Domingo, 24 de julio de 2005 | Hoy
Tal parece, por los personajes desquiciados de sus novelas, que es usted un experto en locura, en esquizofrenia. ¿No cree que con la llegada del nuevo milenio y la fantasía del Y2K la esquizofrenia podría considerarse la ideología que comanda el capitalismo?
–El capitalismo ya está llegando a su límite. Uno no puede manejar dos automóviles al mismo tiempo, ver tres programas de televisión simultáneamente, comer 50 Big Mac cada día. El capitalismo necesita diversificarse y en ese camino existe el peligro de que tome el camino hacia la psicopatología.
¿Ha pensado alguna vez escribir acerca de psicoanálisis o es que teme que sus personajes no resistan ese tipo de análisis?
–Mis personajes tienden a habitar espacios psicológicos. Son durmientes que inventan extraños sueños con la esperanza de despertarse a sí mismos. La naturaleza ha diseñado brillantemente nuestros cerebros para que puedan lidiar con ambientes hostiles y peligrosos, salvajes. Esto es totalmente diferente al mundo que habitamos hoy. Es un milagro que podamos sobrevivir 24 horas. Entonces el capitalismo y la cultura del entretenimiento nos mantienen bajo control. Los seres humanos somos extremadamente peligrosos, estamos obsesionados con el dolor y la muerte (parte de nuestra herencia evolutiva) y tendemos a movernos hacia sueños imposibles.
Borges dice que una de las virtudes del Corán es que uno nunca ve los camellos. Sus textos parecen utilizar una técnica similar. Los lectores nunca sabemos del todo qué está ocurriendo. Estamos siempre en el borde, en el límite de algo latente, presente, pero que en última instancia no podemos ver. ¿Es esa realmente su intención?
–No estoy seguro de que sea una descripción justa. En mi ficción trato de alcanzar la verdad inconsciente que yace bajo la superficie de la mente despierta. Nuestra visión del mundo es una ilusión creada por nuestros cerebros, que ha permitido a nuestros ancestros sobrevivir día a día. Nuestro sentido del tiempo, nuestra idea de quiénes somos, hasta la inconciencia misma, es todo una ilusión. Pero ¿es incluso nuestra la idea de la verdad una ilusión? La poesía, la ficción imaginativa, el surrealismo nos da una luz más certera de lo que puede ser un mundo más real.
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