En la gacetilla de prensa de su película 2001, odisea del espacio, Kubrick vaticinaba que para el año que daba título a su ópera sideral, los viajes espaciales serían cosa de todos los días para todos, “en lujosas, amplias naves con todas las comodidades”. La película del suizo Christian Frei no trata exactamente sobre cómo ese sueño quedó lejos de materializarse, sino de las realidades más bizarras a las que ha dado forma. La película superpone las más increíbles imágenes del espacio exterior, a las de los granjeros de Kazajastán, ex URSS, que se dedican a recolectar los restos de metal que caen desde el cielo con cada lanzamiento de una aeronave. Algunos de estos “nabos” (así llaman a las piezas, por su forma), pesan cerca de 3 toneladas; sus recolectores los usan para fabricar utensilios de cocina o vender el titanio y el aluminio a los chinos. Simultáneamente, se narra la aventura fuera de la Tierra de Anousheh Ansari, la millonaria norteamericana que pagó para viajar a la Estación Espacial Internacional. El resultado es una verdadera locura, de ésas que prueban que la realidad puede ser más extraña que cualquier ficción.

Turistas del espacio se da el viernes 22 a las 22 en la sala Lugones.