El hombre ilustrado
Por Diego Fischerman
Toda obra de arte es un juego con la enciclopedia. La de Caetano Veloso lo es de manera explícita y lo es en ambos términos. Si una canción, una sonata, una sinfonía o una ópera son maneras de seleccionar determinados procedimientos, filiaciones, diálogos con la tradición e, incluso, tradiciones, para Caetano, ya desde la lejana época de “Coraçao vagabundo” o “Superbacana”, de lo que se trata es de integrar, reciclar, reconvertir y fagocitar las fuentes más diversas, de una manera que sólo podría bautizarse como “modernismo brasileño”. Y el juego aparece expuesto en esa serie de apropiaciones pero, también, en las distancias de gato y de ratón que establece, justamente, con la idea de la distancia.
En 1968 grabó “Let It Bleed”, de los Rolling Stones, algo curioso si se tiene en cuenta que sus canciones, a diferencia de las de los Beatles, nunca pudieron independizarse de la marca que significaba la voz de Jagger. No hay versiones (salvo ésta de Caetano, alguna de Eric Burdon y una que otra perdida por allí) de canciones de los Rolling. Es decir, no hay canción de los Rolling comparable a “Yesterday”, por ejemplo, por la sencilla razón de que una canción de los Rolling es inimaginable sin los Rolling Stones interpretándola. Caetano, sin embargo, canta, al principio de su carrera, “Let It Bleed”. Y la convierte, claro, en una canción de Caetano Veloso. En 1971, con Caetano Veloso –un disco de exilio y distancia, cantado casi todo en inglés– el juego toma la forma del ostinatto de “Eleanor Rigby” y de las palabras “better, Bethania”. Después vendría Etrangeiro, con sus enumeraciones de escritores, filósofos y músicos y esa otra enciclopedia, la de la infancia y el mundo de la música latinoamericana que la radio propagaba en los años cincuenta, en Fina estampa. Y “Mano a mano”, de Gardel. Y la mano de Jacques Morelenbaum, inseparable de la de Caetano en esas operaciones de canibalismo y regurgitación.
Ahora es Foreign Sound: un sonido extranjero cuya clave aparece en la primera canción, “Carioca”, de Edward Eliscu, Gus Kahn y Vincent Youmans, donde Brasil es mirado desde afuera y Caetano, un brasileño, canta, decidido, con la “erre” suavizada y los diptongos obligados del inglés, “carriouca”. “So in Love” y una guitarra que lo lleva hacia el universo de la bossa nova; la extraña conformación de la banda –sólo cañas– que acompaña “Smoke in Your Eyes”; la inclusión que suena natural, por otra parte, de “Diana” de Paul Anka o “Jamaica Farewell” de un enigmático Lord Burgess pero hecha famosa por Harry Belafonte; el expresionismo de “Detached”, de Arto Lindsay; “Something Good”, del film The Sound of Music conocido en Argentina como La novicia rebelde; “It`s Alright, Ma (I’m Only Bleeding)” de Dylan, “If It’s Magic” de Wonder, “Come as Yoy Are” de Cobain. En todos los casos, Caetano Veloso inaugura nuevas series. Sus versiones no son comparables con las originales –como no podía ser comparada su “Mano a mano” con la de Gardel– sino que aparentan ser, de manera invariable, canciones nuevas. La escucha “bífida” de la que habla el musicólogo Peter Szendy, en el caso de los arreglos (una escucha que escucha, simultáneamente, el arreglo y la versión original) aquí se despliega –debe desplegarse– en múltiples direcciones. No se trata sólo de la versión y el arreglo sino de los distintos arreglos anteriores que el nuevo comenta. “Nature Boy” ya no es una canción de Edem Ahbez sino que pertenece –siempre distinta– a Art Pepper, Ella Fitzgerald, John Coltrane, Stan Getz, Charlie Mingus, el Modern Jazz Quartet, Nat King Cole, Johnny Hartman, Miles Davis, Peggy Lee, Frank Sinatra e, incluso, a Caetano Veloso, que la había incluido en Totalmente demais, de 1986. Cada canción expande sus juegos y sus enciclopedias. Y, además, en el disco hay una última enciclopedia, la de las dedicatorias: “a Moreno” (su hijo), en “Nature Boy”; “a Pina Bausch”, en “I Only Have Eyes for You”; “a David Byrne” en “Feelings”. Un territorio pequeño pero claramente delimitado de afectos, reconocimientos y saberes.