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Domingo, 31 de marzo de 2013

Soledad y consenso

 Por Víctor Hugo Morales

El primer partido que relaté en mi vida tuve como comentarista a Dante Panzeri. Jugaban Nacional de Montevideo y la Selección Juvenil Argentina en el estadio de Independiente, un 1º de noviembre, creo que del año 1967. Y tengo el recuerdo de la vuelta, después de la transmisión, de quedarnos charlando hasta las tres de la mañana de periodismo, de la vida. Yo era un muchacho y la experiencia, sentirme interlocutor válido de él, me provocó un inmenso orgullo.

En materia de comentarista era un tipo de una lucidez asombrosa. Probablemente en radio no fuese el mejor en cuanto a atractivos en la forma, pero en el balance de la importancia de lo que decía, de lo que sostenía y de lo que jugaba para sostenerlo, es claramente el número uno de los que, como periodista, he tomado de modelo en mi vida. No reconocería en nadie una mayor influencia sobre el deseo de ser un periodista ético. Lo acusaban de obcecado, pero él decía que si se puede fundamentar una divergencia respecto de otra postura propia, no hay por qué seguir atado de por vida a lo que se percibe como un error. Eso, dicho por él, tiene un peso enorme.

Yo admiraba que tuviese resistencia moral para la pelea en la que estaba inmerso por sus convicciones. La gente del fútbol lo recelaba, porque sus opiniones no estaban sujetas a ningún compromiso, camino trillado o concesión. Estuvo tremendamente enfrentado con Alberto J. Armando, el presidente de Boca, un hombre de enorme poder en su momento. Luchó en solitario contra la organización del Mundial acá. Lo que perdió en trabajos, lo que resignó con tal de estar de acuerdo con él mismo. Con alguna concesión que hubiera hecho podría haber sido inmensamente rico. Perdió El Gráfico por eso, y también La Prensa. Y no era un tipo salvado, era un laburante.

Fue un hombre que sufrió por sus puntos de vista: la ética es un camino hacia la soledad, y él lo recorrió, sin dudas. No fue tan querido por sus contemporáneos, no se lo reconoció tanto en vida. Después el consenso se hace más fácil: cuando la gente muere, y cede la envidia, cuando puede rescatarse lo mejor y no te molesta, el consenso llega. En su tiempo circulaba una corriente mucho más concesiva, amiga de los protagonistas, y él no tenía prácticamente relaciones con ninguno: para tener una vara más o menos justa, hay que tomar distancia de todos. Panzeri recorrió un camino de gran valentía personal en esa soledad natural. Hay que bancarse eso.

(Testimonio recogido por A.B.)

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