La idea fue escaparnos de lo que se estaba y se sigue haciendo. Si el suplemento no se iba a ver en el quiosco, no había necesidad de tanto anuncio, por eso, la clave es una sola imagen que funcione como un poster. La primera tapa fue con una remera del Che, que estaba de moda en ese entonces, los años noventa. Me parecía una provocación ponerla como imagen en un cuadro en el que el Che era una especie de icono. Reírse de uno mismo es uno de los tonos del suplemento.

Apostamos a una síntesis, algo más conceptual. Esa síntesis se fue dando sola: empezaron a aparecer temas en los que no había una foto. Había que inventar una imagen. O si se anunciaba una película, no poner un fotograma. Intentamos hacer una interpretación.

Muchas de las fotos son cosas que están en mi casa: una taza, un lápiz, un muñequito, un mate... porque no hay plata ni tiempo. Lo hacemos con lo que hay. Para mí es fundamental dialogar con los editores para llegar a buen puerto en cada edición, y a veces ellos sugieren la imagen y yo pongo el titular.