Domingo, 6 de abril de 2008 | Hoy
LAS PELíCULAS SOBRE LOS STONES, UNA POR UNA
Godard venía de filmar los disturbios del Mayo Francés, y estaba agotado cuando llegó a Londres a rodar con los Rolling Stones una película que, en los papeles, iba a ser sobre el aborto, los Panteras Negras y dibujos animados políticos –más el protagónico de Terence Stamp, que abandonó– y terminó siendo un relato algo inconexo con el único hilo conductor de la banda dándole forma a una de sus canciones mayores, “Sympathy for The Devil”, en los estudios Olympic, hermosamente iluminados. Godard logró captar el aislamiento de Brian Jones, que moriría poco después: hay largas tomas en las que se lo ve sentado en una cabina, ignorado por todos, tocando una guitarra desenchufada. También consiguió capturar la importancia que había adquirido Anita Pallenberg en el seno de los Stones; es muy fuerte la toma en que se la ve con Keith y Brian cantando los famosos grititos “hoodoo” de la canción. Godard se agarró a piñas con su productor Ian Quarrier durante el estreno: no estaba conforme con la versión final. Según él: “One Plus One es una colección de fragmentos fragmentados”. Dijo Mick Jagger: “Se celebraron muchas reuniones en habitaciones de hotel londinenses, intentando que Jean Luc Godard explicara sobre qué trataba la película. No se supo jamás”.
Con esta película, Mick Jagger, siempre ideólogo y empresario, quería igualar Magical Mystery Tour de Los Beatles. La idea era mezclar la música con números de circo, en un espectáculo moderno y algo grotesco. Se rodó en tres días, del 10 al 12 de diciembre de 1969, durante 18 horas, en los estudios InterTel de Wembley. Tocaron Jethro Tull, Taj Mahal, Marianne Faithful, un supergrupo llamado Dirty Mac con John Lennon, Eric Clapton, Mitch Mitchell (de la banda de Jimi Hendrix), Keith Richards en bajo, Ivry Gitlis (más Yoko Ono, a los pies de su pareja, y luego añadiendo su voz a la mezcla final), The Who y finalmente los Rolling Stones, que fueron grabados a las dos de la mañana. Durante su actuación, se ve a Lennon bailando en verdadero trance.
A Mick Jagger no le gustó el resultado. Creía que los energéticos Who superaban ampliamente en calidad e intensidad a los Stones. La película quedó en manos del entonces manager Allen Klein, que recién la lanzó en formato VHS veinticinco años más tarde. La banda no estaba demasiado entusiasmada por recuperarla. Fue la última aparición de Brian Jones con los Stones.
Los grandes documentalistas norteamericanos Albert y David Maysles se unieron a los Rolling Stones en la gira que le puso fin a los años ‘60. Hay registros brillantes de shows en el Madison Square Garden y otras paradas, y un gran hipersensual momento de Tina Turner, que era la artista soporte junto a su marido Ike. Pero probablemente nadie esperaba lo que iba a suceder. El concierto final, gratuito, en el desértico circuito automovilístico de Altamont, fue una verdadero derrumbe del sueño de la contracultura y el hippismo. Para evitar a la policía, los Stones cometieron el error de contratar como seguridad a los Angeles del Infierno de la Costa Oeste. Todo terminó en el desastre: uno de ellos asesinó a puñaladas al fan Meredith Hunter, que por algún motivo llevaba un arma en la cintura, y todo queda registrado por las cámaras. El crimen ocurrió a metros de la banda, que estaba tocando. Los Maysles registran desolación, los grandes espacios inhóspitos del sur de California, muchos chicos desangelados, drogados, llorando, peleando. El momento de tensión de los Stones sobre el escenario mientras ocurría el asesinato es de los más espeluznantes jamás registrados en un documental musical. Hace unos meses, se supo que los Angeles del Infierno planearon seriamente asesinar a Jagger después de lo sucedido en Altamont y, por supuesto, fracasaron. Una gran película; un verdadero clásico.
El célebre fotógrafo Robert Frank, autor de Los americanos, se unió a los Rolling Stones en la gira de 1972 con una cámara Super 8 y garantía de acceso a la intimidad de la banda. Pero se perdió algunas cosas, como la visita de la banda a la mansión Playboy (Hugh Hefner le prohibió al entrada). Había otros famosos cubriendo la gira: Truman Capote, Terry Southern, Robert Greenfield. Frank hizo un ejercicio de cinéma-verité, y registró la decadencia de detrás de escena –no se ve mucho a los Stones en el acto de consumir drogas, salvo algunas breves y movedizas escenas–, pero se los ve con detenimiento en el después, muy drogados, sobre todo a Richards, que en una larga y penosa escena dormita entre los brazos de una groupie. Frank también lo filma arrojando un televisor por la ventana (en una escena montada, para nada espontánea, que no oculta su producción), y a Mick Jagger con su esposa Bianca saliendo de día de campo. Frank terminó preso por ayudar a Richards a pegarle a un paparazzi en Rhode Island. Como no tenía muchas escenas escabrosas, en un vuelo a Pittsburgh “montó” una orgía simulada. La película nunca se editó ni se distribuyó, y sólo puede verse en versiones pirateadas o en festivales de los que participa Robert Frank –ésa fue la condición de los Stones–. Una rareza que vale la pena rastrear.
Los conciertos que registra en realidad se filmaron en 1981, y son dos, los correspondientes a Arizona y Nueva Jersey. El retraso se debió a que Hashby tuvo una sobredosis durante el rodaje en Phoenix, y todo debió esperar a su recuperación. La película es floja y aburrida, apenas un concierto regular en un escenario francamente horrible, lleno de plataformas rosas y largos pasillos por los que Mick Jagger hace su rutina de corridas que ya es habitual. El inicio de los Stones como espectáculo de grandes estadios. Hay, sin embargo, algunos grandes momentos: la versión de “Honky Tonk Women” con muchas mujeres sobre el escenario incluida Jerry Hall, la mujer de Mick, y el momento en que Keith Richards golpea con su guitarra a un fan que se sube clandestinamente al escenario (hacía poco que habían asesinado a Lennon, y la paranoia cundía). Esta es la película que se eternizó en la trasnoche de cine de barrios de Buenos Aires y en videobares de la ciudad y de la costa, especialmente de Villa Gesell. Esta película fue una de las responsables del fanatismo stone argentino, y la acompañó el disco rolinga por excelencia, el registro en vivo de la gira llamado Still Life.
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