Domingo, 17 de abril de 2011 | Hoy
>DIEGO PERETTI SOBRE STANLEY KOWALSKI
Tennessee Williams siempre me pareció un autor especial porque, formando parte del realismo contemporáneo, le agrega una cuota muy poética. Arthur Miller es el otro yanqui grande del que hice La muerte de un viajante hace unos años. Siento que Miller es hijo de Ibsen, que tiene una estructura clásica dramática y un desenlace siempre ligado a una bajada de línea. En cambio Tennessee es más continuador de August Strindberg, los conflictos son más internos y no se desprende tan claramente una moraleja de justicia social. No es tan moralista. Plantea conflictos irresolubles como el deseo. Abre algo que tiene que ver con lo poético, lo indefinible. Para la interpretación es muy interesante.
El personaje que me toca hacer, Stanley Kowalski, es el contrapeso en el drama a la fragilidad que es Blanche Dubois. Reacciona a todo de manera física y no intelectual. Basa su poder de convicción en lo que puede imponer con el terror que provocan sus reacciones. Literariamente es básico, directo. Enormemente pasional para con su mujer y defensor a ultranza del lugar donde vive. Es un personaje con el que no estoy de acuerdo en nada, pero está bien escrito. Como actor hay que estar dispuesto a golpear puertas, paredes, gritar, forcejear, pegar puñetazos. Es un personaje que me está tan alejado, por eso es lindo de caracterizar.
En relación a Brando, creo que yo no hago de él, sino de Kowalski. Pero es inevitable que si el mejor actor del siglo pasado hace un personaje de una obra brillante, dirigido por un tipo brillante, en una puesta cinematográfica brillante, la haya visto. Es interesante saber qué hicieron estas personas con semejante texto. No copiarlo pero ver qué hizo ese monstruo. Hay que tener la distancia suficiente para volver a nuestro grupo de teatro y ver cómo vamos a llegar con fuerza al final.
A Kowalski le toca encarnar los dos momentos más revulsivos. Porque aun hoy a la mujer no se le pega y en las cárceles los violadores son los peor considerados. Aunque él no es un violador serial y llega a eso por un motivo pasional. Es la salida que encuentra para volver a su vida como era antes. En el caso de este personaje no usé nada que tenga que ver con la psiquiatría, me dejé llevar por el texto. El actor de teatro no sabe lo que está haciendo, en cine veo y soy objetivo en el análisis, pero acá me cuesta más ver el espectáculo que hacemos. Yo creo que el público femenino puede salir un poco angustiado de esta obra. Porque mientras la fuerza física sea lo que predomine, en una resolución o una discusión, ellas están en un plano inferior. Y es angustiante eso. Vos podés discutir con Estados Unidos, pero cuando Estados Unidos dice “Bueno, basta”, te pone una bomba. Lo que pasa con Kowalski es un poco así.
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