El hombre del escándalo
por Mariana Enríquez
Si estas cartas salieron de la esfera privada fue porque Viggo Mortensen, convertido en superestrella gracias a su personajede Aragorn en El Señor de los Anillos, decidió difundirlas por Internet, furioso por el gesto de autocensura de la revista Time.
Mortensen es un bicho raro en Hollywood. Nació en Nueva York, se crió en Dinamarca y Argentina y hace poco se lo vio en CNN tomando mate durante una entrevista, hablando en porteño y deseándole buenos augurios a su adorado San Lorenzo de Almagro. Su carrera oscila entre personajes de galán sofisticado en bodrios caros (G. I. Jane de Ridley Scott o Un crimen perfecto, con Gwyneth Paltrow) y papeles respetables en films de segunda: el protagonista de Indian Runner, opera prima de Sean Penn (que anduvo paseándose por Irak haciendo campaña antibélica); el paralítico que le robaba la escena a Al Pacino en Carlito’s Way; el enamorado de Retrato de una dama de Jane Campion; otro hispano en La pistola de mi hermano de Ray Loriga. Es muy raro que contraten a este guapo cuarentón de ojos azules como fiordo noruego para papeles de hispano, pero como en general hace de argentino y habla un castellano perfecto, vaya y pase.
La otra parte de su vida, anterior a la actuación, la dedica a la pintura y la fotografía. Como pintor, Mortensen es del montón. Como fotógrafo es notable, cosecha elogios y expone con frecuencia: sus imágenes del rodaje de El Señor de los Anillos son de una fascinante delicadeza. Entretanto se casó y separó de Exene Cervenka –líder de X, diosa del punk californiano, autora de “Johnny Hit & Run Pauline”, uno de los diez temas fundamentales del movimiento–, con la que sin embargo sigue cultivando una sólida amistad y cuya gira actual financió con el suculento cachet que le deparó la aventura Tolkien, según se rumorea. Por lo demás, Viggo anda sin guardaespaldas, no suele asistir a entregas de premios y cita a periodistas en parques.
En fin: que el hombre es medio punk y medio de izquierdas. En su sitio de Internet (percevalpress.com) ofrece links a sitios de arte, punk feminista y ¡empanadas!, pero también a Not in Our Name, el colectivo de artistas e intelectuales que sacó en el New York Times la famosa solicitada antibélica –con la firma de Mortensen en primera fila–, y a sitios sobre política exterior de EE.UU. Así que cuando osaron usar la trilogía de Jackson como propaganda bélica, el tipo se puso en acción. El escándalo mayor tuvo lugar en el popular talk show de Charlie Rose, donde Mortensen apareció con la leyenda “No more blood for oil” pintada a mano en su remera y se despachó así: “Lo que Estados Unidos viene haciendo desde hace años es bombardear a civiles inocentes. No creo que nos vean como lo hicieron los europeos en la Segunda Guerra Mundial. Ven al gobierno de los EE.UU como Saruman. La respuesta al ataque terrorista no puede ser bombardear de cualquier manera y matar a más gente de la que murió en las Torres Gemelas”. Y agregó: “No conocemos las razones del ataque a Irak. La más obvia es el petróleo, pero también puede ser una vendetta del Bush Sr. En este país, pensar y cuestionar es sinónimo de traición, y es una excusa para limitar las libertades civiles. Nuestro gobierno es increíblemente violento, agresivo y rapaz. Quiere controlar esas regiones y destruir su infraestructura. Si quieren comparar la película con la realidad, esa gente aterrorizada en el Abismo de Helm, superada por un enemigo de increíble violencia y voluntad de destrucción, se parece más a los afganos que a las democracias occidentales. La gente afectada en los países periféricos es invisible. Los que no son norteamericanos o europeos son descartables. Si vamos a comparar, hagámoslo bien. Ya no somos los buenos”.
La intervención de Mortensen en TV cayó muy pero muy mal en el enrarecido clima patriótico norteamericano. De golpe y porrazo, los sitios web de El Señor de los Anillos se convirtieron en foros de acaloradas discusiones políticas, y Mortensen –junto a Susan Sarandon y Sean Penn–, en una de las pocas estrellas que se atreven a oponer objeciones. Total, si lo incluyen en alguna lista negra, el tipo siempre puede repatriarse a la Argentina.