Domingo, 16 de diciembre de 2012 | Hoy
> EL COMIENZO DEL LIBRO
El miércoles 21 de marzo de 1990, en Tábano, un caserío al oeste de la Provincia de Buenos Aires, se produjo el único suicidio en masa del que se tenga registro en la historia criminal argentina.
Cerca de las 6 de la tarde, un grupo de 94 personas (entre las que se contaban 17 menores de 13 años y 2 bebés) se dio cita en la quinta Santa Madre, lugar en el que desde hacía media década se reunía la secta Descubriendo la Gracia, liderada por la adolescente María Rosa Santos, quien aseguraba ser la reencarnación de la Virgen María, e ingirieron agua envenenada con cianuro.
El caso trascendió las fronteras nacionales y pronto se convirtió en tema de debate en países tan lejanos al nuestro como Holanda, Suecia e Israel. Sin embargo, en la comisaría de la cabecera del Partido al que pertenece Tábano, fue archivado antes de que se cumpliera un mes. Las autoridades locales consideraron que no había nada que investigar. El hecho había sido fruto de la sugestión colectiva. Punto.
Pero se equivocaban en grande. Porque la denominada Masacre de Tábano encierra un correlato muy oscuro. Un correlato que aún hoy, más de dos décadas después de haberse producido, continúa imponiendo un verdadero desafío a nuestra capacidad de entendimiento.
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