Domingo, 19 de junio de 2016 | Hoy
SEIS EJEMPLOS DE PAREJAS DESPAREJAS, PERO CON PLACA.
Kurosawa no sólo trasladó el ethos del western al Lejano Oriente con sus sagas de samuráis e inventó la película de enfermedades terminales con Ikiru sino que, virtualmente, creó la buddy cop film sin ser plenamente consciente de ello. De tono usualmente grave, pero condimentada con pizcas de humor (marca registrada de la casa Kurosawa), El perro rabioso narra la historia de un policía novato (Toshiro Mifune) que pierde su arma reglamentaria y debe recorrer varios círculos infernales para recuperarla. Claro que con la ayuda de un detective veterano y de amplia experiencia en el submundo del crimen (Takashi Shimura), introduciendo de esa manera el tópico de las personalidades enfrentadas de los protagonistas, una de las características más sobresalientes del futuro género. Como dijo alguna vez un estudioso de ese universo, en estas películas hay siempre dos tensiones solapadas: la externa (el crimen o caso a resolver) y la interna (el conflicto entre los personajes centrales).
El film que redefinió y lanzó a la contemporaneidad las historias cinematográficas de parejas de policías fue dirigido por Walter Hill, durante su pico de creatividad artística, y producido (por supuesto) por Joel Silver, virtual fundador del cruce de ese género con el cine de acción. Nick Nolte y Eddie Murphy (en su debut en la pantalla grande) encarnan, respectivamente, a un duro policía de San Francisco y a un reo con salida temporaria transformado por las circunstancias en detective. Hay, por supuesto, varios crímenes en el camino, además de una valija de dinero que pasa por unas cuantas manos hasta llegar a su dueño original. Persecuciones, tiroteos y una legendaria escena a las trompadas que sería imitada, homenajeada y reutilizada hasta el hartazgo son los rasgos definitorios de una película hoy algo olvidada, pero donde está todo lo que tiene que estar. Y todo lo que luego sería clisé, aquí reluciente en su primer uso.
El modelo 48 horas reconvertido en clásico gracias a su gigantesco éxito de público. Nuevamente con elementos interraciales (Danny Glover es el experimentado detective; Mel Gibson el impulsivo y joven policía), la película enciende los motores con una mujer semi desnuda cayendo al vacío desde un rascacielos, idea que su guionista Shane Black reutilizaría, con variantes, en el comienzo de Dos tipos peligrosos. La trama incluye una red de corrupción que vuelve al trauma de origen que todavía era Vietnam en los años 80 y cristalizó los tópicos, códigos y situaciones que atravesarían las decenas y decenas de relatos similares que comenzarían a inundar las salas de allí en más. El elemento de comedia parte del choque de personalidades entre los protagonistas, e incluye una ligera subtrama de celos paternales ante la evidente maduración física y emocional de una de sus hijas. Las secuelas llevarían el sentido del humor más lejos aún, con un pico en Leo Getz, el personaje interpretado con toda clase de excesos por Joe Pesci en Arma mortal 3.
La versión más degradada y grasosa y correosa de la buddy cop movie llegó de la mano de (¿cuándo no?) el realizador Michael Bay y el productor Jerry Bruckheimer, en una historia de acción policíaca que es al cine lo que los pollos inyectados con hormonas a la alimentación. La protección de un testigo reservado y la investigación paralela de un caso de narcotráfico hacen que Will Smith y Martin Lawrence, dos detectives de Miami que además parecen ser mejores amigos, se lleven a las puteadas durante casi dos horas. El film toma bastantes ideas de películas anteriores, incluida la exitosa Un detective suelto en Hollywood, y sería la base de una secuela del año 2003, aún más grandota y chillona y extensa (¡147 minutos!) que la original, y de otra más en plena producción y fecha de estreno estimada para el año que viene.
El desembarco final de la súper estrella hongkonesa Jackie Chan a Hollywood llegó de la mano de Rush Hour, una comedia de policías desparejos coprotagonizada por Chris Tucker cuya excusa argumental incluye un difícil caso de secuestro a resolver. Uno de los eslóganes promocionales destacaba la acción (Chan) y la cháchara (Tucker), y lo cierto es que el gran artista marcial intentó con relativo éxito trasladar su estilo de escenas de riesgo a un contexto mucho más conservador en varios sentidos, como es el de Hollywood. En Hong Kong, el actor ya había realizado varios largometrajes con el formato de pareja policial; uno de los más estimulantes, Police Story 3: Supercop, rebaja los niveles de testosterona de un universo eminentemente masculino haciendo que una de las patas pertenezca al género femenino. De más está decir que la actriz Michelle Yeoh no sólo estuvo a la altura de las circunstancias, sino que da una lección inolvidable a la hora de patear culos.
Las series de televisión aman a las parejas de policías o detectives desde tiempos inmemoriales. Durante los años 70, sin ir más lejos, producciones como Las calles de San Francisco o la inglesa The Sweeney se transformaron en enormes éxitos de audiencia alrededor del mundo. Y si bien el territorio solía ser bien distinto al de los films que llegarían en la década siguiente, con sus relatos más cercanos al whodunit tradicional y algo de Sherlock Holmes en el camino, lo cierto es que la saga de cuatro temporadas de Starsky y Hutch comparte algunas características superficiales con sus hermanos mayores por nacer. David Soul y Paul Michael Glaser encarnan a la dupla de policías de la ficticia Bay City californiana y, montados en su Grand Torino rojo y blanco, intentan resolver un nuevo caso por capítulo, usualmente con mucho éxito. Hay algo de esa obsesión por los autos cool en Dos tipos peligrosos y, seguramente, no se trata de algo casual.
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