La apuesta del perdedor, por Juan Carlos Kreimer
“Hace años que no leo a Bukowski, pero tengo presente el lugar desde el cual escribía: ahí donde la visión de las cosas propias y externas baja a los instintos y vuelve con las construcciones más simples, trayendo los sentimientos más profundos. No tenía ninguna conmiseración con su condición de perdedor. Le apostara a una mujer, un caballo, un trabajo o una mamúa, siempre terminaba mal. Muy pero muy pocos de los que se deleitaron con sus relatos, yo incluido, no lo hubiera soportado en vivo más de media hora, ni hablar de ser su amigo. Me imagino por dónde se pasaba lo que pensáramos de él los intelectuales; de sus contemporáneos los beatniks decía que eran unos maricas. En sus crónicas hay mucho del perdedor que todos somos y sólo Dios sabe los malabarismos que hacemos para que no trascienda. Él se la bancó ahí, sin hacer la menor concesión a cambio de cierto bienestar. Quizás exprimió demasiado su automística, pero dudo que se haya tomado en serio ninguno de sus cuarenta libros. Su descarnada aproximación a todo lo que narraba era su personaje central, más allá de sus historias.”