Mi verdadero trabajo, el que sigo haciendo todavía, comenzó en 1969 con mi librito Búsqueda y presentación de todo lo que queda de mi infancia. Tengo un recuerdo preciso: estaba en el auto con mis padres y comprendí, primero, que mi infancia había terminado, y segundo, todo lo que debía realizar como arte durante mi vida. Todo me llegó de golpe. Y, resumiendo, desde ese librito, nada ha cambiado –no ha habido cambio desde 1969–. Fue el año en que comencé a hacer bolitas de tierra, pequeños cuchillos, tallas de cubitos de azúcar... Había traído tierra de los paseos que hacíamos en familia al parque de Saint-Claud y me puse a modelar bolitas más o menos regulares. Era una actividad repetitiva, muy esquizofrénica: modelé tres mil bolitas de tierra sin salir de casa. También fabriqué, durante un año, decenas de pequeños objetos tontos, que empecé a meter en cajas de galletas. Había allí, como pasa con frecuencia entre la gente joven, algo repetitivo, muy lento y muy “para sí”.
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