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Domingo, 27 de junio de 2004

El eslabón encontrado, por Rodrigo Fresán

“Tal vez, pienso, Bukowski sea el eslabón perdido entre Henry Miller y Raymond Carver. Lo pienso ahora, claro. Porque leí a Bukowski antes que a Carver (en las ediciones de Anagrama que llegaban casi a escondidas a la Buenos Aires del Proceso; en la primera fase tan colorida y tan under de la colección Contraseñas con traducciones rebosantes de “coños” y de “pollas”); porque no he vuelto a leerlo desde entonces; y porque, probablemente, ya nunca más vuelva a leerlo.
Tuve la suerte de encontrar a Bukowski en el momento exacto y a la edad justa: cuando la vocación literaria, el sexo, la noche y la alegría de ser un outsider de todo eran una sola cosa. Por lo tanto, Bukowski cumplió su justo cometido: hacer que me olvidara para siempre de Herman Hesse. No recuerdo quién me extirpó a Bukowski de mi organismo. Probablemente fueran Jack Kerouac y Bob Dylan actuando en tándem. O Thomas Pynchon y Kurt Vonnegut. Sí me acuerdo que lo primero que leí de Bukowski (con este tipo de autores iniciáticos el primer libro que se lee de ellos, sea cual fuere, siempre es el único que en realidad cuenta) fue Factótum. Y me sigue pareciendo el mejor aunque hoy se me confunda con todos sus otros libros. No sé por qué, pero podría jurar que a Bukowski le pasaba lo mismo.”

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