al menos de manera parcial. Fue el gigantesco éxito de esa secuela (el film permanece en la lista de títulos más taquilleros a nivel global en el puesto número 10) el que volvió a transformar su nombre en un elemento económicamente viable y confiable, y el que permitió recuperar, junto a la confirmación de dos estrellas en el reparto, el cajoneado proyecto titulado Dos tipos peligrosos.
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