James Dean inauguró no sólo un nuevo tipo de actor sino un nuevo tipo de sex symbol. Antes, Hollywood era el mundo de los hombres rudos, indudablemente viriles –en apariencia, claro está–, o de los caballeros, los hombres de traje; Clark Gable, Humphrey Bogart, Robert Mitchum, Cary Grant, Rock Hudson, Gary Cooper. Marlon Brando y Montgomery Clift ofician de bisagra, los primeros en combinar otra masculinidad, más rebelde, sensible, inestable, incluso excéntrica. Dean la definió: un chico de belleza casi femenina, ambiguo, irónico, frágil, burlón y complejo. Este nuevo modelo tuvo descendencia y se estableció muy pronto en los ‘70 con Brad Davis y Martin Sheen (que “imitó” a Dean en Badlands de Terrence Malick) y se confirmó en Marginados y La ley de la calle de Francis Ford Coppola con Matt Dillon y Mickey Rourke. Hoy, el “tipo” James Dean es casi la regla. Quizá ningún otro actor marca tan bien su descendencia como River Phoenix, que no sólo era muy parecido físicamente sino que falleció casi a la misma edad que Dean (23 años); pero la mayoría de los actores más famosos de estos años serían impensables sin Dean: Leonardo DiCaprio (¿el heredero?), Johnny Depp, el primer Brad Pitt (el de Thelma & Louise), Ethan Hawke, Jared Leto, Michael Pitt y los incipientes John Robinson (de Elephant), Jonathan Rhys-Meyers (Velvet Goldmine y la nueva de Woody Allen, Match Point), Ian Somerhalder (Lost y Las reglas de la atracción) o Nick Stahl (En el dormitorio).
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