A James Dean se lo recuerda por sus tres películas, rodadas en sólo dieciséis meses entre 1955 y 1956: Al este del paraíso de Elia Kazan, donde fue Cal Trask; Rebelde sin causa de Nicholas Ray, donde fue Jim Stark; y la casi olvidable –salvo por él– Gigante de George Stevens, donde fue el hosco Jett Rink. Pero antes tuvo una larga carrera en televisión y teatro. Entre 1947 y 1953 participó en diez piezas teatrales –la más famosa fue El inmoralista de André Gide–, y en veintiocho programas de TV entre 1951 y 1955. Uno de sus últimos trabajos para la pantalla chica fue un spot publicitario en pro de la seguridad en las rutas. Con el vestuario de Gigante, un lazo en la mano y el sombrero vaquero en la cabeza, decía despatarrado en un sillón que ya no se sentía atraído por la velocidad y que tomaba precauciones en la ruta; como corolario, antes de despedirse del público, decía: “Tengan cuidado, pueden salvar vidas, y una de esas vidas puede ser la mía”. El micro nunca salió al aire.
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