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Domingo, 30 de junio de 2013

> UNA CARTA DE LEOPOLDO MARECHAL

Justos, despistados y malignos

A Julio Cortázar:

Mi estimado amigo: por Graciela de Sola, que acaba de visitarme, tengo su dirección de París. Y le envío estas líneas, que confieso extrañamente “demoradas”, ya que debí escribírselas hace mucho, cuando usted, mostrando una generosidad intelectual y un coraje viril que no abundan en estas latitudes, publicó las primeras palabras bondadosas que recibió Adán Buensoayres (mon sacré bouquin, el de torcida historia). Pero no le escribo para manifestarle mi gratitud retrospectiva sino para referirme a La Rayuela (sic). Esta obra suya viene a exteriorizar lo que ya estaba como “presentido” en sus anteriores trabajos. A mi entender, La Rayuela y Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sabato son los dos monumentos de nuestra narrativa que se yerguen, insólitos y ariscos entre las pequeñeces que dejó ese género literario en nuestra última década. No hace mucho, le decía yo a Sabato cómo nuestros fundadores (Sarmiento, Hernández, Mansilla o Mitre) iniciaron una literatura “seria” con toda la voz que tenían y sin complejo alguno de inferioridad, y cómo esa literatura declinó más tarde en la “literaturita” que hoy se nos da como expresión del ser argentino. Usted, amigo Cortázar, ha reanudado con su obra esa línea de espontaneidad en lo grande. Y conste que no pretendo una Grande Argentina levantada frente a una pequeña Argentina que se dé como segundo término de un binomio en oposición, sino una Argentina de “tamaño natural”, que responda siempre a las virtualidades de nuestra raza, sin omisiones ni retaceos. Estimado amigo, retirado como estoy de la vida literaria local, tengo informaciones muy vagas de la acogida que su libro tuvo en nuestros medios. Pero la experiencia me hace adivinar y definir así las proporciones de su crítica: un tercio la de los justos, un tercio la de los despistados, y un tercio la de los malignos. ¿Y qué importa? Yo sé decirle, amigo Cortázar, que hoy día sólo me visitan los jóvenes (en su mayoría universitarios de todo el país) y que todos ellos lo han leído a usted, lo admiran y lo quieren. ¡Qué recompensa!

Créame su afectísimo, viejo y lejano amigo (lo de lejano lo digo por la geografía, pues en el orden intelectual el Espacio no existe).

Esta carta de Leopoldo Marechal, de 1965, hasta ahora inédita, fue publicada en la reciente edición crítica de Adán Buenosayres (Ediciones Académicas de Literatura Argentina. Siglos XIX y XX, Corregidor).

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